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Los viáticos de Liberman no se manchan

Algún día tenía que pasar. Era lógico. Tantas horas, tanta gente, tantos canales, tanta producción, tanto esfuerzo dedicados a hablar de 180 minutos de fútbol iban a traer consecuencias.

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Algún día tenía que pasar. Era lógico. Tantas horas, tanta gente, tantos canales, tanta producción, tanto esfuerzo dedicados a hablar de 180 minutos de fútbol iban a traer consecuencias. Y en algún momento iba a suceder lo que sucedió: que perdiéramos el eje y nos fuéramos (perdón por el tecnicismo) irremediablemente al carajo.

Es así como hoy estamos hablando de que los jugadores de la Selección no van a dialogar más con la prensa. ¿Y? ¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que nos perdemos con esa medida? ¿Alguien de verdad cree que el silencio de los futbolistas importa? ¡Ah!, ya entiendo, hay gente que ya está extrañando las declaraciones explosivas de Messi. Esas frases memorables del tipo: “Es un partido difícil” o “El grupo está muy unido”, que rompen todo tipo de esquemas y hacen temblar los cimientos del fútbol argentino.

También hablamos de cosas un poco más sensibles, como la “denuncia” de que el Pocho Lavezzi estaba fumando un porro. En serio, ¿qué problema hay que un tipo que ni siquiera va al banco fume lo que se le da la gana si no va a ir nunca al antidóping? Por la importancia que tiene Lavezzi en el juego del equipo, bien podría consumir toda la producción de Walter White en Breaking Bad, que no pasaría nada.

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Igual se trata de una “denuncia” botona, alcahueta, buchona y sin ninguna clase de fundamento. Con la misma liviandad, alguien podría “denunciar” que Zabaleta duerme con una muñeca inflable. O que Lucas Pratto tiene galgos de carrera, ahora que ése parece ser el mayor delito que existe en el país.

Sí, todo se desbarrancó y estamos hablando de cosas totalmente superficiales. Aunque hay algunos puntos para rescatar entre tanta autocrítica. Por ejemplo, es muy saludable la crítica feroz a Gonzalo Higuain. Porque implica (perdón si me pongo un poco marxista) una conciencia de clase por parte del pueblo argentino.

A Higuain no se lo putea tanto por el juego. Es cierto, no jugó nada bien. Pero estuvo parejo con el resto del equipo. A Higuain se lo putea porque acaban de pagar por él 94 millones de euros. Putear a Higuain es putear a un millonario. Algo que se compensa con la ovación a Pratto, que es el elogio a un tipo pobre. O al menos pobre si se lo compara con Higuain.

Se habla del silencio ante la prensa, se habla del “porro” de Lavezzi, se habla del bajo nivel de juego y no se habla de la lucha de clases Higuain-Lavezzi. Y lo que es más grave: no se habla de lo que realmente importa en torno a estos dos partidos de la Selección. Porque estos partidos nos dejaron una sensación agridulce, con dos resultados idénticos pero opuestos.

Primero, la alarma contra Brasil. Luego, la esperanza ante Colombia. Eso es lo que realmente importa. No estoy hablando de la clasificación para el Mundial de Rusia. Me refiero a la posibilidad de que Martín Liberman pueda cobrar sus viáticos. Eso es lo que importa. Es indispensable que el árbol no nos impida ver el bosque. Puede que la Selección juegue mal, que los jugadores no hablen con la prensa y que Lavezzi fume marihuana. Pero hay una cosa que hay que tener en claro: los viáticos de Liberman no se manchan.


*Periodista, escritor y músico.