Lo buscó todo el tiempo. Por un lado y por el otro. De cabeza, de tiro libre o con algún remate de media distancia. Y cuando parecía que el final siempre era el mismo –la resignación por las atajadas de Rey o la mala suerte– Racing logró darlo vuelta: en los últimos minutos, el Cilindro pasó de ofrecer un resultado injusto a uno más acorde a lo que había pasado en el desarrollo del partido. El Pulpo González y Gustavo Bou lo hicieron posible.
La supremacía de La Academia quedó evidenciada en cada ataque, sobre todo en la primera parte. Porque en realidad Racing no atacaba: se llevaba al equipo mendocino por delante. No lo dejaba salir, lo asfixiaba, pero de tango vértigo que le imprimía a sus ataques, muchas veces sus jugadores no elegían el mejor camino para llegar al arco de Rey. Eso sucedió de principio a fin. A los seis minutos, por ejemplo, con un cabezazo de Meli, y a los 32, cuando Bou enganchó y remató al ángulo. El delantero se la podría haber dado a Fernández, que estaba solo, pero decidió patear. Rey la desvió.
Esa podría haber funcionado como la síntesis de Racing en ese tiempo, y también en el partido: el merecimiento que no se podía plasmar en el arco mendocino. Y como pasa muchas veces, llegó tantas veces, que cuando le llegaron, le convirtieron. El karma de Racing, otra vez presente. Fue a los 7 del segundo tiempo: Abecasis se encontró la pelota luego de un mal despeje, tiró un centro y Correa cabeceó. Orion la sacó del ángulo, pero el delantero –que sumó su cuarto festejo en el torneo– tomó el rebote y puso el 1 a 0. Avellaneda, que contenía el grito de gol, se lamentó de repente por estar en desventaja. Una desventaja que nadie pensaba.
Racing siguió, y parecía que el final iba a ser como el de los viejos malos tiempos. Pero no. De un córner, Bou devolvió la pelota al área y el Pulpo González empató de cabeza. Desahogo. Y al final, cuando el empate era casi una certeza (incluso Rey había salvado un mano a mano en el área grande), Bou hizo delirar al Cilindro. Para Cocca, fue una manera de salir del agobio. Y para los hinchas, una manera de volver a festejar los tres puntos en casa.