A poco de asumir en el Ministerio de Seguridad nacional, Sabina Frederic recibió una petición con carácter de urgente de parte de la DEA: querían reunirse con ella porque les preocupaba el cumplimiento de la Resolución 896 que había sellado Patricia Bullrich dos meses antes de dejar su cargo.
La ministra decidió concentrar sus conversaciones con Estados Unidos por medio de Aaron Lafortune, agregado de Seguridad Regional de ese país, y que la comunicación con la DEA quedase a cargo de Cecilia Rodríguez, su jefa de Gabinete; Valentina Novick, subsecretaria de Investigación Criminal y Cooperación Judicial, e Iván Poczynok, director nacional de Inteligencia Criminal. Representaban a los diferentes sectores dentro del kirchnerismo: mientras Rodríguez estaba encuadrada dentro del cristinismo de paladar negro, Novick provenía de La Cámpora y Poczynok había saltado de la academia al equipo de Marcelo Sain y Germán Montenegro. Esto no es un dato anecdótico, ya que es el punto de partida para entender las diferentes maneras en que tomaron el vínculo con la agencia norteamericana dentro de un mismo equipo de gestión, y las internas que, de alguna manera, paralizaron el ministerio.
Firmada el 16 de octubre de 2019, la Resolución 896 creó los Grupos Operativos Conjuntos de Investigaciones contra el Narcotráfico (Gocin), como parte de un plan progresivo que Bullrich había comenzado a pergeñar cuando viajó a Estados Unidos, a menos de sesenta días de haber asumido. En realidad, estructuras similares se encontraban operativas desde 2017 y estaban coordinadas por Martín Verrier, secretario de Lucha contra el Narcotráfico, y la propia DEA.
El día de la cita, Rodríguez, Novick y Poczynok recibieron al jefe de la Estación Buenos Aires, Rodolfo Cesario, y al agente James Mannick. Pero no llegaron solos. En esa oportunidad, los funcionarios argentinos conocieron a Guillermo González, ya sin bigotes y con algunos kilos de más notándose en sus cachetes. Quienes presenciaron el encuentro se llevaron una impresión de Gonzalito, como lo llamaban cuando aún era parte de los Patas Negras: “Parece un empleado de perfil bajo. El empleado perfecto para una estructura como esa. Discreto, no hace ruido”.
Cesario fue directamente al grano: los norteamericanos querían saber qué pensaban hacer con los Gocin. El equipo de Frederic comprendió inmediatamente por qué lo describían como a un duro; algunos, incluso, llegaron a decir que Cesario, salvo por su torpe castellano, parecía un comisario de la Bonaerense. Aunque los funcionarios argentinos todavía no entendían a qué se debía el planteo del agente de la DEA, no tardaron en darse cuenta:
—Los Gocin tienen más autos que cualquier fuerza. Las policías provinciales usan a los Gocin como caja chica porque tienen plata para pagar informantes y vehículos para hacer operaciones. ¿Cómo hacés para negarte cuando la DEA te da recursos para trabajar mejor? Si lo cortás, te comés un palazo porque después sale el informe de Estados Unidos diciendo que la Argentina redujo la colaboración en la lucha contra el narcotráfico y empiezan las tapas de diarios solo porque, por ejemplo, dijiste que se guarden la plata para informantes porque la pagábamos nosotros con pesos.
Fue Valentina Novick la encargada de viajar al NOA y el NEA a conocer en profundidad cómo funcionaban los Gocin en general, y a quién le rendían cuentas por los fondos que la DEA ponía a su disposición de manera informal. Las cifras partían desde los 2 mil dólares mensuales, que solo constaban en la contabilidad de los norteamericanos. Lo que hacían los integrantes de los Gocin era exponer cómo los gastaban mediante un documento Excel que remitían a los agentes que la DEA ponía a cargo. Esa discrecionalidad llevó a que, de inmediato, hubiera problemas respecto de en qué se gastaba el dinero estadounidense.
Sin embargo, la discrecionalidad con la que se manejaba la DEA no concluía ahí ya que, cuando el equipo de Novick se entrevistó con los jefes de las fuerzas provinciales que contaban con integrantes en estos grupos interfuerzas, estos les rogaron que les contasen qué hacían sus subordinados con la DEA porque a ellos los mantenían al margen. Los Gocin representan un capítulo superador en la novela de cooptación de las fuerzas de seguridad que desarrolla la DEA en la Argentina desde la década del 70. Aunque no está escrito en ningún lado, fueron considerados el mecanismo ideal para blanquear las cajas negras que la DEA pone a disposición de las fuerzas federales de seguridad desde la década del 80. Cuando Bullrich dejó su cargo, funcionaban en las regiones NOA y NEA. En el primer caso, era comandados por Gendarmería, mientras que en el segundo, por Prefectura. Pero en esa reunión, celebrada a comienzos de 2020, la DEA quería saber si se crearía el Gocin Centro, que abarcaría el Área Metropolitana y Buenos Aires y sería conducido por la Policía Federal.
A pesar de este diagnóstico, la decisión de Frederic fue mantenerlos, aunque rechazando la instancia en la que los norteamericanos se entrevistaban a solas con los aspirantes. Incluso en este punto, Seguridad buscó alcanzar un consenso con la DEA, ofreciendo que las reuniones fueran mediante cámara Gesell, con la presencia de argentinos y estadounidenses. La DEA lo rechazó.
*Autor de La DEA en la Argentina, Editorial Planeta (fragmento).