La ropa que usamos tiene mucho que ver con el cambio climático. El primer paso para cuidar el planeta es tomar consciencia de nuestros hábitos nocivos y empezar a cambiarlos. Uno es la industria de la moda. La producción representa el 5% de las emisiones de carbono globales, según un informe del Foro Económico Mundial de este año. Esto se refiere a las emisiones que se generan no solo en la elaboración del producto, sino en toda la línea desde los proveedores de materias primas hasta que llega a manos de quién adquiere la prenda.
En otras palabras, significa el tercer puesto luego de la industria alimenticia y la de la construcción. El problema no es vestirnos, sino cómo lo hemos venido haciendo hasta el momento. Si a eso le sumamos que el último informe del IPCC señaló que vamos camino a aumentar la temperatura global de 1,5 grados, es preocupante y debemos tomar medidas urgentemente.
Moda sostenible
Pero no todo son malas noticias, también hay un aumento significativo de la demanda de moda sostenible con principios éticos, amigables con la naturaleza y el comercio justo. En esa línea muchas de las grandes marcas ya se están comprometiendo con los objetivos sostenibles para 2030 a reducir sus emisiones de carbono, posiblemente todavía no a cero, algo que varias prometen, pero sí bastante.
La moda es una de las industrias que más margen para revertir procesos tiene. Las emisiones a lo largo de la cadena representan el 40% según el informe de este año del SBTi. ¿Qué significa esto? que hay mucho que se puede hacer: las empresas pueden reemplazar su energía por una más “verde”, elegir materias primas más responsables y con procesos más transparentes, locales, entre otras cosas.
También ayuda la presión de los consumidores, ¿qué podemos hacer desde nuestro lugar para proteger a la naturaleza con nuestra ropa?
- Elegir de calidad, algo que nos dure para toda la vida. No siempre coincide que sea de buena calidad y que sea caro, también existen muchas marcas que venden a precio justo. Cuando encontramos algo barato, hay menos chances de que esté hecho de materiales de calidad y dentro de un marco de empleo justo.
- Elegir orgánico, con tintes naturales, hecho a mano. Cuando pasa por la menor cantidad de procesos es mucho más probable que sea amigable con el ambiente e incluso que sea compostable cuando llegue a su fin su vida útil.
- Elegir de segunda mano. El crecimiento de las tiendas de segunda mano va en aumento y se encuentran tesoros. No hace mucho logré vestirme de pies a cabeza para un evento especial en una tienda americana, cuando regresé, vendí todas las prendas al mismo lugar, menos una que se convirtió en un clásico de mi armario.
- Elegir local. Comprar a alguien que hace ropa cerca de donde vivimos hace una gran diferencia. La huella de carbono que generan los miles de kilómetros que generan los containers llenos de ropa, viajando por el mundo para que solo nos pongamos lo que llevan dos veces y nunca más, es inimaginable.
- Comprar a marcas que fabrican a pedido y no tengan stock, que tengan colecciones “únicas” reeditables, en lugar de colecciones de temporada. Las colecciones de temporada suelen seguir los estilos del momento, y lo que quede es poco probable que pueda venderse la temporada siguiente porque la tendencia será otra.
- Elegir lo que ya tenemos. Este es un clásico pero vale la pena recordarlo. Redescubramos la cantidad de ropa que ya existe en nuestros cajones, ordenemos el placard.
- Intercambiemos con nuestras amigas y amigos, con nuestras familias. Hay personas que aman esto y hay otras que les resulta imposible pensarlo, pero es una gran alternativa que además carga con un gran valor afectivo.
- Reducir los textiles sintéticos en nuestro placard: por el planeta y por nuestra salud. Materiales como el poliéster, poliamida, elastano, lycra, son plásticos que tenemos todo el tiempo en contacto con nuestra piel. Son inventos maravillosos pero su uso indiscriminado nos llevó a usar de todo con esos componentes. Dejar los tintes sintéticos, en todo caso, para aquellas prendas en las que hacen la diferencia, como la ropa deportiva.
- Buscar marcas que trabajen con materiales reciclados.
- Y por último lo más importante: planificar nuestras compras. Ser conscientes de lo que tenemos, de lo que necesitamos renovar o sacar de nuestro placard y evitar las ofertas solo si en ellas se presenta eso que planificamos. Las compras emocionales y no planeadas son malas para nuestras finanzas, para nuestra energía y para el planeta.
La industria de la moda debe enfocarse en ralentizar sus producciones, tener más responsabilidad e información de sus proveedores de materias primas, compensar sus emisiones de carbono, usar packaging sustentable, generar empleo honesto y legal, responsabilizarse de sus residuos, responsabilizarse por sus productos cuando se acabe su vida útil, darle alternativas a sus clientes al respecto. Como consumidores tenemos la oportunidad de la pregunta siempre que compramos, siempre. Toda la información que queramos tener de cómo fabrica sus prendas nuestra marca favorita debería ser transparente y estar a nuestro alcance.