Bastó que la temperatura se acercara esta semana a los 35 grados para que el sistema eléctrico del área metropolitana volviera a crujir, mientras el Gobierno apura el diagnóstico de las obras que faltan para mejorar el tendido eléctrico.
La demanda de energía trepó el martes hasta los 23.729 megawatts (MW) –apenas por debajo del récord histórico de 24.034 MW– y la saturación del sistema provocó que más de 400 mil usuarios de Buenos Aires y el Conurbano se quedaran sin servicio eléctrico. La precariedad del sistema es estructural. El 31 de diciembre –ya con miles de personas fuera de la ciudad por los festejos de año nuevo– los afectados fueron casi 110 mil, según datos oficiales del ENRE, el ente regulador, que a partir de una iniciativa del Ministerio de Energía y Minería, que conduce Juan José Aranguren, empezó a publicar estadísticas oficiales sobre los cortes. Ayer por la tarde quedaban unos 10 mil usuarios sin servicio.
“La evidencia es que la oferta, sea de generación, transmisión o distribución, tiene serios problemas para cubrir los picos de consumo”, lamentaron cerca del organismo regulatorio.
Por decisión del ex titular del Shell, el gobierno de Mauricio Macri declaró la emergencia eléctrica, que se extenderá hasta fines de 2017. Es el plazo que demandará cierta normalización del sector. Los indicadores de calidad se pauperizaron durante los últimos diez años. La frecuencia de cortes para los usuarios de Edenor y Edesur –que en conjunto nuclean el 40% del mercado nacional– pasó de cuatro interrupciones anuales en 2003 a casi diez en 2015. La duración de las fallas se agudizó todavía más: la referencia pasó de 6 a 33 horas al año por hogar.
“En dos años queremos que ese indicador sea al menos de un dígito”, repitió estos días Aranguren. Los funcionarios del área eléctrica están abocados a la conformación de un diagnóstico que dé cuenta de la situación de cada segmento de la cadena. Cammesa –la empresa que administra el mercado eléctrico mayorista– está preparando un informe sobre las obras de generación iniciadas y sobre los proyectos que se pueden poner en marcha hasta el final de la emergencia. También trabaja en un programa para reforzar el área de transporte, a priori la menos complicada.
El corazón del problema está en la distribución. “La red de baja tensión es noble, demora en caerse. Pero cuando lo hace, lo hace toda junta y demora mucho tiempo en recuperarse”, admitió un alto ejecutivo del sector. Hoy, los mayores inconvenientes están en las grandes estaciones de La Matanza y Lanús-Ezeiza, dos puntos nodales de ingreso al sistema.
El ENRE está definiendo un mapeo de obras que habrá que financiar para recuperar la consistencia del mallado eléctrico. En el organismo la nueva gestión nombrará como directores a Juan Garade, Ricardo Sericano y Marta Roscardi. Garade es contador y fue director de Planificación, Control y Regulación en Edesur hasta 2012.
El gran dilema es cómo se solventarán las inversiones que demanda la recuperación de la red, proyectadas en alrededor de US$ 500 millones anuales entre las dos compañías. En parte eso saldrá de los aumentos de tarifas.