La máxima del jefe de Gabinete, Marcos Peña, en sus reuniones de coordinación con Gustavo Lopetegui y Mario Quintana dice: “La economía puede hacernos perder las elecciones, pero no las ganaremos sólo por la economía”. Así, quienes diagraman el modelo económico de Mauricio Macri hablan de que aunque pueda ser “piantavotos”, el Gobierno tiene que avanzar en cambios laborales, presupuestarios y productivos que aseguren crecimiento sostenido también de 2018 en adelante, más allá del rebote luego del ajuste.
A cuanto empresario, consultor o periodista se le cruce, Lopetegui le muestra el gráfico que marca su objetivo: que la economía crezca entre 3,5 y 4% por año por diez años. Para eso, quieren conseguir que tras una recuperación de entre 2 y 3% de este año, el PBI se expanda luego otro tanto, algo que aún no es seguro entre economistas.
De hecho, Miguel Bein, uno de los referentes de políticos y empresarios, tiene la tesis de una fuerte expansión en 2017, pero con estancamiento en 2018, fiel a su tesis de “navegación a vela”: la economía “va bien” cuando hay elecciones, y paga el costo en los años pares. Apostar con una “agenda antipática” es, a los ojos de la mesa a la que ahora se sumó el “coordinado” Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda, tratar de cortar esa racha. Dante Sica, de la consultora Abeceb, es de quienes creen que lo lograrán, ya que vaticina una expansión del 4% el año próximo. Como se ve, el debate está abierto.
Medidas. La estrategia quedó en evidencia el martes pasado. Sin que se hubiera firmado el convenio, el jefe de Estado presentó un plan modelo para el yacimiento no convencional de petróleo y gas de Vaca Muerta en Neuqeun: cambios en reglas laborales, obras en infraestructura y precios estímulo para garantizar inversiones. Una reforma laboral “dialogada” que genera bronca en las bases pero que Macri considera clave para extrapolar a otros sectores, como construcción, autos y alimentación (ver aparte).
Bajar el costo laboral es la primera clave que el Gobierno entiende necesaria para conseguir que la inversión, que viene seduciendo desde que asumió, en algún momento le dé el sí y traccione el crecimiento. También enumeran: “Redujimos el costo de financiamiento, desde el acuerdo con los buitres para acá; achicamos la burocracia y eliminamos trabas, y ahora vamos por correcciones sector por sector, de producitividad”. Uno de los estrategas de Cambiemos dice: “Tenemos que dedicarnos, como decía un supermercadista, a matar hormigas todos los días, una tarea aburrida para los periodistas, pero que a la larga da resultados”. Están convencidos de eso.
Objetivo. La inversión, es decir cuánto del bolsillo de los actores económicos va a una fábrica y no a comprar dólares o a Lebacs, es la variable a la que, por convicción, le prenden más velas, pese a que este año necesiten más del consumo. Hoy ronda el 18 a 20% del PBI. La expectativa es que toque el 25% y sostenga crecimiento a mediano plazo.
Es la receta que le suele deslizar el gurú ortodoxo Miguel Angel Broda a prominentes miembros del equipo económico, cuando los cruza en eventos sociales: que por mirar 2017 no “dejen de hacer cosas para ganar 2019”. El las llama reformas estructurales, como se las denominaba en los 90. En Cambiemos, lo dicen de otro modo, según uno de los cuatro ministros que va al Foro Económico de Davos: “Queremos hacer un cambio económico gradual y sin dolor social, y eso necesita inversiones; la sociedad está madura”.
La incógnita es hasta qué punto la tensión con la política, y con el ala política de la mesa chica, les dará vía libre. Tal vez, haya más anuncios a lo de Vaca Muerta hasta mitad de año, cuando el cronograma de las urnas empiece a imponer su lógica.n