ECONOMIA
mas de 3.500 asistentes en rosario

Debaten y suben la apuesta al equilibrio entre la producción y la sustentabilidad

El XXI Congreso de Aapresid le dio una nueva vuelta de tuerca a la posibilidad de trabajar por un ambiente mejor, y una agricultura para pensar en “Otra Tierra”.

Convocatoria. El Congreso de Rosario convocó a numerosos productores. Alta tecnología aplicada a la cosecha.
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Un metro y medio de la capa del suelo separa al hombre del hambre. Esa es la porción de tierra en la que se producen todos los alimentos. Y es la que hay que cuidar. Allí se aplican los fertilizantes y agroquímicos, los productos biológicos y las semillas. Es por donde pasan las sembradoras, las pulverizadoras y cosechadoras. El desarrollo que ha propiciado la investigación científica, la biotecnología y las nuevas maquinarias indican que produciendo en forma sustentable se puede superar el desafío de alimentar al mundo, un mundo que plantea el dilema de crecer en población a tasas exponenciales, al tiempo que los recursos comienzan a expresar su finitud.
La Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid) eligió hace muchos años recoger el guante y ponerse en acción. Los 3.500 asistentes al último congreso que realizaron en Rosario volvieron a refrendar este compromiso. Porque el sistema es perfectible, y porque no puede haber fisuras. Hay que ser sustentables y sostenibles.
Existen dos formas básicas de producir alimentos: con labranza convencional, como lo hace el 82% del mundo, o con siembra directa como lo hace la Argentina y pequeñas áreas de otros países. Este sistema permite reducir 90% la erosión de los suelos al mantener los rastrojos en el lote; disminuye 70% la evaporación del agua disponible en el campo y ayuda a gastar 40% menos de combustibles fósiles.
Modelo profundizado. En este camino viene trabajando la agricultura argentina, incluso antes de 1996, cuando se introdujo la soja RR que convalidó aún más el modelo de agricultura sin labranza. Pero mucho de esto todavía se desconoce. “Hay un gran trabajo de extensión en el cual trabajar”, se lo escuchó decir al ingeniero agrónomo Juan Carlos Alvarez, miembro de la regional Lincoln, quien encabeza la “docencia” en las escuelas con el proyecto “Aula Aapresid” que pretende llevar un mensaje clarificador de lo que implica la producción argentina. “Tenemos que ser los encargados de explicar, con bases científicas, el desarrollo que trae para nuestro país el campo, la siembra directa y todo lo que está asociado a ello”. Y aquí entra el tema del glifosato, por ejemplo, que viene siendo objeto de múltiples cuestionamientos.”
“La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que el glifosato es un producto de banda verde, es decir que no es tóxico para el ambiente y el hombre, siempre que sea aplicado siguiendo buenas prácticas, y en los lugares que corresponde, y respetando las dosis”, dice Alvarez, y sigue: “El problema es que la sociedad no lo sabe; pero nosotros lo sabemos y tenemos que saber comunicarlo; no lo decimos nosotros, sino la OMS, pero no se puede hablar como en una charla de café, sino con bases sólidas”, argumentó.
Como éste, son muchos los temas sobre los que hay que seguir haciendo docencia, incluso entre los productores mismos para afianzar las buenas prácticas agrícolas, reducir el impacto ambiental y mejorar los procesos productivos.

Curso inexorable. “No hay forma sustentable de alimentar a nueve mil millones de personas si no es con fitosanitarios”, dice Alvarez y hace suya la palabra de los oradores del congreso. “Sin su uso, el 40% de los alimentos que se producen se perderían”, agregó. “Por eso hay que continuar con nuestra idea de labranza cero, en la cual destacamos la importancia de dejar el rastrojo en el lote, de intensificar la rotación de cultivos, de realizar una nutrición balanceada e implementar un manejo eficiente y responsable de los productos agroquímicos.”
Todo lo anterior son las bases de la siembra directa y el norte al que la producción argentina de alimentos debe seguir enfocando para mantener el suelo bajo nuestros pies. Ese metro y medio que nos separa del hambre, y sobre el cual todavía hay mucho por perfeccionar.

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