La desregulación del mercado de combustibles jugó a contramano del pronóstico del presidente Mauricio Macri que, al momento de anunciar la medida, en octubre pasado, se mostró confiado en que el precio internacional del petróleo iría a la baja. Desde ese entonces, sin embargo, la cotización del barril, que se mantenía amesetada en torno a los 50 dólares, registró una curva ascendente que hoy lo ubica casi en los 65 dólares. Ya con un mercado abierto que no es intervenido por el Estado –a eso se comprometió el ministro de Energía, Juan José Aranguren-, esa presión alcista del crudo a nivel mundial, que se combina con el deslizamiento del dólar por sobre los 18 pesos, podría decantar en un nuevo aumento en los surtidores argentinos. Sin embargo, la posición de las petroleras es contradictoria y aún no hay una decisión tomada.
“El precio de las naftas y el gasoil depende de dos grandes vectores: el precio internacional del barril y el tipo de cambio. Si los dos aumentan, como ahora, es difícil que esa suba no se refleje en el precio final”, admitieron desde una de las tres grandes petroleras, YPF, Shell y Axion Energy. Sin embargo, desde otra negaron esa versión. “El mercado está muy competitivo y no hay mucho margen para mover los precios. Hay que esperar a ver qué pasa con el tipo de cambio (ayer cerró a $ 18,34, un 4% más que a principios de diciembre) y el precio internacional”, aclaró el gerente general de una refinadora. “No hay que descartar, incluso, que algún producto pueda registrar una baja”, agregó.
Lo que se desprende de ese análisis es que las dos últimas subas (a fines de octubre y a principios de diciembre), que acumularon un aumento del 16%, dio margen a las petroleras para maniobrar frente al incremento del precio internacional.
En cualquier caso, para el Gobierno, la suba del precio del petróleo (el Brent, la referencia en Europa, cerró a US$ 64,09, un 20% más que a fines de septiembre) es una pésima noticia en su lucha contra la inflación y también contra el déficit comercial. Si el petróleo se mantiene por encima de los 65 dólares –un pronóstico impensado a mediados de año, pero que lentamente empieza a ganar consenso entre los analistas–, encarecerá la importación de gasoil y de gas natural, que se paga en dólares.
Transmisión. La principal preocupación del Ejecutivo es saber qué sucederá con el precio del gasoil, uno de los pistones inflacionarios por su incidencia en el transporte y en la canasta de productos agropecuarios.
Por el momento, lo que existe es una presión alcista que surge del sector de los productores de petróleo. Todavía hoy el precio interno del petróleo es más barato que el internacional. El crudo Medanito, extraído en Neuquén y el más requerido por las refinerías locales, cotiza en torno a los 62 dólares. Si reflejara los parámetros mundiales, debería subir hasta los 66 dólares (Brent más US$ 2 por tener una mejor calidad). Es decir, un 7%. A eso apuntan las empresas productoras –Chevron, Entre Lomas, Pluspetrol, entre otras–, que quieren empezar a percibir esa cifra a partir de enero. Los productores de petróleo Escalante, proveniente del Golfo San Jorge (Chubut y el norte de Santa Cruz), entre los que figuran Sinopec, Capsa y Tecpetrol, quieren aumentar hasta los 59 dólares por barril (hoy perciben US$ 56), según relevó PERFIL entre los privados.
La voz cantante la llevará YPF, el mayor jugador del mercado, que vende uno de cada dos litros de combustibles que se despachan en el país. Si la petrolera controlada por el Estado no mueve sus pizarras, el resto no tiene margen para hacerlo porque correría el riesgo de reducir su volumen de ventas.