En su paso por Washington y la reunión de primavera del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, el ministro de Economía Axel Kicillof recibió el "visto bueno" del FMI por las estadísticas y por la suba de tasas de interés y el recorte de subsidios, combo clásico del organismo que el Gobierno antes definía como “receta del ajuste” y ahora tomó como propio, previa devaluación del 23% en enero de este año.
Mientras en Buenos Aires Jorge Capitanich cuestionaba a la titular del FMI, Christine Lagarde, Kicillof se reunía con los ministros del G20 y más tarde con empresarios en la embajada argentina para captar inversiones. Estuvieron referentes de The Clorox Company hasta Kimberly Clark, entre otras 35 firmas estadounidenses. El ministro respondió sus consultas, gesto que cayó bien en la diplomacia estadounidense en la Argentina.
También recibió la felicitación del director del FMI para América Latina, Alejandro Werner, que consideró que el Gobierno llevó adelante un trabajo metodológico “muy intenso” para mejorar las estadísticas después de que el FMI amenazara con una moción de censura por los cuestionados índices de inflación y crecimiento.
Tal como lo hizo el jueves ante el G24, Kicillof advirtió sobre los “efectos negativos para la estabilidad financiera global” si prevalecen los reclamos de los holdouts, los bonistas que rechazaron las reestructuraciones de deuda de la Argentina, liderados por los fondos buitre. Pero en este caso no logró una declaración del G20, como sí la hubo un día antes. Kicillof estuvo junto a la embajadora de Argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón –amiga y compañera de militancia en Económicas–, los directores del Banco Central, Carlos Belmonte y Eduardo Barbier, y el secretario de Finanzas, Pablo López.