ECONOMIA
economista DE LA SEMANA

Los argentinos en la trinchera

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El detalle del cronograma de pago de Anses para este mes. | cedoc

Los soldados de la primera guerra mundial sabían que no se podían prender tres cigarrillos con el mismo fósforo. Al prender el fósforo para el primer cigarrillo, los soldados de la otra trinchera sabían dónde había alguien, con el segundo cigarrillo podrían apuntar, y al encender el tercer cigarrillo veían dónde disparar. El fósforo los había guiado. Lo mismo pasa con algunas variables económicas.  

Las empresas argentinas están en una situación de trinchera, estas defendiéndose, aquellas pensando en cómo atacar, innovando de mil formas. Otras están en la retaguardia, esperando a ver cómo les va a las más osadas y algunas, muchas, ya no volverán. Todas tienen como prioridad sobrevivir y con suerte, poder salir de la trinchera. Esta situación es muy particular, fruto de un contexto insospechado hace un año. Las razones son múltiples y cada lector puede elegir las que le parezcan más relevantes. Eso sí, cualquier razón que elija no modificará las variables económicas que son siempre las mismas, y lo que va pasando con unas –como el fósforo– nos lleva a pensar lo que ocurrirá con otras.  

La economía es fruto de la política que es fruto de la sociedad. Con una sociedad empobrecida, hay un círculo vicioso: la política debe satisfacer necesidades imperiosas de corto plazo, lo que  impide crecer, que lleva a más pobreza. Despreciar la productividad en aras de la igualdad lleva a reducir el esfuerzo. Una economía cerrada no tiene de dónde agarrarse para crecer.

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La prolongada cuarentena afectó muchísimo construcción, comercio, imposibilitó turismo, gastronomía y otros servicios similares. Es cierto que (de hecho y no tanto de derecho) se ha ido liberalizando notablemente. Sin embargo, hasta ahora hay fuertes dificultades logísticas y de movilidad de personas y productos. No sorprende que haya quiebras de empresas y mucho menor poder adquisitivo, para decir elegantemente que la situación social se ha deteriorado notablemente. Los argentinos ya sabemos que estamos metidos en una trinchera.

La reacción del Gobierno ha sido dar apoyo en la cuestión social y en el pago de salarios. Por falta de fondos se ha recurrido a emisión monetaria. Esa emisión monetaria, junto con menor producción por las dificultades para trabajar generadas la cuarentena, tiene que gastarse en algo. Al haber menos productos los precios suben, y el producto que más sube es el dólar. Sin emisión no se podía paliar la situación, y con emisión los riesgos de inflación altos.  Los argentinos ya sabemos  que eso es como prender el primer fósforo  en la trinchera.

El Gobierno cree que debe ser el motor del crecimiento. Disiento. En otros países es una cuestión de ideología, pero en Argentina es de sentido común. Como mínimo debería ser eficiente y resolver rápidamente problemas de la gente, pero pone trabas y regulaciones de todo tipo al sector empresario y las familias no reciben salud, educación, servicios  o Justicia de buen nivel. Aun cuando el Estado fuera eficiente algún día, no debería ser un Estado empresario. Es decir, no tiene sentido cobrar impuestos para usarlos en competir con empresas privadas. Menos sentido tiene paliar el déficit subiendo  impuestos para pagar gastos que no son útiles. Los argentinos ya sabemos que eso es como prender el primer cigarrillo  en la trinchera.

Gran parte del gasto nacional está dedicado a Anses, básicamente para jubilados y niños (a través de AUH). Estos gastos son necesarios en una economía y son parte de la convivencia de la sociedad. Cuesta entender que persistan abusos y que al comenzar la pandemia hubiera más del doble de personas solicitando subsidios que los que se estimaba. Un sistema previsional desfinanciado y con mayores beneficiarios es un pasivo monumental. Extender los subsidios a una gran masa de población sin modernizar el mundo laboral es condenarnos a un eterno desempleo. Los argentinos ya sabemos que eso es como prender el segundo cigarrillo en la trinchera.

Frente a la caída en actividad económica, el desempleo creciente, el aumento de la emisión y los cambios  de normas del BCRA, el dólar no para de subir. Cuanto más miedo haya… más subirá. El Gobierno trata de impedirlo porque los argentinos ya sabemos que eso sería como prender el tercer cigarrillo en la trinchera.

Ante saltos bruscos en el dólar las empresas necesitan cubrirse pero tienen pocas opciones, todas malas. Pueden subir precios, pero venderán poco. Pueden dejar de vender hasta no saber cuál será su futuro costo, pero necesitan fondos para pagar sus gastos. Pueden vender al precio anterior pero ganarán menos y se descapitalizarán. Según el sector y el tipo de empresa, veremos múltiples estrategias para protección. Una vez más el área financiera tiene más importancia que producción o marketing, un sinsentido. No habrá dos empresas en la misma situación, con lo cual ni siquiera hay una receta que asegure el éxito. El talento empresario se dedica a encontrar un resquicio legal en lugar de dar el mejor servicio a sus clientes. En una economía en recesión la forma de reducir costos es pagar menos impuestos, dejar de capacitar personal o reducir calidad. Es un enfoque suicida a largo plazo pero que da resultados en el corto plazo.

Para tranquilizar la economía, como decía el ministro Guzmán, se necesita una política fiscal seria reduciendo el déficit. También una política monetaria seria que deje de endeudar al BCRA. Claro que no son los únicos problemas. Ya al asumir en diciembre 2019 el presidente Fernández declaró la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social. Tristemente todas se han agravado en estos meses. La trinchera es más profunda y hace frío.

La situación social es desesperante y es urgente salir de esta recesión. Para lograrlo la economía debe orientarse hacia la exportación. Claro que no es fácil ni rápido. Deben eliminarse todo tipo de trabas burocráticas, lograrse acuerdos internacionales,  desarrollar logística y mejorar calidad para ser competitivos. Las retenciones son un impuesto demencial y a ellas se suman un tipo de cambio definido por el BCRA y la obligación de liquidar divisas en plazos perentorios.  Más pronto que tarde estos palos en la rueda deben desaparecer.

Las empresas deben orientarse a ser –o atender a quienes sean– exportadores. Nuestra mejor protección ante la volatilidad del mercado interno es tener un producto de calidad. Las cadenas de valor son enormes y es la única forma de generar más puestos de trabajo y dejar de otorgar subsidios. El Estado debe ser eficiente, alejarse de actividades que no le son propias, establecer prioridades y regular con sentido común. Deben desaparecer miles de normas contradictorias.

Exportar es la solución y está a la vista. Requerirá un esfuerzo monumental de todos para salir de la trinchera y avanzar.

 

Diana Mondino Universidad CEMA*

* Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la Ucema.