ECONOMIA
Opinin

Memoria dolarizada

En los inicios de la recuperación democrática, el fallecido sociólogo Oscar Landi planteó una de las paradojas que aún domina al discurso político argentino. "Nos acusamos de falta de memoria, cuando nos debatimos permanentemente en el recuerdo".

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En los inicios de la recuperación democrática, el fallecido sociólogo Oscar Landi planteó una de las paradojas que aún domina al discurso político argentino. "Nos acusamos de falta de memoria, cuando nos debatimos permanentemente en el recuerdo". La apelación a la memoria es una constante en el discurso de los candidatos de los oficialismos. Así, en plural, porque instar a la población a tener "memoria" no es para nada privativo del kirchnerismo. Todos los gobiernos desde que se tenga, precisamente, memoria, recurren a la misma muletilla de cara a las elecciones, resumida en un concepto simple: votar al oficialismo es recordar lo mal que se estuvo cuando gobernaron otros. En consecuencia, hay que tener memoria.

Y es por estos días que el vulgarmente denominado "chiquitaje" se lanzó a las casas de cambio del microcentro porteño y de las principales ciudades del país a hacer su ejercicio de memoria. Memoria de que el dólar fue y sigue siendo el principal refugio para que sus ahorros sufran el menor deterioro posible. Casi una cuestión de supervivencia para quienes están curtidos en eso de perder poder adquisitivo.

La proximidad de las elecciones y, para los más informados, el conocimiento de ciertas variables de la economía fueron la combinación ideal para convulsionar más aún a las calles San Martín y Reconquista, al punto que las filas de interesados llegaron a desbordar en muchos casos las instalaciones, debiéndose improvisar colas en las mismas calzadas. Que la urgencia de comprar dólares pudo más que el frío quedó en evidencia por la variedad de la clientela: desde los habituales beneficiarios de la atención preferencial, con montos requeridos que los hace merecedores de ser sigilosamente derivados a espacios "reservados", hasta aquellos que se lamentan de que la adquisición mínima sea de cien dólares, suma que en muchos casos, peso sobre peso, no alcanzan a completar.

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El ejercicio de la memoria no fue tan difícil. A principios de año, algunos analistas que arriesgaron para diciembre un dólar a 3,80 pesos fueron tildados de apocalípticos. Hoy, cuando faltan más de seis meses para que finalice 2009, hubo que pagar más que esa cotización en las casas de cambio, por no hablar de lo que se paga en el mercado "azul".

Si se quiere ir un par de meses más atrás, en octubre de 2008 se les prometió una solución a aquellos que realizaron aportes voluntarios a las AFJP, que aún no saben qué pasará con esos ahorros (o lo que es peor, ílo saben!). Y si se extiende la memoria hasta hace doce meses, podrá comprobarse que el dólar (con el 21 por ciento anual de ganancia) superó holgadamente al plazo fijo en pesos.

Mientras cuentan los minutos en las filas de las casas de cambio, los pequeños inversores comprueban que los grandes, aquellos que no necesitan recorrer el microcentro con los pesos en el bolsillo, ya hicieron lo suyo. La fuga de capitales viene en crecimiento desde el año pasado y llega a 4.000 millones de dólares por trimestre, completando en un año una sangría equivalente a por lo menos tres puntos del PIB.

Los problemas de financiamiento a corto y mediano plazo que representa esa fuga se complementan con los datos de las cuentas del sector público, que serían deficitarias si no fuera por el aporte de los fondos previsionales estatizados y la reticencia a cumplir en tiempo y forma con los reintegros a la exportación.

Con el mercado de capitales vedado, sin fuentes adicionales de financiamiento a la vista más allá de los recursos de la ANSES, el Gobierno quizás también haga un ejercicio de memoria y repase qué hicieron varios de sus antecesores con la paridad cambiaria en situaciones semejantes.

Muchas personas se adelantaron. ¿Por qué no recurrir, entonces, a la salida que recorrió históricamente el país de la hiperinflación, el Plan Bonex, el corralito y el corralón? No es más que un simple ejercicio de memoria.

 

(*) Agencia DYN