El ministro Luis Caputo acaba de anunciar, si bien no se conocen aún los actos administrativos pertinentes, un “blanqueo de divisas” por decreto. De concretarse, sería el segundo en seis meses, con la particularidad de que este no requeriría llevar los dólares a una cuenta en un banco, sino que podrían usarse libremente en forma transaccional en operaciones de contado efectivo. Tamaña laxitud en el uso de divisas sin conocer su procedencia colocaría a la Argentina en el borde de la irregularidad internacional en cuanto a la normativa de lavados de activos, conforme a los estándares del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
La pregunta a formularse es, entonces, ¿por qué el Banco Central no acumula reservas internacionales en moneda extranjera? A pesar de la cuantiosa oferta de dólares recibida por la Argentina, el Gobierno no logra estabilizar el sector externo. Repasemos: el superávit de la balanza comercial del 2024 alcanzó el récord de u$s 18.600 millones, el blanqueo del 2024 implicó el aumento de depósitos en moneda extranjera en los bancos por u$s 23 mil millones, el desembolso inicial del FMI en abril del 2025 fue de u$s 12 mil millones. Sin embargo, las reservas del BCRA se sitúan en torno a los u$s 38 mil millones. Si se netea el aporte reciente del organismo multilateral, el monto bruto de dólares atesorados es próximo al promedio del que acompañó al gobierno del Frente de Todos.
Las reservas internacionales brutas de la Argentina son diez veces menores que las de Brasil, no obstante, su PIB no llega a cuadruplicar al de nuestro país.
Los dólares no alcanzan para pagar la tasa de renta financiera que Caputo ofrece a los inversores/especuladores para que continúen solventando un modelo producción primaria y valorización financiera de los excedentes a tasa de rentabilidad insólitas respecto de las vigentes en el mundo. Cualquier ahorrista sin demasiada información puede obtener en el presente una tasa de ganancia del 2% mensual en dólares por la imposición de un depósito a plazo en cualquier banco de plaza. Un financista formado fácilmente puede duplicar esa tasa operando en el mercado.
Sin duda, la realización de esas ganancias descomunales, reunidas sin esfuerzo productivo, requieren de una permanente y voluminosa oferta de divisas que solo puede materializarse en ciclos cortos.
Caputo ya lo hizo como ministro de Finanzas de Macri en el período 2016/2017 endeudando al país en mercado internacional y dejando que la explosión del esquema de Lebac la conjure el FMI en 2018. Ahora repite la experiencia, dilapidando la oferta de dólares de 2024/2025, esta vez no con deuda de los mercados internacionales, sino con las fuentes reseñadas en el segundo párrafo.
Lo sorprendente que el mismo actor vuelva a colocar a la Argentina al borde de una crisis de deuda y de sector externo en el corto lapso de seis años.
El ministro de Economía, hombre de las finanzas globales, expresa, tal vez como pocos, el comportamiento predatorio de las élites argentinas. Conglomerados empresarios acostumbrados a las ganancias elevadas, fáciles de obtener y en plazos cortos, que han repagado varias veces el capital invertido y que son incapaces de dotar a la Argentina de un proyecto económico estable a largo plazo, como lo han hecho sus pares brasileños o chilenos.
El ejemplo más evidente de este comportamiento se refleja en el ocaso de Macri como líder político. Alguien del riñón de los grupos económicos más poderosos de la Argentina que logra legitimación electoral, que asume con un país desendeudado, lo que le permite recibir un ingente apoyo de capitales financieros –u$s 65 mil millones en dos años– y no logra estabilizar la economía, ni aún con el apoyo extraordinario del FMI –u$s 45 mil millones más–, para concluir su meteórica y efímera trayectoria en una derrota electoral en primera vuelta cuando intenta su reelección.
Macri no puede compararse con Sebastián Piñera en Chile, que alternó sus gobiernos conservadores con la coalición socialdemócrata, o Fernando Enrique Cardoso en Brasil, que lideró el proceso de reformas de mercado sin romper el tejido productivo industrial de ese país.
Las élites argentinas solo pueden consolidar su rol como tales si apoyan su expansión en ciclos de valorización financiera de excedentes a tasas de renta descomunales respecto de los estándares internacionales, apoyándose en ciclos de endeudamiento y salida de capitales que fatalmente desembocan en crueles crisis.
En el presente pareciera que el presidente Milei está construyendo una opción para concluir definitivamente estos ciclos con apoyo de los Estados Unidos.
El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) sería la herramienta por la que el capital estadounidense, siempre reacio a hegemonizar el mercado argentino, ingresaría con fuerza a apropiarse de los núcleos de producción primaria más apetecibles en el actual contexto, desplazando estructuralmente a los capitales de origen nacional, brasileño y europeo que dominan el escenario económico actual.
La maduración del actual modelo político y el levantamiento total de las restricciones cambiarias, son claves para que eso ocurra.
La llave se encuentra en las elecciones legislativas de este año. Un buen resultado para el oficialismo y sus aliados podría implicar una reestructuración regresiva de la economía nacional como no vemos desde la dictadura cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976.
* Economista.