El mundo (no solo) del cine cambió. En los últimos años se afianzaron los nuevos hábitos de consumo para los espectadores y quienes más sufrieron ante la revolución del streaming fueron las salas. El fracaso en taquilla de películas como “Amor sin Barreras” (la remake de Steven Spielberg del musical clásico), “El Callejón de las Almas Perdidas” (remake de Guillermo del Toro de otro clásico), “Licorice Pizza”, “El Último Duelo” o “El Hombre del Norte” -estas tres últimas, películas originales de autores reconocidos en la industria del cine-, indicaba que las películas de presupuesto medio entre los 20 y 100 millones de dólares tenían problemas para encontrar al público en los cines.
La contracara eran las franquicias (no solo los superhéroes de Marvel y DC) que con presupuestos mucho más altos todavía podían convocar a las masas. Pero entre todos estos cambios hay una constante que parece más cierta que nunca: el cine de terror es rentable.
No son pocos los títulos de terror que triunfaron en las salas. La primera clave es que se trata de películas hechas con un presupuesto casi de producción independiente para los estándares de Hollywood. “El Teléfono Negro” (de Scott Derrickson, director de “Doctor Strange” y “El Exorcismo de Emily Rose”) costó 16 millones de dólares y recaudó más de 160 millones en todo el mundo.
La película que mezcla elementos sobrenaturales con la historia de un pederasta que secuestra niños (interpretado por Ethan Hawke, la única “estrella” que se podía permitir el equipo de marketing para promocionar esta historia, tiene todo el tiempo la cara tapada por una máscara), no recibió críticas superlativas según las métricas de IMDb, RottenTomatoes o Metacritic, sitios que hacen promedios de críticos profesionales y usuarios, por separado, pero fue un éxito. Con una campaña modesta de marketing a pesar de ser distribuida por Universal, ¿cómo logró tener tanto éxito?
Baja inversión, alta rentabilidad
La misma pregunta se puede hacer cuando se piensa en “Sonríe”, otra historia de terror que ni siquiera tiene a un actor famoso para vender entradas. Como “El Teléfono Negro”, “Sonríe” costó 17 millones de dólares y superó la barrera de los 160 millones recaudados. Pero a diferencia de esa película que adaptaba una novela del hijo de Stephen King, esta es una historia original. Ambas son dos de las películas más exitosas del año en términos de rentabilidad. Ninguna fue vapuleada o vanagloriada por la crítica. Las dos prueban que el terror como género todavía vende y, por sí solo, logra llamar la atención.
“Bárbaro”, con un presupuesto ínfimo (4,5 millones de dólares) se sumó a esta lista de triunfos comerciales. Es además una de las películas que “heredó” Disney con la compra de 20th Century Fox.
Sin grandes estrellas y con una premisa que se sirve del suspenso (ni los trailers adelantan las “sorpresas” que esconde el relato) superó los 40 millones de dólares recaudados. Otro hit que nadie tenía en cuenta, ni siquiera Disney, que no tiene intenciones de editar la película en Blu Ray.
Con un perfil más elevado al tener al director Jordan Peele, quien ganó el Oscar por “¡Huye!”, y con actores como Daniel Kaluuya y Keke Palmer, “¡Nop!” es la más taquillera de todas las mencionadas hasta ahora: más de 170 millones de dólares. Pero los números no son tan buenos si se los compara con las historias de terror anteriores del mismo director. “¡Nop!” es la película más cara que dirigió Peele (69 millones de dólares) y la menos rentable de todas. La historia sobre un OVNI que acecha a unos trabajadores del espectáculo en California no fue un fracaso, pero tampoco un éxito comparable con los anteriores.
El terror vende, ayer y hoy
El máximo ejemplo de la rentabilidad del cine de terror cuando lo acompañan las críticas y los premios considerando el rechazo histórico que tienen los Oscar por ese género es “El exorcista”.
Ese clásico de 1973 costó 12 millones de dólares y recaudó más de 190 millones solo ese año, sin contar reestrenos como el que se programó en cines de Argentina.
Si algo prueba el reestreno en 2022 es que la posesión diabólica de Linda Blair, combatiendo al padre Karras de Max von Sydow, todavía lleva a la gente al cine. Cuando los planetas se alinean en favor de una película de terror, el género prueba que rinde muchos más frutos que la mayoría de los géneros cinematográficos.
A diferencia de géneros que ya no suelen ser rentables, como la ciencia ficción o el western, el terror se mantuvo a través de los años gracias a películas de bajo costo de producción que, aún en casos donde no reciben buenos comentarios, pueden recuperar lo invertido.
Los cines hacen eco de los resultados en las salas: Cinemark Hoyts preparó un ciclo con reestrenos (“El Teléfono Negro”, “Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad”, la última versión de “Scream”) que ya llega a su quinta iteración, conocido como la “temporada siniestra”, aprovechando el beneplácito de la llegada de Halloween que siempre le da un empujón en ventas a todo lo relacionado con el horror.
El streaming también aprovecha: Netflix estrena “El Gabinete de las Curiosidades” de Guillermo del Toro, una antología de ocho historias de terror que duran menos de una hora cada una, y están dirigidas por directores cercanos al género. Como si evocara a Alfred Hitchcock presentando los cortos de suspenso para televisión, el director mexicano de “El Laberinto del Fauno” es quien apadrina con su sello estos relatos.
Aún cuando una película recibe críticas muy negativas y tiene un descenso abrupto en recaudación apenas una semana después del estreno (80 por ciento menos que la semana anterior), tampoco es un desastre comercial. “Halloween: La Noche Final”, otra secuela que bebe del éxito que hicieron John Carpenter y Jamie Lee-Curtis en 1978, costó 33 millones de dólares y superó los 80 millones en todo el mundo.
Publicado originalmente en El Economista