A fines del mes pasado, en el corazón de la Cuenca del Plata, las lluvias fueron claramente superiores a las normales y, entre el 10 y el 13 de octubre, se concentraron fuertemente sobre la alta cuenca del Uruguay y la cuenca media y baja del Iguazú.
“Se generó una onda de crecida que culminó en Cataratas en la noche del 13 de octubre, de 18 mil metros cúbicos (m3) por segundo en el caudal de llegada a Yacyretá, cuando una crecida normal es de 6 a 7 mil m3. Por eso la tildamos de crecida significativa”, indicó indicó Juan Borús, subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico Instituto Nacional del Agua (INA).
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Borús consideró que luego los volúmenes de lluvias comenzaron a aminorar, con un retorno a los valores normalesmás gradual de lo esperado.
El funcionario anticipa que este panorama continuará el resto de octubre: "Todavía tenemos previsiones de algunas lluvias y la semana que viene habría una disipación de la humedad”.
A pesar de los perjuicios por los altos caudales de agua, también se produjeron efectos benéficos para el río Paraná. “En septiembre, habíamos cumplido tres años de aguas predominantemente bajas, por eso lo tildamos como el período de bajante más persistente de la historia registrada en 1884”, indicó Borús.
Más energía y calidad de agua
Mientras que en el Iguazú fue crecida significativa, para el río Paraná es un repunte ordinario, de acuerdo con la valoración del INA. Por otro lado, la crecida permitió generar mucha energía a la central hidroeléctrica de Yacyretá, “con la central a full en un momento que Argentina necesita esa mejora”.
Este miércoles Yacyretá alcanzó su "potencia máxima instantánea", por encima de los 3.000 MW, debido a la puesta en servicio de las 20 unidades generadoras.
El "Suministro diario de Energía de la Central hacia ambos sistemas eléctricos" fue de 69.303 MWh, mientras que la "Potencia Media Horaria'' máxima alcanzada fue de 2983 MW, informó la entidad en un comunicado oficial.
Por otro lado, la recuperación de caudales de los ríos tiene un doble efecto favorable para las tomas de agua: “El costo de bombeo es menor y, por otro lado, la calidad del agua es mejor, porque cuanto más bajas son las aguas, la cantidad de contaminantes es mayor y se debe gastar más en costos de tratamientos”, señaló el funcionario.
