EDUCACIóN
Un libro para redescubrir la filosofía de la mano de las mujeres

Ellas lo pensaron antes

A través de su obra, María Luisa Femenías da cuenta de los preconceptos sexistas que a lo largo de la historia han sesgado a la producción filosófica de las mujeres. En diálogo con el suplemento Educación, la autora del libro Ellas lo pensaron antes explica que, como en otros campos de la ciencia y la generación de conocimientos, se han ocultado también las miradas y las reflexiones de las filósofas.

Libro Ellas lo pensaron antes
| Ediciones Lea

La filosofía, como otras disciplinas, no ha escapado a los avatares de su tiempo. Por ello, los preconceptos sexistas a lo largo de la historia han sesgado su campo de producción ocultando las miradas y las reflexiones de las filosofas, tal como ha sucedido en otras áreas de la ciencia y la generación de ideas y conocimientos.

Para profundizar sobre las producciones filosóficas de las mujeres y sus contextos, el suplemento Educación entrevistó a María Luisa Femenías, filosofa y autora de Ellas lo pensaron antes (Ediciones Lea), libro que reúne una selección de veintidós filósofas que, desde la Antigüedad hasta nuestros días, han contribuido y contribuyen a la construcción del pensamiento y el desarrollo de la sociedad.

- En las primeras páginas de Ellas lo pensaron antes respondes la pregunta sobre si existieron o no filósofas, ponderando el interrogante sobre cómo fueron aquellos contextos en los cuales sus obras se ocultaron. ¿Existe un denominador común en los diversos casos que analizas? ¿Qué autora te parece paradigmática para entender el ocultamiento de su obra?

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Es una pregunta compleja y temo ser reduccionista si señalo un denominador común, pero quizá se presentan algunas constantes que, sin ánimo de exhaustividad, cabe mencionar: todas pertenecieron a familias cultas, económicamente bien situadas, donde de algún modo se valoraba el saber o tenían un padre o hermano varón que les permitió acceder a bibliotecas o a preceptores. El denominador común obvio es que eran “mujeres” y en la mayoría de los casos no pesaba sobre ellas una prohibición expresa (a veces incluso la había), pero si una prohibición tradicional respecto de su posibilidad y capacidad de acceso al saber (filosófico, matemático, científico en general). Las visibilizaciones y ocultamientos de sus obras sufren los vaivenes de la historia: qué desea destacar una época, un movimiento o una persona; qué desea ocultar o culpar de todos los males. Son conjunciones complejas de factores de poder, local y global, de los que resultan respuestas con mayor o menor incidencia. Sea como fuere, las mujeres que incursionaron por lo menos hasta el siglo XIX en las ciencias y la filosofía construyeron “genealogías” de mujeres ilustres como modo de inscribirse y hacer visible una cadena de “mujeres sabias” (como decía Juana Inés de la Cruz) y no estar solas, pasando al lado de la excepción o la monstruosidad.  

 

- Muchas veces se suele escuchar que la falta de trascendencia en la historia de las filosofas se debe a la comparación entre sus corpus teóricos respecto al de los filósofos. Sin embargo, en tu libro no solo desestimas esa conclusión errónea, sino que señalas diversos elementos para pensar por qué pasó esto. ¿Por qué consideras que las filosofas estuvieron ocultadas por mucho tiempo?

Nuevamente no hay respuesta simple para un problema tan complejo. En principio -y siempre pongo este ejemplo-, como se sabe, de Thales de Mileto quedan unas cinco o seis palabras originales de las que se han escrito obras extraordinarias. Sin desmerecer ni a Thales ni a sus expertos, es difícil suponer un “corpus” menor. Sin embargo, fue y es citado extensamente. Como lo ha mostrado la estadounidense Mary Whaite y su equipo, incluso de mujeres relevantes en su propia época, las tradiciones no recogen sus nombres o casi no se mencionan sus obras. En estos casos se alega “calidad” para el “olvido”. Es cierto que no todas las obras de las mujeres tienen mérito, pero ‒bien lo sabemos‒ tampoco todas las obras de los varones lo tienen, pero pasan igual a la memoria filosófica en calidad de “pensador mediocre”. Con la mayoría de los textos de mujeres, antes de saberse si son buenos o malos, quedan excluidos. La única explicación a la que se ha llegado es que los preconceptos sexistas sesgan previamente el campo de producción. Es decir, si, a modo de ejemplo, se cree como preconcepto -en el sentido más pleno del término- que las mujeres no son capaces de alcanzar los niveles más altos de abstracción, no se espera de ellas que desarrollen matemáticas. De ahí la desestimación de la obra (además de las cuestiones religiosas en juego) de Hypatia de Alejandría o, más próximos a nosotros, de Mme. de Chatelet. Si la memoria de una generación (o el canon) “se saltea” una obra, hay que hacer mucha investigación para recuperarla y volver a situarla.    

Ellas lo pensaron antes

- Siguiendo a Celia Amorós, estos tiempos de cuestionamiento son esenciales para que resurja aquello que fue diezmado, para que se generen nuevas formas de concebir nuestro pensamiento y transformemos la manera en la que nos vinculamos con los demás. Teniendo en cuenta los casos que mencionas en tu libro, ¿qué filósofa representa la lucha por poner en crisis estructuras existentes?

En 1901, Elvira López, nuestra primera egresada de Filosofía, decía que no se puede enseñar “media historia”, “media psicología” y así. Y mucho se ha hecho para cambiar esto, pero la cuestión, a mi juicio, no es añadir el nombre de alguna filósofa al canon de una época. Pongamos por caso: estudiamos a todos los contractualistas y sus críticos y añadimos a Mary Astell. Primero, el desafío es tratar de mostrar cómo las complejas relaciones de poder interactuaron para dar palabra y oídos (o no) a los escritos de mujeres. Segundo, cómo la transmisión del saber de cada época incluyó o excluyó la voz de las mujeres. Es decir, cuanto menos revisar si las mujeres que, sorteando prejuicios, mandatos y prohibiciones diversas, pensaron los problemas y las teorías de su época, interactuaron con los círculos cultos de su sociedad o rigió para ellas prohibición y silencio. A mi modo de entender la problemática, añadir una filósofa mujer es un gesto, pero no necesariamente modifica el cuadro general. Por eso considero que las mujeres que incluyo en mi libro –y cada una merecería algo más que un breve capítulo-, con los elementos de su sociedad, sus contextos, sus cierres y sus posibilidades, resistieron las estructuras existentes que las confinaban al ámbito de lo privado, a escuchar y callar.  Por una cuestión de perspectiva vemos más importante lo actual, y nos vienen a la mente algunos nombres. Sin embargo, como bien decía Whitehead, somos enanos en los hombros de gigantes, y las mujeres también.  

 

- A diferencia de los contextos en los cuales las filosofías vivieron, afortunadamente hoy su producción es retomada por muchos lectores. ¿Qué desafío le plantea este nuevo contexto a las filosofas que hoy están produciendo material?

La pregunta y la situación es interesante, y claramente hay un desafío en ello. No quiero parecer pesimista o incrédula pero sí, también con Celia Amorós, de quién aprendí mucho, sospecho de las modas. Por eso creo que el desafío es la “permanencia” o también podría llamarla la “perdurabilidad” de la presencia de las mujeres en el espacio de visibilidad filosófica. La historia de la filosofía, entre muchas otras cuestiones, me ha enseñado que lo inesperado resurge. Christine de Pizán, seguramente luego de entregarle El libro de la Ciudad de las Damas a la reina de Aquitania no creyó que años más tarde se le prohibiría la palabra. Sor Hildegarda y Juana probablemente tampoco, ni Kollontai mientras discutía con Lenin. Por eso es necesario examinar con mucho cuidado cómo se estructuran las relaciones de poder de una época, tanto cuando visibiliza como cuando invisibiliza: qué quiere mostrar, qué quiere ocultar, qué desea transmitir. Al respecto, hay mucho todavía por hacer. Es por eso que agradezco esta entrevista y la oportunidad de volcar mis puntos de mira.

     

*Politólogo, sociólogo, investigador y docente (UBA) @leandro_bruni