Aunque nunca sepamos nada acerca del futuro, podemos afirmar con Niklas Luhmann,
que, con arreglo a razón y a experiencia, cada presente, es la consecuencia de decisiones
tomadas en el pasado. Mientras, en lo inmediato, tal como afirma Habermas apropósito
de la pandemia del coronavirus: Nunca habíamos sabido tanto acerca de nuestra
ignorancia. Trayendo de esta manera una vez más al socrático; solo sé que no se nada.
Nos advierte además el autor a sociólogos y a economistas, que seamos cuidadosos con
las afirmaciones sobre las consecuencias de la pandemia. No obstante, si a pesar de la
sugerencia de Habermas, le damos lugar a las predicciones en el registro de la filosofía
contemporánea, podemos entonces recordar a la reciente apuesta distópica de Byung
Chul – Han, cuando imagina a la sociedad del futuro, regresando a su forma
disciplinaria y viral de la época de la guerra fría , o, por el contrario, concebir el futuro
societario global , en el registro utópico de Zizek, cuando vislumbra en el horizonte a
un comunismo de nuevo tipo, o bien cuando Agamben, afirma que tal peste, no es ni
más ni menos que otra excusa para poner en acto la permanencia de Estados de
Excepción, como en más de una ocasión ha sostenido. Si bien estas reflexiones han
generado ricos debates globales, no dejan de ser conjeturas y especulaciones, cuando
sabemos que el conocimiento, siempre está en el filo de la navaja entre aquello que
informa el mundo externo a la percepción y nuestras construcciones subjetivas.
Lazo social y sistemas sociales
Desde un punto de vista sociológico, trataré aquí de llevar a cabo algunas reflexiones
con lo que tenemos cerca, para así intentar comprender el presente de esta modernidad
tardía, que, en principio se caracteriza hoy, por una violenta discontinuidad de nuestras
vidas. Esto es que, un virus, por primera vez en la historia en todo el planeta, nos obligó
más temprano que tarde a retirar del espacio público, a una gran parte de la población en
el marco de una paralización del sistema económico capitalista mundial, sin
precedentes, cuando por ejemplo, el precio del galón de petróleo en el día de hoy, lunes
20 de abril a – 37 dólares, confirma, aunque de manera inversa, aquella profecía de Max
Weber, cuando decía que nuestra civilización iba a culminar, con la última tonelada de
carbón fósil. En tanto el sistema sanitario, según Rudolf Stichweh de la Universidad de
Bonn, en su artículo Simplificación de lo social durante la pandemia, lo presenta, como
aquel que concentrando el sentido de las comunicaciones globales a simplificado lo
social por la primacía de su función y afectó en consecuencia, al resto de los sistemas de
manera diferenciada. Por su parte y dentro del mismo sistema, se puede observar que,
según la información disponible, la vacuna o la medicación para la enfermedad, tardarán
un tiempo para encontrarlos y otro tanto para los efectos deseados en la prevención o la
en la cura respectivamente. Mientras tanto en cuarentena, la vida se ha desplazado hacia
el mundo virtual de nuestras pantallas de móviles y de ordenadores. En tal sentido, a la
manera de ejemplo, el sistema educativo, otro afectado de manera particular por el
coronavirus, desde los jardines de infantes hasta los posdoctorados, se ha puesto en
forma de aula virtual y sus variantes, aumentando la explotación y la auto explotación
del personal docente y administrativo, al tiempo que se atosiga de deberes escolares,
postergando así la posibilidad de, en ese tiempo, reflexionar en conjunto sobre la
situación particular que padecemos. Por otra parte, pero en igual sentido, nuestra vida
cotidiana y su mundo afectivo, el de los amigos, el de las reuniones, al fin aquel de los
encuentros de todo tipo y en todos los campos, se han adecuado al uso de programas y
de aplicaciones varias; abarcando incluso a nuestra sexualidad, que, en Argentina, se
hizo una cuestión de Estado con las correspondientes sugerencias programáticas,
impulsadas desde el Ministerio de Salud. Puede decirse entonces, en el espíritu de
Durkheim que, el lazo social, esto es; la factura del vínculo que nos da el lugar de
pertenencia a un todo y nos da la idea de nosotros, sea esta bajo la forma de clan, de
tribu o de nación, se ha modificado ya que aunque se diga, que la cuarentena es un
distanciamiento social, se trata al fin nuestra vida social de un distanciamiento de los
cuerpos, ya que lo social se mantiene, cuando las relaciones alter ego aunque se dan en
los intercambios en la soledad de cada uno, se forman grupos de relaciones virtuales en
todos los ámbitos de interacción. Cabe señalar aquí, que hace tiempo que nos venimos
entrenando para jugar este partido, cuando el capitalismo, bajo la forma de sociedad de
control y de rendimiento, pudo borrar la diferencia, desarrollo tecnológico mediante,
entre el espacio del trabajo y el del ocio, al tiempo que fue creando en la dinámica del
sistema capitalista, refinadas maneras de inclusión y de exclusión social, bajo la forma,
de conocimiento y de manejo diferenciado de programas o de aplicaciones que hoy
parecen instalarse en nuestras vidas, de manera sistémica y definitiva.
La cuarentena en sí misma
El otro aspecto de la crisis es el lugar que ocupa la preocupación en sí, por el tiempo de
duración y de la consecuente finalización de la cuarentena sin prestar la atención
suficiente acerca del problema que la motiva. Tampoco se observa, en el
comportamiento de las distintas sociedades de occidente, presión de la población sobre
la clase política por la cuestión y las implicancias del COVID - 19. En el caso de la
Argentina, por ejemplo, hay una ausencia notoria de comunicaciones desde el sistema
político. Siendo a su vez por otra parte, el posicionamiento de la sociedad respecto de la
política, de la ciencia y de la economía, lo que seguramente, definirá el futuro de las
democracias occidentales. De momento, la población se encolumna detrás de la cabeza
del poder ejecutivo, más allá de la línea de acción que este trace en la crisis. Así la
obediencia, puede resultar ser la forma que la sociedad encuentra para evitar la anomia
ante la incertidumbre. Por otra parte, en relación con la forma en que se manifiesta en
las redes el efecto de la cuarentena, se puede observar la presencia en la población de
los aspectos culturales que hacen a la vida cotidiana en el marco del liberalismo, del
Estado de Derecho y del individualismo. Así en la cuarentena, que cuenta con
restricciones variadas para la libre circulación, se echa de menos a las costumbres del
individualismo urbano. Por otra parte, paradójicamente con las demandas liberales de la
población hastiada en la cuarentena, se cuestiona al capitalismo de Occidente por su
respuesta ineficiente a la pandemia mientras que se valora a los Estados capitalistas,
autoritarios, no individualistas de China y de Corea del Sur, con marcadas diferencias
de clase, como se ha visto en la película coreana Parasite, del sociólogo Bong Joon Ho.
Aquellas son sociedades con un fuerte control sobre la población, como señala Byung –
Chul Han, aplicados en la coyuntura al sistema sanitario y sugiere el filósofo coreano
radicado en Berlín, la posibilidad, de que estos modelos triunfantes contra la epidemia,
puedan resultar en el tiempo, susceptibles de ser exportados, a lo que habría que agregar
a su pronóstico, que la capacidad económica de los países citados al servicio del
desarrollo tecnológico aplicado a la sanidad y al disciplinamiento sobre la población
resultó determinante. Queda entonces al fin, abierto el interrogante sobre las
consecuencias que dejará la pandemia sobre la humanidad, en que repercutirán sobre el
orden social en el futuro cercano y que protagonismo tendrá la humanidad al fin sobre
su destino.
*Sociólogo y profesor titular regular plenario de Sociología General en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA)