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El café está encantador esta noche

La costarricense Maricel Sáenz logró fabricar café sin usar granos de café, gracias a la biotecnología. Hoy busca smart money para desarrollar su emprendimiento.

café
¿Cómo reconocer un buen café? | Unsplash

No hay alianza más poderosa que aquella forjada entre las luces del carisma y el empuje de la determinación, cuando se encuentran en el semblante de una mujer. 

Así, con sus anteojos de marco transparente, sonriendo cuando adivina la pregunta o si acaso una reflexión la invita a bailar, Maricel Sáenz despliega todo su encanto para resumir, con los bríos de los 30, por qué fundó Compound Foods, su emprendimiento en el que la biotecnología permite fabricar café sin usar granos de café. 

Maricel nació en Costa Rica. “Mi país, aunque pequeñito, es uno de los mayores productores de café del mundo (…) y resulta que esa bebida es, a nivel global, la que más se consume después del agua –refiere ya con tono de cierta preocupación–, pero si no hacemos algo para modificar la manera en que se fabrica y distribuye el café, en poco tiempo no podremos seguir disfrutándolo”.

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Okey, pero su propuesta no es señalar con el dedo a los pequeños productores “ticos”, sino que el diagnóstico que la llevó a pensar en el café surge de una mirada general sobre la industria: “Las grandes compañías cafeteras arrasan el Amazonas, pagan muy poco a los productores locales y bajan la calidad del producto. Aquí, en Estados Unidos, se consume muchísimo café de mala calidad que, además, impacta negativamente en el clima”.

Pero también es allí donde el mercado presenta posibilidades de mayor y mejor competencia, el lugar que Maricel elige para desarrollar su negocio, por dos buenas razones: a) existen chances reales de que un producto como el beanless coffee –café hecho sin granos– sea elegido por el consumidor final, por sabor y precio; b) especialmente en California, la conciencia ambiental de la comunidad empuja a la adopción de nuevas costumbres a tono con la agenda climática.

El sitio especializado en tecnología Techcrunch informa que, al día de hoy, Compound Foods logró reunir más de 5 millones de dólares en inversión para el desarrollo de este café, que todavía no salió al mercado. Al respecto, Maricel admite que sería desagradecido decir que sufrió discriminación por su condición de mujer joven y latina, pero sabe que, en el ecosistema tecnológico, esas cualidades siempre suponen mayores retos.

De todas maneras, no cabe duda de que el camino de Sáenz ha sido bastante recto; estudió Finanzas en una universidad canadiense, luego voló a Stanford, donde cursó un programa en el que enseñan a emprendedores latinos cómo escalar su negocio, y hoy está tentando a gourmets del mayor nivel para que prueben su café.

“It´s about finding your people” –se trata de encontrar las personas adecuadas para tu propósito, podríamos traducir– sostiene ella, abriendo los ojos y las manos como quien descubre la fórmula de la felicidad. 

Y no es para menos, considerando que Maricel está liderando un negocio que, al mismo tiempo, sostiene una ética con responsabilidad empresarial, sin descuidar la rentabilidad, con el delicado detalle de que su propuesta pone el dedo en el consumo de algo tan familiar, tradicional y acostumbrado como el café. 

En esa compleja ecuación, a esta costarricense cuya pronunciación ofrece una cadencia fantástica, no le sirven los capitales que solo invierten buscando rentabilidad. En el ambiente tech, se denomina smart money a la inversión que se acompaña con miradas, consejos y puntos de vista por parten de quien pone su dinero al servicio del emprendimiento, pero también se involucra aportando al proyecto calidad humana y profesional. 

Desde luego, es lo que ella necesita en esta parte del camino. “Trabajo con científicos todos los días. Estamos desarrollando una plataforma de fermentación que nos permite usar bacterias para transformar ingredientes. De esa manera, usamos semillas de plantas cuyo valor de mercado es muy bajo, y las intervenimos y combinamos buscando el sabor del café. Pero en mi equipo soy la que menos sabe de la parte técnica, aunque por eso mismo hago las preguntas difíciles”, admite con una sonrisa, que es parte de su sello inconfundible.

Usar la ciencia para resolver problemas, ese es el modo en que Maricel Sáenz proyecta su mirada del mundo. Está preocupada por la contaminación de los océanos y por cierta idiosincrasia latinoamericana que transmite claudicación en vez de iniciativa. 

Ella lo explica así: “Yo sé que los grandes problemas que hoy tenemos como humanidad no se resuelven desde nuestros países (…) vine a Estados Unidos porque creo que aquí está el mercado al que puedo proponerle un cambio, pero además nadie puede resolver todo, sino que debo enfocarme en lo que sí puedo cambiar”.

Cuando frunce el ceño deja al descubierto que su verdadero interés se acaba consiguiendo poner en el mercado el mejor café del mundo, hecho con el descarte de otras plantas y mucha ciencia. Incluso queda claro que a Maricel tampoco la dejaría tranquila hacer el negocio más rentable de Silicon Valley.

“Yo siempre pienso en Latinoamérica, sí creo que allí tengo que poder desarrollar un emprendimiento que ofrezca una alternativa a algunos de los problemas que tenemos”, sentencia, y es como si empezara a sonar, de fondo, esa enorme balada en la que Bon Jovi invita a un idealista a sostener en alto sus argumentos, que son, finalmente, sus mejores armas.

Ya que esta chica es un deleite en su “espanglish”, levantemos el volumen. “Stick to your guns”, canta Jon, y a Maricel le sienta bien el consejo. Su café puede ser el mejor del mundo, y de seguro acompañará las batallas que libre, con la sangre de su juventud, de aquí en adelante, en tierras más o menos lejanas.

Solo que, en cada ocasión que la convide a levantar la voz, ojalá tenga cerca a su ángel de la guarda que le susurre al oído que, en ella, el peor de los pecados sería dejar de sonreír.