Pacto social, congelamiento de tarifas y “cuidado de precios”, incremento salarial decidido por el gobierno: herramientas para contener la inflación y sus efectos.
Identifican una estrategia alejada de la ortodoxia, la que trata la inflación como fenómeno de demanda excedente. Para la ortodoxia estabilizar es “ajustar”: reducir gasto público, frenar el privado vía restricciones tributarias, monetarias o crediticias; atraso cambiario e incentivar importaciones. Apagar el “recalentamiento de la economía”.
Hoy, como desde los 70, sufrimos inflación y estancamiento, estanflación. Si apelamos “solo a apagar el fuego del recalentamiento de la economía” profundizaremos el estancamiento sin abatir la inflación. El atraso cambiario, o financiar incremento de las importaciones con deuda no reduce la inflación y destruye la estructura productiva.
La ortodoxia agrava la estanflación. Pero la visión keynesiana ingenua, romper el estancamiento con más gasto público, es como empujar un vehículo empantanado y lo hunde.
Fernández ha tomado medidas de ajuste para negociar la deuda (el FMI lo celebra); y además decisiones salariales, previsionales e impositivas, “precios cuidados” y congelamiento de tarifas. Una política que sugiere enfoque sistémico, pero que aún reclama verdaderos acuerdos sociales para reducir la inflación y mejorar la actividad.
Antecedentes. Antes del pacto social de 1973 hubo experiencias del tipo “políticas de ingreso más controles”. Arturo Illia (1963) ejecutó la política del “15% salarios y precios 12%”. Varios ministros de la dictadura (1966-1973) realizaron políticas de ingreso y controles de precios con éxitos parciales, temporarios, respecto de la inflación. Pero 1964-1974 fue una década de crecimiento y destacado incremento de la productividad, con dos “fallas” sistémicas: el aumento de la productividad no se distribuyó –bajó la participación salarial en el ingreso– y no hubo expansión de las exportaciones. Sin “salida” de mercado interno o exportación, el crecimiento de la productividad empuja al estancamiento.
Concertación. La “política de concertación”, “el pacto social de 1973”, ejecutada por el primer gobierno que desde 1955 fue elegido sin proscripciones, heredó ese estancamiento. En 1971 un extraordinario aumento, “electoralista”, de las remuneraciones públicas en todo el país (general A.A. Lanusse) provocó, vía Presupuesto, un efecto espiral de precios y en 1972 comenzó una recesión con alto desempleo e inflación.
Cuando asume el Frejuli (peronismo, democracia cristiana, conservadores, etc.) la inflación era 80% anual y caían PBI y empleo (mayo 1973).
Mediante el pacto social, aquel gobierno acordó la administración concertada de precios, suspendió por dos años las convenciones colectivas, incrementó los salarios en el equivalente al 20% del salario mínimo (suma fija), financió a las pymes para el pago de los salarios y acordó leyes para un cambio estructural, industrialista y exportador.
Esas leyes fueron herramientas del Plan Trienal junto con las Actas de Concertación (verdaderos programas de producción) con el campo, la industria automotriz, siderúrgica, estados provinciales y la “reparación histórica” de las provincias postergadas, etc.
El pacto social no fue un programa de “control de precios” sino la concertación integral del desarrollo para desinflacionar, incluida la reforma del Estado.
Inflación importada. Vivíamos democracia posdictadura y guerrilla procurando asaltar la democracia. La situación política era compleja. El presidente H. Cámpora, al igual que la guerrilla, enfrentaba al pacto social por ser el “programa de la burguesía nacional”. La crisis culminó con la renuncia de Cámpora (julio de 1973). El plebiscitario triunfo (septiembre 1973) de Perón, y su programa, fue desafiado por los Montoneros, que asesinaron a J.I. Rucci, un verdadero pilar del pacto.
Los resultados de estabilidad y crecimiento en marcha sorprendían a los adversarios. Roberto Alemann, decano de los economistas liberales, reconocía el éxito que él no había imaginado.
La crisis del petróleo nos trajo la “inflación importada”. El barril, a principio de 1973 cotizaba 1,7 dólares, en octubre comenzó la escalada, y al terminar el año cotizaba 2,7 dólares. En 1974, 11 dólares.
La concertación, pese a ese golpe, fue lo que permitió que la inflación anual, post crisis petrolera a marzo de 1974 fuera de 14%.
A partir de la ausencia (junio 1974) de Perón en la Casa Rosada, el pacto quedó aislado políticamente soportando trabas y hostigamiento, hasta de algunos funcionarios –dirigentes peronistas– del equipo, que, después de la renuncia de Gelbard, siguieron en el gobierno conducidos por J. López Rega.
López Rega. En octubre de 1974 el ministro A. Gómez Morales, instalado por López Rega, un ortodoxo, comenzó a desmontar la Concertación. En nueve meses Gómez (julio de 1975) acabó con las reservas, provocó más inflación y detuvo el crecimiento. Para él “la economía estaba recalentada”.
El pacto social –Gelbard duró 16 meses– durante los primeros cuatro meses no gozó de la empatía de la Casa Rosada. Pero contaba con el apoyo de Perón. Los últimos cuatro, sin Perón, fue hostigado por López Rega.
Resultados. El Informe del FMI Artículo IV de diciembre de 1974 dice que, el gobierno “detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios mediante una política de ingresos basada en un pacto social entre el sector empresarial y el laboral (…) que tenía por objeto (…) una distribución más favorable a los asalariados y detener la inflación (…) En el año terminado en marzo de 1974, la tasa de inflación fue sólo de 14 por ciento, en comparación con cerca del 80 por ciento en el año terminado en mayo de 1973 (…)
”En 1973, pese a la brusca reducción de la inflación, el crédito interno neto del sistema bancario aumentó 80 por ciento (…) pronunciada mejora de la balanza de pagos (…) el producto bruto interno se recuperó alcanzando un nivel sin precedentes (…) habiéndose registrado un aumento considerable de las reservas netas en 1973 y en el primer semestre de 1974 (…) En lo que va de 1974, la posición de la balanza de pagos de Argentina se ha manifestado fuerte, pese a la restricción de la importación de carne impuesta por la Comunidad Económica Europea y el encarecimiento del petróleo…”
Para todo programa de mucha administración (heterodoxia) y menos mercado (ortodoxia) son imprescindibles resultados prestos (inflación y actividad), consistencia técnica en la concepción y la aplicación; coherencia en el equipo y solidaridad del oficialismo.
Para un “pacto social” con heterodoxia, la solidez técnica es tan importante como la solvencia política. Eso hace posibles las “reformulaciones”. La inflexibilidad de los seudoaliados es provocadora y más dañina que las críticas adversarias. Nos pasó.
La lección del pasado es que si esta “heterodoxia 2020” logra consistencia técnica y condiciones políticas requeridas para “concertar dinámicamente”, entonces, por ejemplo, la futura “crisis del petróleo” y la “inflación importada”, o los desajustes que se presentarán, serán controlables.
Viendo lo que hay, resta mucho por hacer.
*Profesor emérito de la UBA. Ex subsecretario de Economía de la Nación.