François Dubet es uno de los sociólogos más destacados de la escena intelectual francesa. Trabaja los temas de modelo de igualdad de oportunidades, la inmigración y el rol de la sociología, y conversó con PERFIL sobre la participación de jóvenes franceses en los atentados de París.
—¿Por qué aumenta la radicalización de los jóvenes en Francia?
—Si bien hay jóvenes que se fanatizan con el islam en Francia y en toda Europa, debemos tener en cuenta que son poco numerosos entre los jóvenes musulmanes. Las motivaciones que llevan a estas personas a la radicalización religiosa son diversas. Las causas pueden ser religiosas, políticas y personales. Ellos están convencidos de ser los mártires, y por eso se entregan con tanta devoción a la causa. Muchos jóvenes atraídos por el islam radical provienen de los suburbios, pero también algunos de ellos han hecho carreras profesionales, trabajan y viven en barrios de clase media. Lo que todos tienen en común es la frecuentación de mezquitas de orientación radical, el vincularse entre ellos a través de internet y sobre todo una gran discreción: sus padres y familiares no se ven venir esta situación.
La verdad es que no creo que el terrorismo sea consecuencia directa de un problema social de los suburbios. La falta de empleo y la pobreza pueden generar disturbios, revueltas e inseguridad, pero el origen del terrorismo tiene que ver con la manifestación de la crisis de Medio Oriente. Esta guerra puede fascinar a algunos jóvenes desesperanzados con el mundo actual, pero la radicalización no es consecuencia directa de las miserias sociales. La radicalización es la manifestación en Francia y en Europa de una crisis y de una guerra propia del islam. La radicalización religiosa frecuentemente se desarrolla en los suburbios. De todos modos, aunque todos los jóvenes musulmanes pertenecieran a la clase media, no creo que estuviéramos a salvo de este fenómeno.
—¿El servicio de inteligencia francés podría haber previsto los atentados?
—El servicio de inteligencia pudo prever algunos atentados, pero no uno como el del 13 de noviembre. Nadie en este momento es capaz de decir que estos servicios han hecho mal su trabajo. Sin duda, el gobierno francés tendrá que aumentar la inversión en las fuerzas policiales e incrementar el control a las mezquitas de tendencia radical. De todos modos, sería demagógico hacerle creer a la gente la posibilidad del riesgo cero, ya que es imposible.
—¿Qué piensa del cierre de fronteras?
—Me parece que esta medida no es cuestionable, aunque sea desagradable. No se puede exigir más seguridad denunciando las medidas.
—¿Cree que hoy los franceses ven la diferencia entre musulmanes y extremistas, inmigrantes y yihadistas?
—Acá tenemos el principal problema. Si Francia acusa en forma colectiva a los musulmanes y a los inmigrantes de ser los responsables del terrorismo, del cual ellos también son víctimas, los yihadistas habrían cumplido su objetivo. Es decir, estaríamos en una guerra entre musulmanes e infieles. Este es un escenario temible porque es empujado por la extrema derecha francesa. La instrumentalización del terrorismo a los fines políticos internos es el mayor peligro al que nos enfrentamos. La gran mayoría de los musulmanes rechazan el terrorismo, y muchos de ellos no son practicantes religiosos.
—¿Qué piensa cuando se hace referencia al atentado como parte de una tercera guerra mundial?
—No sé si hoy estamos transitando una tercera guerra mundial. Creo que es un nuevo tipo de guerra. Un bando elige el terrorismo y el otro, los ejércitos, los ataques aéreos y el Estado. El campo de batalla es a la vez en todos lados y en ningún lugar. Por esta razón estamos tan mal preparados para esta guerra. Es decir, no existe un campo de batalla tradicional.
—¿Qué piensa de la respuesta que dio el gobierno a los atentados?
—Me parece que el gobierno francés tuvo una buena actuación: apeló a la solidaridad, tomó decisiones para mantener la seguridad a través del estado de sitio y rechazó las acusaciones a musulmanes franceses.
Me temo, sin embargo, que esta posición de equilibrio es difícil de sostener cuando muchos de los responsables políticos querrán usar esta situación a su favor: acusando a los musulmanes, reclamando mayores medidas de seguridad y encerrando a los supuestos sospechosos. En oposición a estas medidas, los franceses deberíamos recurrir a la unión nacional en defensa de nuestros valores. Insisto, la fragmentación de la sociedad francesa es el mayor peligro y la peor respuesta que podemos dar a los terroristas. Generar miedo entre creyentes y no creyentes es justamente lo que ellos buscan al matar ciegamente en las calles.
—¿Cuáles son las principales consecuencias del ataque en la sociedad francesa?
—Hoy vivimos un cambio de época porque nos dimos cuenta de que estamos en guerra y que somos parte del campo de batalla sirio e iraquí, entre otros. Esta problemática involucra a toda Europa y el mayor riesgo es el retroceso de la democracia. Esto llevaría a mayores exigencias de seguridad, al cierre de fronteras, y los inmigrantes serían los chivos expiatorios de una crisis que no les pertenece. La democracia está amenazada. Tenemos que ser todavía más democráticos. Sobre todo debemos apoyar fuertemente a los musulmanes republicanos