Cabanchik: Así como el espejo del Lager en los ampos de concentración del nazismo sería significativo para entender las condiciones contemporáneas del mal, ¿también lo es el del terrorismo global que se ha mostrado con toda crudeza recientemente en la masacre de París? ¿Cómo reacciona Simona Forti frente a ello?
Forti: Son dos reacciones: una, la de la ciudadana italiana que vive en la cercana Turín, y viaja frecuentemente en tren hacia París, que es una reacción de miedo, en fin, pasional; la otra, en un plano más reflexivo, me indica que debemos detenernos a pensar un instante y ver en el terrorismo la escena del mal en sus componentes diversos, que hay que ser capaces de separar. Por ejemplo, distinguir entre los promotores y emprendedores del odio, que dirigen esas acciones, de los jóvenes de veinte años que se suicidan en los atentados.
C: ¿Qué asociación podemos hacer entre esos jóvenes suicidas y, por caso, “los Kapos” u otros personajes del Lager nazi, que se mueven según el decir de Primo Levi, en “la zona gris”, esa zona en la que habitan precisamente los demonios mediocres?
SF: Yo creo que la relación entre unos y otros se manifiesta a la vez como especular y contraria, porque mientras el joven suicida absolutiza la muerte, el Kapo absolutiza la vida. Pero la dinámica es siempre la misma: adecuarse a una norma que viene de otra parte. Esa norma, en términos de poder, instrumenta para sus propios fines, ya sea la absolutización de la vida como la de la muerte.