ELOBSERVADOR
A 50 aos de la noche de los bastones largos

Renunciar como forma de protesta

Ayer, en el Colegio Nacional de Buenos Aires se hizo un homenaje a los 1.378 docentes que dejaron su puesto luego de la represión. Intelectuales que no avalaron la dictadura e iniciaron lo que fue la primera fuga de cerebros del país.

201607301120observador6660
Maestros. En el centro de la imagen, Silvia Braslavsky junto a Juan Carlos Gottifredi y Carlos Abeledo. Los tres renunciaron luego de la Noche de los Bastones Largos. | Marcelo Silvestro

La universidad pública sufrió el atropello de las fuerzas del Estado el 29 de julio de 1966. Un gobierno de facto atacó a su gran enemigo: el pensamiento crítico. Profesores, investigadores y alumnos fueron desalojados por la fuerza de los claustros al oponerse a la intervención militar. Como acto de protesta ante el avasallamiento de la autonomía y el ejercicio de la violencia, cerca de 1.300 docentes de la Universidad de Buenos Aires presentaron las renuncias a sus cargos. Muchos de ellos abandonaron la actividad universitaria de manera definitiva. Otros continuaron sus carreras como académicos y científicos en universidades extranjeras. A cincuenta años de la Noche de los Bastones Largos, la UBA organizó unas jornadas con el propósito de contribuir a la reflexión de estos acontecimientos y reconocer a aquellos que sufrieron las consecuencias de esta embestida.

A un mes del golpe. El 28 de junio de 1966, el golpe militar, conocido como Revolución Argentina y encabezado por Juan Carlos Onganía, derrocó al presidente Arturo Illia y enseguida decidió intervenir universidades nacionales que se regían por los principios de autonomía y el cogobierno. El rector de la UBA, Hilario Fernández Long, y el Consejo Superior rechazaron la medida. Estudiantes y docentes ocuparon varias facultades para visibilizar la protesta. El caso emblemático fue el de la Facultad de Ciencias Exactas, ya que esa misma noche, los actores que defendían la autonomía y la pluralidad de ideas en la universidad fueron golpeados con bastones largos.
¿Por qué en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se produce el episodio de mayor violencia? “Exactas representa lo más dinámico del proceso de universidad autónoma. Es ahí donde se produce la resistencia más clara al intento de modificar la situación. Era una facultad atravesada intensamente por la vida política. Es un hervidero donde se articulan muchas cosas. Había mucha discusión sobre el tipo de investigación que se hacía, sobre el valor de la investigación y sobre cómo debía financiarse”, explica Pablo Buchbinder, doctor en Historia.
“Hacia las 21 la facultad de exactas estaba rodeada por la policía, que solicitaba la evacuación. Tiraron por las ventanas del aula magna gases lacrimógenos, rompieron las puertas y entraron. Ahí nos forzaron a ponernos en el patio de la facultad contra la pared y pensé que nos iban a fusilar. A medida que íbamos saliendo nos golpearon con los bastones. Nos llevaron a varias comisarías y nos pusieron en las celdas. Ahí me di cuenta de que tenía un corte en la cabeza y más tarde, cuando me soltaron, fui a una clínica y me dieron 12 puntos. Al día siguiente, hubo una reunión de docentes, decidimos que la situación era intolerable y muchos renunciamos”, dijo Carlos Abeledo, doctor en Físico-Química y ex director del Conicet.
El 1º de agosto de 1966 se dieron a conocer las primeras renuncias de docentes de la UBA luego de la Noche de los Bastones Largos. Según el licenciado en matemática Raúl Carnota, éstas no fueron espontáneas, sino que se trataba de una decisión colectiva que se venía discutiendo en las asambleas. “Hubo una negociación con el gobierno de Chile y ochenta científicos nos fuimos a Chile”, agrega Abeledo. Sin embargo, el día 21 de febrero de 1969, sin mediar aviso alguno se publicó en el Diario Oficial una resolución de Ministerio del Interior firmada por el Presidente denegando la residencia a un grupo de profesores argentinos, y se disponía que “si no abandonaban voluntariamente el país dentro de las 72 horas siguientes a la fecha de esa publicación, se procedería a dictar el correspondiente decreto de expulsión”. El reflejo de las autoridades universitarias chilenas intentó torcer la decisión e indagar las causas, pero el tema tomó estado público y entonces no pocos diarios lanzaron encendidas proclamas chauvinistas contra los profesores argentinos.
Silvia Braslavsky se exilió a partir de la Noche de los Bastones Largos y continuó su carrera en el exterior hasta convertirse en investigadora senior y profesora del Instituto Max Planck de Química Bioinorgánica. “De ninguna manera pensamos que nos íbamos a ir de verdad. Creíamos que la fuerza de la acción colectiva iba a impedir lo que ocurrió. A partir de ese día no entré más a la facultad. Mandé a mi hermana a recuperar mis cuadernos al laboratorio”, relata la científica.
La psicóloga Adela Leibovich de Duarte es una de los 1.378 docentes que renunciaron luego de la intervención en la universidad. “En ese momento acababa de ganar dos concursos: uno en el departamento de orientación vocacional, y otro para el cargo de jefe de trabajos prácticos en una cátedra de psicología. Estaba muy activa en el movimiento de la facultad, y mi esposo era consejero suplente por graduados en el movimiento reformista en la facultad de Filosofía y Letras. Después de la Noche de los Bastones Largos, renuncié a ambos cargos”. En ese momento, Rolando García era el decano de la Facultad de Ciencias Exactas. El hizo una conexión con la Academia de Ciencias de Estados Unidos e invitó a gente que consideraba académicamente valiosa. Adela, acompañada de su marido, optó por esa oportunidad y realizó en Nueva York su doctorado. En 1972 decidió volver a la Argentina para criar a su hija.
“Con la fuga de cerebros se tendió un puente para que otros aprovecharan una gran inversión que había hecho la sociedad argentina. La gente que se estaba formando en ese momento habría dado su vida para formar a muchos profesionales”, dice Juan Carlos Gottifredi, doctor en Ciencias Químicas que fue director del Conicet y profesor emérito de la Universidad Nacional de Salta. En relación con el movimiento estudiantil en la Noche de los Bastones Largos, Oscar Reali, que fue representante de los movimientos humanistas, dice: “Creo que este episodio fue un punto de quiebre para la militancia estudiantil. Nos solidarizamos con la gente golpeada, investigadores y docentes que tomaron el camino del exilio. Hubo una pérdida de valor del movimiento y a partir de entonces nos volcamos a la acción política nacional. El camino de la universidad había mostrado sus limitaciones en su capacidad transformadora”

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite