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Un inédito debate sin insultos sobre el legado K

Svampa, Palermo, González y Jozami analizaron cuáles son las consecuencias que deja el modelo instalado en la última diez años.

MOMENTOS. Los pensadores K señalaron la baja del cuadro de Videla como uno de los símbolos de la década; hablaron mucho de Néstor, pero muy poco de Cristina.
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La llamada “década ganada” obra milagros. Milagros mínimos, difusos, pero no por eso menos loables: amables cambios de opinión, vecindades imposibles en otros escenarios y todo sin comparsas, gritos ni “cámporas” agitando a sus bases para calentar la charla. Todo esto sucedió el lunes 23 en la Universidad Torcuato Di Tella. Bajo la moderación de Juan Gabriel Tokatlian, expusieron (no hubo debate, en verdad) Horacio González, titular de la Biblioteca Nacional;  Eduardo Jozami, director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti; Vicente Palermo, politólogo, ensayista y sociólogo –el único que leyó su ponencia–;  el economista y actual investigador principal del Conicet y director del Centro Ideas de la Universidad Nacional de San Martín Guillermo Rozenwurcel, y Maristella Svampa, licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, única mujer de la mesa, oradora excelente y una gran provocadora.

Sin debate. No hubo debate porque, apenas iniciada la rueda de opiniones, González avisó que debía partir a las 19 “por otro compromiso previamente pactado”  y el kirchnerismo quedó en clara desventaja para defender el modelo, el relato y la década.
En ese susurro que lo caracteriza y con la dulce sonrisa siempre pronta, González  habló de la liturgia K y destacó básicamente que “la idea de una reconciliación de la sociedad”, refiriéndose al fin de los juicios por delitos de lesa humanidad que según él propone el diario La Nación, “será para otras generaciones, no para la mía”. Y destacó que defiende la prosecución de esos juicios. Para finalizar, dijo  que el discurso político “cuenta con un lenguaje pobre y en gran medida la  razón es que los medios de comunicación imponen una lengua trivial”.
El segundo orador fue Palermo, quien apenas tomó la palabra cargó contra el enriquecimiento y la corrupción de los Kirchner “para hacer política”; habló de la relación entre “la líder y su séquito” y destacó la innecesaria designación de un candidato “desconocido” (por Martín Insaurralde) y lo tomó como un ejemplo de “un poder que se aleja y deja un vacío”.
El Indec fue otro blanco de Palermo, que definió la política de los números del instituto como “el triunfo de la voluntad sobre las matemáticas”.

Lo escucharon más de cien personas, entre los que se destacaban Rafael Bielsa –el más saludado de los “conocidos”–, Graciela Fernández Meijide, Mario Rapoport, Enoch Aguiar, Abraham Gak, Pablo Gerchunoff, Roberto Gargarella, Daniel Muchnik y Jorge Sigal.
Eduardo Jozami, que supo abrazar la alianza que llevó a Fernando de la Rúa al poder y ahora es un defensor a ultranza del modelo y del “relato”, no se veía contento cuando tomó el micrófono. Arrancó con la crisis de 2001, a la que definió como la madre de la aparición de Néstor Kirchner, y discurrió por ese carril dialéctico que, según admitió, no era el que tenía pensado, pero que fue una especie de respuesta a las duras frases hirientes de Palermo.
Para Jozami, a partir de 2001 hubo una enorme crisis de representación y Kirchner, con su llegada, hizo mucho más de lo que había prometido y demostró “que la política sirve para cambiar cosas: aquella desconfianza profunda Néstor la revirtió”. Y enumeró: “Salimos de las relaciones carnales y logró que la militancia volviera a ser una sana costumbre. En un país donde la gente participaba poco, ahora hay muchos haciéndolo, aunque esto no significa que no tengamos que hacer autocrítica”, anunció.
Fue el único de los oradores que arrancó un aplauso más acalorado que los demás, pero también el más propagandístico, “una elegía al lugar común”, como definió un ex funcionario ahora en el ámbito privado. O, mejor, “el Turco –Jozami– sólo dijo frases para Fútbol de Primera”, como graficó un estudiante avanzado. “Al menos González –siguió– dijo algo novedoso sobre la cuestión escénica de la política y las liturgias”. Y tenía razón: el director de la Biblioteca Nacional sintetizó ambas cosas en la figura del Eternauta con la cara de Néstor: “Es una fusión publicitaria que demuestra lo que quiero decir”, explicó el hombre de Carta Abierta.
Y acá cabe aclarar algo común a todos los disertantes kirchneristas en particular y a los oradores en general: el eje de los discursos fue el finado Néstor y nunca, o casi nunca, la presidenta Cristina Fernández, cuyo nombre brilló por su ausencia. La otra aclaración es que cuando se discurrió sobre los crímenes de lesa humanidad, o los avances en los juicios a los represores, nadie mencionó a Raúl Alfonsín, ni siquiera cuando se hizo referencia a la vuelta a la democracia.
Svampa arrancó hablando de progresismo, peronismo y populismo, y aseguró que la gran pregunta de este último sector era “qué tipo de hegemonía se está construyendo”. Y abundó: “El del kirchnerismo es un populismo de clases medias, muy distanciado de las clases bajas. A mí me extraña mucho escuchar a la gente alabar a otra persona, como si de eso se tratara todo. Y el tema central es saber cómo se entiende el kirchnerismo desde el peronismo”. Y dijo: “Este gobierno apunta a la consolidación del consumo de las commodities, pero sin darles ninguna importancia a los que castiga con esa política. Porque fueron las clases medias progresistas con un discurso de rupturas las que hicieron posible los acuerdos con Chevron, por ejemplo”.
Svampa dijo que el Gobierno está encapsulado en esas clases medias progresistas y militantes, y cerró: “El kirchnerismo  eligió consolidar lo peor de la megaminería y de los negocios; no nos dejan un país mejor, nos dejan un país hipotecado”.
Rozenwurcel arrancó con una humorada al decir: “Parafraseando a Julio Cobos, mi balance sobre esta época es no positiva”; y recordó la frase de Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral cuando se pregunta “cuándo se jodió Perú, Varguitas”, pero cambiando el país por  la “jodida” Argentina.
“Los kirchneristas  desprecian el debate en serio. El próximo gobierno va a heredar muchos problemas: el Indec, una tremenda crisis energética, déficit en cuenta corriente y más trabajo informal, un combo que va a condicionar la libertad de los próximos administradores”, dijo el economista.

Afirmó que no está en contra de subsidiar a los sectores más pobres, pero “de otra manera, rediseñando esos recursos de otra forma –dijo–. Fíjense que la asignación universal por hijo, que está muy bien, significa medio punto del presupuesto, mientras que cuatro puntos se van en otros aportes”, que no explicó. Destacó la falta de inversión en salud, “en infraestructura; hay que detener el deterioro de la educación y la caída de la matrícula en la escuela pública en detrimento de la privada. Kirchner tenía una visión anacrónica de los motores del desarrollo económico, porque desvalorizaba al conjunto de los empresarios innovadores”, y criticó “el castigo que le impuso al agro”.
Tanto Rozenwurcel como Svampa profundizaron el tratamiento preferencial que el santacruceño dio al “capitalismo de los amigos, el sistema financiero y a las empresas extractivas”.

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Una charla sin militantes

Si bien pocas veces se vio un debate tan civilizado, sin voces altisonantes ni insultos, fueron discursos dirigidos a unos pocos asistentes, casi todos políticos o estudiantes, en un ambiente donde la militancia estuvo totalmente ausente. ¿Se animarían esos disertantes a repetir ciertos conceptos en lugares menos propicios?
Probablemente sí, dada la solidez de las palabras allí vertidas, aunque cada uno dentro de su sello personal: de militancia los K como Jozami y González (este último, menos), y de cátedra el resto de los oradores, seguidos de cerca por Juan Gabriel Tokatlian, que muy al principio, y aprovechando la cercanía de la Universidad Torcuato Di Tella con el estadio de River, dijo que tenía tarjetas amarillas y rojas para sacarles a quienes se pasaran de los 20 minutos de exposición estipulados. No fue necesario.
Las preguntas que comenzaron cerca de las 20 se refirieron a temas puntuales como la jubilación y la deuda con ese sector, dirigida claramente a los oradores K, y una a Svampa: “Si esto es un populismo de clases medias y no de clases populares, ¿no habría que avisarles a estos últimos?” Hubo risas, y una respuesta: “Algunas tardan mucho en avisar que éste es un populismo de clase media”.

Otros integrantes del público hablaron del deterioro de la calidad educativa y hasta se mencionó un “eduquicidio” por parte del “Gobierno”, aunque sin mencionar jamás a la jefa del Ejecutivo.
Las preguntas del auditorio –muy raleado a las 20.30– se hacían de a seis, de modo que las respuestas se fueron perdiendo, como la fría tarde del lunes y sin tarjetas rojas.