¿Qué tienen en común un nene que da sus primeros pasos en el campo, un grupo logístico sudamericano, una porteña, el dueño de un pequeño almacén, una multinacional de bebidas, un fabricante de automóviles de primera línea, el líder de una comunidad originaria de Chaco, y el intendente de un pueblo cercano al Río Chubut? A primera vista, nada. Pensándolo mejor, mucho más de lo que podríamos suponer.
A los fines de este razonamiento, el origen de cada uno de ellos es intrascendente. Pero no así sus rutinas diarias, el lugar en qué viven y las condiciones en que lo hacen. Dejando el trazado de los mapas a un lado, padecen -con distintos niveles de gravedad- los efectos de la degradación ambiental en todas sus formas.
¿Dónde están los principales responsables? En las ciudades. El crecimiento exponencial de las últimas décadas, su falta de planificación y la inadecuada gestión de sus propios residuos derivó en la explotación desmedida de los recursos naturales del área urbana pero también de las más alejadas. Con una pasmosa naturalidad, las metrópolis viven a expensas de las zonas menos pobladas y comparten con ellas el resultado de “su” contaminación, además de los efectos de los desastres naturales cada vez más frecuentes.
Sustentabilidad sin descuidar la innovación: cuáles son los compromisos de las empresas
“Las ciudades del mundo ocupan solo el 3% de la tierra, pero representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono”, sostiene un reporte de Naciones Unidas, que resume 17 objetivos de desarrollo sostenible a nivel mundial para 2030. De esos 17, se destacan el de agua limpia y saneamiento, igualdad de género, energía asequible y no contaminante, producción y consumo responsables, acción por el clima, vida submarina y vida de ecosistemas terrestres.
Ante este panorama, parte de la ciudadanía y las grandes empresas se vuelcan hacia prácticas de sustentabilidad. Desde pequeños gestos privados hasta reformulaciones completas de negocios, comienzan a modificar pautas de producción, distribución y consumo, acorde a nuevas metas de la forma de vida urbana.
De eso hablamos en la tercera edición de Ciudades del Futuro. Reunidos por Editorial Perfil, la directora de Asuntos Públicos, Comunicación y Sustentabilidad de Coca-Cola Argentina, Mariale Álvarez; el director de asuntos corporativos de Toyota Argentina, Diego Prado, y el gerente de desempeño ambiental de Andreani, Gabriel Pérez, debatieron en torno a las oportunidades, condiciones y obstáculos que encuentran para alcanzar estándares de sustentabilidad en el contexto argentino actual.
¿Qué tenían en común? Mucho. Los tres representan a compañías que son hoy referentes de la sustentabilidad en el país y coincidieron en que no se trata de hacer negocios que sean sustentables sino de concebir este valor como una condición para el desarrollo de sus empresas, un requisito excluyente para cualquier práctica.
Cómo serán las ciudades del futuro: entre la ecología y la optimización
Ese posicionamiento es claro en nuevos negocios y en firmas que cuentan no sólo con políticas globales sino también con estándares internacionales que, de una forma u otra, condicionan el intercambio comercial con otros países en tanto cumplan con sus exigencias medioambientales. La duda radica entonces en las pequeñas y medianas empresas, para quienes la sustentabilidad puede medirse en términos de costos: se trata de encontrar oportunidades de crecimiento ahí donde el plan de negocios no hizo foco.
La conversación abordó no sólo los modelos y la experiencia particular sino también la necesidad de articular los hábitos privados de los consumidores, la política empresaria y una legislación en línea con las necesidades de los ciudadanos, más allá de las limitaciones burocráticas y de jurisdicción.
Teniendo en cuenta esto, y mientras descifran las pautas de consumo, se abrió un interrogante: ¿deberían estar todas las empresas obligadas a adaptar sus circuitos a un modelo de economía circular? No necesariamente, en la medida en que compensen con acciones concretas el efecto de sus producciones sobre el ecosistema en que se desarrollan.
Lo que parecía un ejercicio para reconocer diferencias y coincidencias encontró experiencias similares, desafíos y ajustes locales tendientes a equilibrar no sólo medidas urgentes ante el cambio climático sino también la toma de conciencia en torno a la adopción de programas sustentables, incluso si eso implica reeducar a los consumidores, únicas garantías del “largo plazo” de estas conductas.
Naturalizar una conciencia medioambiental de un modo progresivo para asegurar niveles de vida sustentables y armónicos con el entorno: pareciera ser ese el principal desafío de las ciudades del futuro.