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Coronavirus

Covid-19: cómo se logró evitar una catástrofe en los barrios populares

Una de las claves ha sido el trabajo desarrollado por el plan DetectAR, pero aun así hay diferencias marcadas entre autoridades y organizaciones de vecinos.

foto barrio 31
Barrio 31 | AGENCIA AP

El desarrollo del operativo DetectAR en las villas porteñas parece haber sido la clave para contener una ola de contagios que parecía imparable al principio de la pandemia y amenazaba con derivar en catástrofe. “Estamos diagnosticando menos de 60 casos por día entre todos los barrios vulnerables de CABA. Cada nuevo positivo contagia a menos de una persona”, señaló a Perfil Gabriel Battistella, subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria del Gobierno porteño, mientras los casos positivos de Covid-19 continúan en aumento en todo el país.

DetectAR tiene presencia en los siete barrios populares más importantes de la Ciudad: 31, 1.11.14, 21.24, 15, 20, Carrillo y Rodrigo Bueno. Según el último reporte oficial registrado al cierre de esta nota, viernes 18 de septiembre, los casos positivos suman un total de 16.070, mientras que fallecieron 206 y 10.713 ya se recuperaron.

Grafico casos covid barrios populares
Incluye casos acumulados de positivos, altas institucionales y fallecidos por COVID-19 en barrios populares. Fuente: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires - El Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino.

En ese sentido, Bastistella detalló que el mayor número de casos se evidenciaron durante los meses de mayo y junio, llegando a tener hasta 150 en el Barrio 31 en un día. “La curva en cada barrio fue distinta. El pico más alto en menos tiempo se dio en la 31, mientras que en el resto fue más amesetado el contagio, en espacios de tiempo más largos”, explica.

Los operativos DetectAR trabajan todos los días en el rastreo territorial de contactos estrechos y casos sospechosos. “Esta política pública de búsqueda activa es la que  brindó mejores resultados en el mundo, en conjunto con el distanciamiento social que, por las condiciones habitacionales de estos barrios, resulta más difícil”, añade el funcionario, para completar el cuadro de acciones: “Por eso, desde un principio ofrecimos espacios seguros de resguardo para los adultos mayores y pusimos a disposición hoteles para todas aquellas personas que sean positivas asintomáticas o tienen un cuadro leve de COVID-19. Hacemos hincapié en que el cuidado individual es un primer paso hacia el cuidado colectivo, siendo fundamental para evitar la propagación”.

La otra clave habría estado en reforzar la prevención con más acceso a un elemento tan imprescindible como el agua. Desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Habitat de CABA, dijeron a Perfil que los vecinos de los barrios vulnerables reciben asistencia diaria de los camiones cisterna de AYSA y del IVC, con capacidad de 15.000 y 8.000 litros de agua potable para su distribución desde bocas de expendio habilitadas. Al mismo tiempo, la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS) realiza intervenciones ante emergencias eléctricas y tareas de mantenimiento permanentes, como el recambio de fusibles y conjuntos APR.

Finalmente, en medio de la parálisis forzosa que llegó con la aparición mundial del coronavirus, el gobierno porteño aumentó más de un 240% la asistencia alimentaria a la gente que más lo necesita durante la pandemia. Antes unas 102 mil personas recibían alimentos a través de 471 comedores comunitarios y 16 Centros de Primera Infancia. “Con las necesidades del nuevo contexto se reforzó la política de seguridad alimentaria y hoy el auxilio alcanza a más de 350 mil personas. Nuestro objetivo en este panorama complejo es que a nadie le falte un plato de comida.”, concluyó, María Migliore, ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad.

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Crédito: Infografía seguridad alimentaria por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.

MIRADAS DISTINTAS. Juan Isasmendi, cura de la iglesia “Madre del pueblo” de la Villa 1-11-14, declaró que los vecinos han logrado asimilar la presencia del virus y convivir con él “con todas las implicancias que tiene el hacinamiento y la marginalidad”.

Además, demostró curiosidad por la cantidad de muertos que posee el barrio: “Tiene un alto índice de letalidad y si bien lo que están tratando de decirnos las autoridades es que hay un “control” del contagio, yo creo que la medición que están haciendo es menor a la que venían realizando”, reveló Isasmendi.

En lo social, admitió que hay muchas “carencias” y que nadie está dando respuesta en cuestiones mínimas de higiene, pañales para los chicos y remedios para los adultos. Y agregó: “Tenemos 6 comedores comunitarios que siguen agolpados de gente. Si bien bajo el número, nosotros en el peor momento de la pandemia estábamos entregando entre 4.500  y 5000 raciones. Hoy, la parroquia está entregando entre 3.000-3.500, es decir que ha bajado un poco, pero no notoriamente.”

Por último, afirmó que si bien el Ministerio de Desarrollo Humano tiene en la 1-11-14 un centro de atención vecinal donde se organiza la entrega de mercadería y bolsones, mediante a veces delegados/as y organizaciones sociales, muchas veces es insuficiente y, en algún punto, desorganizada.

En la Villa 31, más de a mitad de los habitantes ya tuvo coronavirus. “Al principio se percibía que no podía llegar acá y la gente trataba de vivir normal. Después de que hubo una ola pico de casos positivos y fallecimientos, empezaron a respetar un poco más.”, recordó Luis Fernando Guisbert, que vive en el barrio y es fundador de la organización civil “SocialBA”, que lleva adelante diversos proyectos culturales, educativos y solidarios dentro del mismo.

Del mismo modo, opinó que no cree que actualmente haya un aumento, ni tampoco una disminución de casos en la 31, debido a que muchos ya se contagiaron y hay vecinos que si bien que no presentan síntomas, pueden portar el virus. Incluso muchos no se hacen un hisopado por miedo a dejar sus hogares y que sean ocupadas, porque poseen conflictos con vecinos problemáticos o tienen nenes chiquitos y no pueden dejarlos solos.  

“Me genera mucha bronca cuando dicen “los negros de la villa no se quedan en la casa”, puede haber una mínima gente que no toma conciencia y hace lo que quiere, pero la mayoría sale porque necesita trabajar, comprar, reciclar y cartonear porque no le queda otra. No puede haber tanta falta de empatía, hay gente que tiene que elegir entre morir de hambre o por el coronavirus, aseguró Guisbert.

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Crédito: SocialBA. El equipo y voluntarios reunidos para donaciones en el barrio 31.

Pero otra de las dificultades importantes que se presentan en las villas porteñas es que aún tienen severos problemas de acceso a agua potable y luz, lo que empeora las duras condiciones en que viven los vecinos en plena pandemia. “Estos últimos meses tuvimos varios cortes de luz, de 16 a 19 manzanas, por ende tampoco tenemos agua que es fundamental para evitar el contagio masivo que ya está propagándose terriblemente”, expresó Dagna Aiva, vecina y referente la Villa 21-24 de Barracas, quien también coordina la Secretaría de Salud y junta vecinal.

“Después de esto, deberíamos trabajar profundamente en la urbanización de la 21-24 para que se cumpla la sentencia dictada en 2013 por el Juez Gallardo que indica que el barrio se encuentra en riesgo eléctrico y no se ha hecho absolutamente nada”, denunció Aiva y detalló: “Los trabajos de infraestructura que ya deberían  estar hechos en marzo 2018 hoy siguen sin terminarse, y la poca obra que se pudo realizar, está mal. Las cloacas siguen súper rebalsadas y los camiones cisternas no asisten a toda la población porque solamente hay uno y no suficiente”.

En el mismo sentido, Aiva afirmó que si bien se cumple la cuarentena en la 21-24, muchos vecinos han sufrido de ataques de pánico y antes eso nunca había sucedido. “Se intenta respetar los protocolos, pero es muy difícil cuando no tenes agua, luz, comida, trabajo”, concluyó.

 

*Integrante del Equipo de Investigación de Perfil Educación.