Tras casi nueve meses sin actividad por la pandemia, volvieron a operar las salas de juego más emblemáticas de Buenos Aires: el Casino Flotante de Puerto Madero y el Hipódromo de Palermo. “Estamos más tranquilos, recuperando de a poco los puestos de trabajo. Aunque en el flotante y el hipódromo más de la mitad de los trabajadores, incluido el sector gastronómico, no volvieron porque no está todo autorizado. Esperamos que en las próximas semanas que se sigan habilitando sectores”, explicó a Perfil Ariel Fassione, secretario gremial del Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar (ALEARA).
Pese al entusiasmo ante la reapertura de la actividad por parte de quienes viven de ella, también se reavivó la preocupación de los expertos ante una problemática invisibilizada que afecta a muchos argentinos, que es la adicción persistente y progresiva por jugar apostando, también llamado “ludopatía” o “juego patológico”. Este trastorno puede generar, aparte de graves problemas económicos en quienes lo padecen y sus familias, otros como pérdida del trabajo, delitos o distintos tipos de violencia.
“Si bien no hay una causa única, una de las principales razones por la cual una persona empieza a ser compulsiva en el juego, es porque pasó por alguna situación traumática, de pérdida y frustración muy grande en la vida. Algo que lo dejó sin respuesta y salida”, contó Luz Mariela Coletti, psicoanalista y directora de “Entrelazar”, un centro de investigación y tratamiento de la adicción al juego. “Hay tratamientos bastante eficaces contra esta patología, pero siempre depende de un proceso largo, porque a veces llegan pacientes que sufren de ludopatía hace 15 años o más, por ejemplo”, expresó.
Durante el aislamiento social y obligatorio por el coronavirus, Coletti registró una baja de las consultas del 50 por ciento en su centro de tratamiento. “Es cierto: cerraron los casinos y mucha gente no fue más, pero el problema no desapareció. Una hipótesis es que ese público se volcó a jugar de forma online. Muchos esperaron la apertura. Las colas para ingresar cuando reabrieron el casino y el hipódromo fueron extensas”, opinó. La proliferación de las apuestas en internet generó un nuevo tipo de consultas. “Las ofertas online son cada vez más simples, accesibles y fáciles de utilizar, porque están en el teléfono. Podés pagar con criptomonedas o lo que sea. Y si una persona quiere esconder esta práctica lo puede hacer hasta en el baño de su casa”, explicó la psicoanalista.
En 2019, la Lotería de la Ciudad de Buenos Aires (LotBA), elaboró un informe sobre su línea de orientación al jugador problemático (0800-666-6006), en el cual brindan información, herramientas y derivación a una asistencia gratuita a aquellas personas que se encuentren afectadas por esta patología cada vez más frecuente. Según los datos otorgados, un 55 por ciento de los llamados que recibieron fueron hechos por jugadores y el 45 por ciento restante, por familiares o amigos. Además, la mitad de quienes solicitaron turno para iniciar el tratamiento, no se presentaron a la cita de admisión. Las principales preferencias de juegos, según el mismo trabajo, son el bingo, los dados, loterías, naipes, juego varios online, ruleta/ruleta electrónica y tragamonedas
El remedio es salirse. Para una mejor regulación del problema, los especialistas sugieren empezar por algún programa de “autoexclusión”. Son herramientas de acompañamiento al tratamiento de los trastornos adictivos relacionados con los juegos de azar, que permiten a aquellas personas, que voluntariamente lo decidan, excluirse a sí mismas de ingresar y permanecer en las salas de juego bajo jurisdicción de Lotería de la Ciudad de Buenos Aires. Este trámite es personal y confidencial.
De las personas que ingresaron al programa, el 29 por ciento tiene entre 41 a 50 años; de 31 a 40, un 26 por ciento; de 51 a 60, un 18 por ciento; de 61 a 70, un 11 por ciento; de 71 a 80, un 4 por ciento, y el uno por ciento tiene menos de 20 años. Los lugares donde más “autoexclusiones” se registraron, fueron: el Hipódromo Argentino de Palermo (48%), el Casino de Buenos Aires (37%), Lotería de CABA (5%). Ya hay un total de 1916 usuarios “autoexcluidos”. Dos de cada diez intentan ingresar a las salas nuevamente.
Relatos. Martin González (40) conoce en carne propia lo que provoca la adicción al juego. Aún recuerda como, en 2014, comenzó a jugar a las máquinas del Casino para “probar suerte” y se convirtió en un verdadero “calvario”. “Me aleje de mi familia, de la sociedad, me llené de deudas y nunca tenía dinero. Luego llegó la locura, tenía ideas suicidas. Mi familia sufría y yo más, porque quería parar pero no podía, estaba al borde de la locura y la muerte”, detalló González. Y agregó: “Estuve hospitalizado un mes. Luego me llevaron a un centro de reposo y salí con la disposición de poder recuperarme. Empecé un tratamiento médico y asistí a reuniones de Jugadores Anónimos. Desde el 29 de junio de 2018 no juego más”.
Lorena Cáceres (37) fue pareja de un jugador compulsivo. Él había ganado un juicio laboral y el dinero estaba destinado a la fiesta de 15 años de su hija, pero eso nunca ocurrió. “Lo gastó todo en una noche, en el casino de Puerto Madero. Con la adicción aparecieron las agresiones verbales y físicas hacia mí, se volvió alcohólico además. Aguanté los golpes mucho tiempo por mantener a la familia unida, pero un día me cansé y decidí separarme”, confesó.
Contención Familiar. “Vivir o estar ligado a un ludópata crea una especie de infierno, es una experiencia terriblemente desgastante. Las relaciones familiares se vuelven insoportables y la casa se llena de amargura, frustración y resentimiento”, aseguró Graciela, integrante de “JUG-ANON”, que es un grupo de autoayuda gratuito para familiares y amigos de jugadores compulsivos y fue fundada en la ciudad de Nueva York en el año 1960 y en Argentina funciona desde el año 1986. “A menudo desarrollan problemas nerviosos y otros problemas severos. Hay veces en las que son incapaces de pensar racionalmente y los problemas parecen insuperables”, afirmó.
La mayoría de los miembros nuevos llegan a “JUG-ANON” a través de su línea telefónica (Línea Vida 15 4085 8996) y son derivados al grupo de barrio más cercano, con asesoramiento en algunas provincias. "Tenemos sumo cuidado con proteger el anonimato de cada miembro al igual que del familiar o amigo Jugador", dijo.
Desde el inicio de la cuarentena, el grupo de apoyo funciona de forma virtual: “Nos reunimos una o dos veces por semana. Allí compartimos nuestras experiencias, leemos literatura y nos acompañamos, siempre nos llevamos alguna devolución del otro”, concluyó.
Ley. Frente a esta adicción, que cada vez toma más fuerza, la Legislatura porteña sancionó en septiembre una “Ley de Ludopatía”, que aún espera ser reglamentada. Ésta concede a Lotería de Buenos Aires (LotBA) facultades para centralizar y controlar las diferentes plataformas de juegos online con la idea de frenar el consumo de páginas web no reguladas que, según el Gobierno de la Ciudad, habría aumentado durante el aislamiento preventivo y obligatorio. Además, esto permitiría que las casas de juegos y casinos presenciales, se inserten a la virtualidad para paliar la crisis económica y así evitar los amontonamientos.
La norma estipula diferentes pautas para prevenir el trastorno y fomenta su práctica recreativa mesurada bajo “principios de juego responsable, publicidad responsable y responsabilidad Social”. Para esto se incluirán medidas como colocar carteles que expliquen los perjuicios que puede llegar a tener la compulsión por el juego, verificar la identidad y edad del apostador, instalar relojes que contabilicen el tiempo de juego y prohibir los cajeros automáticos dentro de los casinos y hasta 200 metros a la redonda.
Además, se impondrá la creación de un registro de autoexclusión voluntaria, por el cual la persona que se encuentre dentro de un programa de control y rehabilitación pueda inscribirse de manera voluntaria con el fin de que no se le permita entrar a las salas de juego. Actualmente, este registro existe sólo en las salas que tienen un acuerdo con LoTBA, para implementarlo con un plazo mínimo de seis meses y un máximo de dos años, luego del cual deberá renovarse.
*Integrante del Equipo de Investigación de Perfil Educación.