ESPECTACULOS
Requiem para un tenor

Adiós a Luciano, único e inimitable

Con él ha muerto el cantante lírico que mejor supo reconocer la gente que no está especialmente entrenada en este género.Consiguió ser un artista extraordinario. Más informacíón en Edición Impresa. Galería de fotos

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| Cedoc

Con él ha muerto el cantante lírico que mejor supo reconocer la gente que no está especialmente entrenada en este género. Es muy difícil que alguien que nunca haya visto una ópera sea incapaz de identificar la voz de Pavarotti. Consiguió ser, sin el más mínimo menoscabo hacia su condición de cantante de ópera, un hombre extraordinariamente popular. Algo que incluso consiguió antes de sus encuentros con cantantes como Bono, John Secada, Sinatra, Sting y todos los grandes con quienes cantó, por un aspecto que vale la pena resaltar: su generosidad y su preocupación por un mundo que para él era muy grato, de triunfo y de victoria, y que sin embargo nunca le cerró los ojos ni le bajó la cortina a los dramas cotidianos que tenían lugar en distintas partes del mundo.

Es posible que haya quienes lo hayan superado en su imagen cabal de artista (Plácido Domingo ha cantado más tiempo y representado muchos más roles que él), pero hablando estrictamente del milagro de una voz, del encanto de una voz, de la dulzura que puede abrazar y trasladar al espíritu, de la manera que esa voz corría en los teatros, creo que, de lo que tuve la suerte de escuchar en vivo, era insuperable.

Me tocó ser testigo muchas veces de Pavarotti. La última vez que cantó la ópera Aída en el Metropolitan de Nueva York, por ejemplo.

Lo que me pareció fue estar frente a esos genios que han decaído, pero que son capaces, con una pincelada, con un fiatto, con un legato perfectamente realizado, con un agudo encontrado con facilidad, de entregar detalles de un nivel artístico que lo hacían tan grande como siempre. Me daba cuenta de que estaba lejos del Pavarotti de sus mejores épocas, pero encontré tantos elementos disfrutables de lo que hizo, que me conmovía que tuviese tanta inteligencia, tanto control en su cerebro y sobre sus posibilidades de cantante, como para ser capaz de superar la traba que el tiempo le imponía a una voz que, indudablemente, había sido castigada por el paso del tiempo. Consiguió ser un artista extraordinario, incomparable en su rubro, sin desviarse de la condición de un hombre de una vida multifacética.

La comparación es osada, pero creo que si con 60 años, Maradona entra un día a una cancha de fútbol, algo genial va a ser capaz de hacer: son genios que tienen el toque mágico, divino.

Se trata de artistas incorporados a los más bellos momentos de millones de personas. Supo acercarse a un público que lo valoraba como un artista incomparable. Consiguió integrar la memoria sentimental de mucha gente.

La dulzura de Beniamino Gigli y la potencia dramática de Caruso encuentran en Pavarotti alguien que tuvo mucho de los dos.

Una de las veces que más notablemente tuve en cuenta lo que Pavarotti significaba para la gente fue un día que anunciaron que no iba a cantar en el Metropolitan y la entrada se llenó de gente tratando de devolver sus tickets. El desencanto hacía inadmisible escuchar a cualquier otro. Sólo querían verlo a él. Sólo a él y nada más que a él.