Noticia no de tan último momento: el británico Idris Elba (44 años) es, mal que les pese a otros nombres, el pateaculos más cool del momento. Nadie, ni los Statham o los Vin Diesel (ya patinados en la grasa irónica de la saga Rápidos y furiosos), ocupa hoy ese lugar que ocupa Elba, famoso por su serie Luther y por sus roles en The Wire y Thor. Por ello, apenas Daniel Craig, medalla de plata en el arte de la acción seca y muscular, dijo que quizás no sería más 007, el mundo de inmediato miró al rincón del actor que ha sido nominado al Globo de Oro, y que ha sido parte de films como Pacific Rim,
Beasts of No Nations y Mandela: Long Walk to Freedom. Elba incluso fue parte de un programa que lo mostraba entrenando para pelear, Idris Elba: Fighter, y es parte de Green Door Pictures, una productora que busca ayudar a proyectos más pequeños, que escapan de la lupa abrasiva de Hollywood.
Lo cierto es que después de 2017 nadie va a preguntar quién es este ferviente defensor de la diversidad: el 24 de agosto llega a nuestras salas una nueva adaptación de Stephen King, La torre oscura, y allí, como protagonista, Idris Elba será el Pistolero, el eterno enemigo del Hombre de Negro (interpretado por Matthew McConaughey).
Elba define a la película como “esencialmente una historia acerca del bien y del mal, que es generalmente la matriz de grandes historias. En este caso particular, creo que Stephen ha logrado envolver una historia clásica en un mundo completamente fascinante”.
—¿Qué sabías de los
libros, clásicos modernos
del autor, antes de aceptar
el rol del Pistolero?
—Si tengo que ser completamente honesto, no conocía los libros cuando tuve mi primer acercamiento al material. Había hecho algunos films con Sony y no podía creer me buscaran para este protagónico.
—La pregunta obvia: ¿conociste a Stephen King?
—Fue realmente lo más cuando King vino al set. Es alguien muy relajado y realmente amable. Creo que estaba orgulloso y feliz de ver que la película fuera finalmente una realidad. Es alguien acostumbrado a que sus libros sean films, a estar parado enfrente de aquello que escribió, pero también había algo en su fascinación que mostraba que disfrutaba todavía de ese proceso. Nos trató bien, nos deseó suerte y nos dijo exactamente eso: es una historia del bien versus el mail. Su felicidad en el set fue clave para nosotros.
—Es tu primer protagónico en un film grande de Hollywood, aunque no tu primer papel en una película de estas características, ¿qué implica algo así para tu futuro?
—Podría decirse que estoy llegando a ese lugar donde a los paparazzi les preocupa cada movimiento que haces. Lo extraño que por fuera de eso, de lo más superficial, suelen preguntarte cosas que buscan saber cómo llegaste a ese lugar, saber quién eres y hasta cuáles son tus filosofías de vida. Para mí, ambas cosas, llegar y que te
pregunten en ese sentido, son parte del trabajo. Además tengo que ser honesto: si no me gustara hablar de esas cosas, podría haber elegido quizás otra carrera.
Otro de los factores que han definido a Elba es su constancia a la hora de mostrar la falta de diversidad en el cine de Hollywood mainstream: “Mi éxito, considerando que soy un hombre de color, es un ejemplo. No quiero convertirme en una constante que defiende la diversidad, pero generar un cuerpo de trabajo y una fama, y una reputación, que te permita rechazar roles y que te lluevan ofertas siendo de determinada raza o etnia no es tan simple. Es un logro en la industria llegar a un lugar así, y no debería ser algo tan excepcional. Al mismo tiempo, es lógico reconocer que la idea de éxito es elitista. Pero la idea de relatos diversos para crear un mundo mejor, que busquen el mismo éxito comercial o suceso como obra de arte, no debería ser tan complicada a esta altura de nuestra historia. Tampoco quiero me etiqueten sobre el que habla de tal o cual cosa. Alguna vez fui obrero de una fábrica y ahora soy actor de Hollywood, eso no implica que mi visión sobre el mundo y sus posibilidades sea distinta.
—¿Podría decirse que hacer del Pistolero fue como hacer de un superhéroe?
—Sí, sin dudas. Claro que es uno distinto, ultraseco y canchero, que hace del aura del western un superpoder, pero este rol no se parece a nada que haya interpretado. Además, es un personaje profundo,
con historia, aunque eso no implica la ausencia de secuencias de acción sofisticada (que son divertidas de filmar). Parece una estupidez, pero agarrar dos pistoletes y parecer cool no es tan fácil. Además fue fantástico trabajar con Tom Taylor, quien interpreta a Jake Chambers.
—Fuiste parte de “Thor” y estarás en “Thor: Ragnarok”, pero aquí lidias con el mundo de los fans de Stephen King. ¿Qué pasa cuando hay tanta presión de afuera por la calidad final del material, incluso más allá de la misma expectativa del estudio?
—Cuando se trata de algo que posee el fanatismo de millones, millones de personas distintas (es decir, cada persona lo lee a su manera), es mejor omitir la palabra “interpretación”. Es decir, conviene aislarte de esa presión y hacer foco en el film. Ese era nuestro trabajo, aunque prestamos atención, porque es imposible no oír las voces que aparecen alrededor. Pero esta adaptación, aunque se lleva bien con el libro, definitivamente no es el libro.
—Tu personaje es descripto como “el pateaculos más grande del momento”. ¿Cómo llevar esa imagen al cine, hacerla real? ¿Cómo lidias con esa parte de cómo se te ve como actor?
—Decir que Roland posee sus propios demonios, o que es el pateaculos más grande es un poco un cliché, pero es cierto que ambas cosas son verdad. Tiene un pasado que no puede soltar y ahí
es cuando conoce al personaje de Tom Taylor, Jake, y encuentra una forma de lidiar con lo que le sucedió de una vez por todas. Creo que, además de cool, había mucha profundidad en su tristeza. A veces como actor incluso siendo una idea de personaje, podés divertirte en los desafíos que aparecen y hasta jugar a reinventarte otra vez. Con Roland puse mucho mío en juego: lo comparé con el hombre que yo era cuando tuve que asumir su rol y desde ahí comencé a construirlo.
La alegria de no ser Bond, James Bond
—¿Este personaje se siente distinto de otros que hayas interpretado?
—Bueno, como protagonistas, seguro. Es una película grande y eso genera una energía distinta, sobre todo si estás al frente del asunto. Es realmente interesante esa sensación. Cuando posees un rol distinto, o más pequeño, uno puede ir y venir, pero al estar como protagonista se siente muy diferente.
—¿Qué fue lo que sentiste que le agregaste al Pistolero?
—Fue un proceso de mucha colaboración entre todos. El Pistolero está muy bien descripto en los libros y hay muchas imágenes de él en varios lugares. Pero el director, la diseñadora de vestuario, Trish Summerville, y yo destilamos aquellos que leímos en el libro y las imágenes que circulaban para hacer algo que fuera propio del film, que innovara sobre esa esencia.
—¿Qué paso con el rumor sobre ser James Bond? ¿Cómo viviste ese momento?
—Honestamente, creo que soy un poco grande para empezar a ser parte de una franquicia en tamaño rol. Prefiero por ahora divertirme siendo el Pistolero.
—¿Qué nos podés contar de tu debut en la dirección con Yardie?
—Se llama Yardie, y es una pieza de literatura inglesa sobre un pastor que llega a Jamaica y termina siendo parte de una historia de venganza. Se ubica temporalmente a finales de los 70, comienzos de los 80, mostrando la cultura jamaiquina que estaba llegando a Londres.
*Entrevista gentileza de Sony Pictures.