Giuseppe Tornatore (1956, Italia), siciliano, se ríe: “Seguro que Cinema Paradiso es muy querida en Argentina. Y no te preocupes: siempre la pregunta es sobre Cinema Paradiso. No me molesta: es una historia que tengo desde que soy joven, quería hablar sobre un pueblito provinciano en los 40 y los 50. Quería revivir lo que el cine había sido alguna vez, y lo mismo me sucede ahora, seguro, con La mejor oferta, incluso aunque no tengan nada que ver una con otra”. Como el director hijo de un sindicalista bien lo plantea, su nuevo estreno en nuestro país, La mejor oferta, dista de “sentir al cine como un lugar donde se sueña, se ríe, se genera un afecto por el cine, al menos a la manera de Cinema…, es una película que habla del amor pero al estilo de Hitchcock, que sigue siendo una forma de decirle a la gente: mientras nos enamoremos del cine, no importa el relato ni su tono”. Geoffrey Rush, el actor australiano ganador del Oscar, saltó al papel de un curador de arte en cuanto se lo ofreció Tornatore, integrando así la lista de actores que trabajaron con él: Marcello Mastroianni, Gérard Depardieu, Tim Roth, Ben Gazzara, Philipe Noiret, Roman Polanski, Monica Bellucci y Angela Molina, entre otros. Aunque enseguida advierte.
—El cine está en peligro. Al menos, esa forma de cine que yo conocía: antes, si tu película le gustaba a un productor, si se enamoraba de tu idea, entonces se hacía. Ahora necesitamos otras formas, coproducirnos, ya no es una opción, es una necesidad. No es malo, pero ha muerto un modelo de cine.
—¿No tiene fe en el futuro del cine?
—No, que no se me malinterprete. Yo soy hijo de la Primera Guerra Mundial, la primera generación desencantada, que entendió que sus hijos la tendrían muy difícil. No pudimos darles a nuestros hijos el mundo que queríamos. Pero tengo muchísima esperanza en las nuevas generaciones, que en un mundo realmente complicado insisten para poder cumplir sus proyectos. Sólo la insistencia a veces alcanza para vencer, o sentir que uno ganó.
—Pero no fue siempre difícil para cualquier generación. ¿Por qué asumir tanta culpa?
—Tampoco diría culpa. Es ser realista con el hecho de que podríamos haber visto lo que venía y hacernos cargo. Tiene que ver con una crisis política, con la bipolaridad, con una forma de gobierno que no pudimos perfeccionar, o al menos humanizar. Antes la política era humana. Los partidos no tenían las crisis internas que tienen y el voto realmente afirmaba una idea de política, de moral. En Italia al menos era así. Hubo errores que se podrían haber evitado. Y la política se convirtió en un espectáculo que a veces confunde al adversario con alguien con poca inteligencia y a quien defiende lo mismo que uno con alguien inteligente. Hemos perdido la diferencia.
—¿Está hablando puntualmente de Berlusconi?
—Sería tan sencillo reducir una forma de vida y de pensamiento a una sola persona. Berlusconi fue el producto de algo. Es muy fácil convertirlo en el recipiente de todos nuestros males neoliberales. Su nombre ya no tiene la potencia que tenía en nuestra política y nuestra actualidad tiene que ver con otra cosa, aunque claro que hay bastante daño causado por él y por el, digámosle, “berlusconismo”. Yo tuve un problema concreto: Berlusconi piropeó una película mía que fue producida por Medusa, una de las compañías de su imperio. De repente, me acusaban de tomar dinero de la derecha, de que era un ladrón que se quedaba con fondos del cine italiano. Pero cuando era joven yo hice lo mismo con Visconti y su Grupo de familia. Después lo entendí: él, como yo, pudimos mantener nuestra visión artística intacta. De hecho, me ha censurado más mis ideas políticas gente que uno no esperaría que la productora que es parte del imperio Berlusconi.
—Uno creería que alguien como usted no tendría tantos cuestionamientos: ha creado películas que ama mucha gente y ha ganado varios premios, incluyendo un Oscar.
—No, no tendría por qué ser así. Que te cuestionen, aunque te moleste, es bueno. Lo peor es cuando te convertís en un premio en dos piernas. Cuando uno se plantea la vida llevando sus premios en la cabeza y no ideas. No me gusta mostrarme así. Aparte soy siciliano: la desconfianza es la base de todo. Si pasa algo lindo, es solamente eso: pasó y después a otra cosa.