Entre el 20 y el 31 de agosto se realizan las funciones de Tosca, la ópera de Giacomo Puccini, con Carlos Vieu y Aníbal Lápiz en la dirección musical y escénica, y con Marcelo Alvarez en el papel protagónico de Mario Cavaradossi. Será entonces ocasión del histórico regreso del tenor argentino adorado internacionalmente, pero casi ausente de la escena local. Nacido en Córdoba, decidió dedicarse al canto lírico de manera profesional cuando se acercaba a los 30 años. En 1994, en su paso por Buenos Aires, recibió el estímulo del tenor italiano Giuseppe Di Stefano; y en 1995, la invitación del mismísimo Luciano Pavarotti para que Alvarez se presentara en un concurso en Filadelfia. De allí en más, todo fueron premios y convocatorias en los mayores teatros del mundo.
—¿Qué atractivos tiene “Tosca”?
—Es una maravilla de Puccini: con amor, con el triunfo de querer hacer las cosas, con odio, rabia, celos. Tiene de todo. Es una trama bastante complicada y, a la vez, tiene fácil acceso para el público, porque las arias son muy conocidas. Además, se reconstruirá la escenografía y la iluminación de Roberto Oswald [fallecido en 2013].
—¿Cómo es tu vínculo con el Teatro Colón?
—En el Colón canté por última vez en 1997. No vengo hace mucho tiempo; tenía que haberme presentado, pero no se dieron las condiciones, cuando estaba el maestro García Caffi.
—¿Por qué?
—No es culpa de un apellido; hay cuestiones económicas. Muchas veces se ha querido [que yo viniera] pero no se arribaba a un acuerdo. Con la llegada del maestro Lopérfido, que tiene un poco más la tradición europea, ahí nomás se acercó y en el acto se llegó a un acuerdo. Creo que, más allá de que te guste o no guste un cantante, no se puede obviar lo que es top en el mundo, hay que presentarlo en el teatro. El hecho de que en tantos años no se invite a gente y maestros de primer nivel hace que toda la gente que trabaja se venga abajo, es normal. Es como si sos un médico y no hacés cursos de capacitación. Esto es lo que pasó con el Colón, que, sin lugar a dudas, ha perdido prestigio. Pero el público tiene el ADN de la ópera; [con lo que pasó] se tendría que haber apagado ese fuego, pero no, está muy vivo hoy.
—¿Pueden surgir nuevos cantantes en la Argentina?
—La Argentina es un gran semillero de cantantes; por ejemplo, en el coro del Colón tengo unos colegas maravillosos. Lo que pasa es que se les cierra todo, porque terminan cantando acá y no vienen grandes maestros que les pueden enseñar el fraseo, el legato, la posición justa de canto. Como se está haciendo con nuestros deportistas, se necesita un poco de ayuda del Estado. No lo digo por desprestigiar al Colón, sino porque siempre tenemos que crecer.
—Cruzaste la lírica con el tango… Hiciste un disco cantando temas de Gardel…
—Sí, yo hago tango, canto tango, hago conciertos con un grupo de músicos cordobeses, pero en ningún momento pretendo ser o presentarme como un tanguero; sólo muestro el canto de la ópera en la música maravillosa del tango. Gardel amaba la ópera, amaba a los cantantes líricos; en un momento pensó estudiar lírico, y menos mal que no lo hizo, porque él fue un dios en lo suyo; marcó un estilo.
Pavarotti, el maestro
Marcelo Alvarez es rotundo a la hora de presentar a sus referentes en la ópera: “El maestro Di Stefano, que me descubrió en Buenos Aires y fue siempre mi ideal en el canto, y después, el maestro Pavarotti. Estos dos monstruos son mi inspiración, mi respeto, por la devoción que tenían ellos para cantar. Pavarotti fue quien me escuchó en el Teatro Avenida, e inmediatamente me invitó a las finales de su concurso en Estados Unidos; luego favoreció que tuviera permiso de residencia en Italia y siempre estuvo muy conectado a mi carrera”.
—¿Y qué opinás de sus colaboraciones con artistas como Queen, Deep Purple o Jon Bon Jovi?
—El problema es que si seguimos así como estamos, si los teatros siguen con problemas para pagar a los cantantes y a los coros estables, vamos a terminar todos haciendo crossover [mezcla de ópera y músicas de origen popular], vamos a terminar tipo music hall, con el micrófono.