ESPECTACULOS
Entrevista

Ariel Winograd: "Me considero una persona que se anima"

Con títulos como Mamá se fue de viaje y El robo del siglo el director se ha convertido en el último refugio del cine popular argentino que brega por la comedia con sentimientos. Ahora estrena Hoy se arregla el mundo.

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Suceso. Ariel Winograd se ha convertido en el director más popular del cine argentino gracias al éxito internacional de sus comedias con corazón. | NESTOR GRASSI

"¿Emoción? ¿Qué emoción? Sos un cagón”, se ríe Ariel Winograd. Está imaginando a su versión punk, la que se paseaba por las noches del Buenos Aires Hardcore, de cara a su versión actual, la que estrena Hoy se arregla el mundo, una comedia de padre e hijo, una comedia que otra vez apela al sentimiento y al absurdo. Se ríe de verdad. Y suma: “Yo empecé siendo muy cínico con Cara de queso. Riendome casi de las películas que iba a hacer en el futuro. Me hubiera gritado bien fuerte a la cara”. Se pregunta si quizás el cine con emociones, sin vueltas, es el nuevo punk. Tampoco quiere exagerar. Quiere contar, eso sí. 

Winograd es el director de sucesos comerciales que también han marcado al imaginario popular en películas como Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje y El robo del siglo, entonces eso de la emoción que ríe o de la comedia que se emociona no quiere ni tiene porqué esconderlo: “Creo que eso de la emoción está ligado al paso de la vida. Sentía que el cinismo en el cine a veces te puede llegar a dejar afuera. Me encanta emocionar, no sé si me volví más emocional o que carajo paso. Me pasa con esta película, que la terminamos montando por Zoom, con mil reuniones por Zoom, que la vi mil veces, con las dudas de si se estrenaba o no se estrenaba, y aún así, después de todo eso, sigo llorando como el día que la filmé”. 

—¿Qué sentís que hay en vos como autor, como realizador, que te ha permitido tener una huella personal pero ser reconocido hoy como nuestro director de cine más industrial?

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—Yo creo que hay una cosa ligada al espectador. Pero no como director que le habla a su espectador. Trato siempre de pensar todo como espectador. Si la toma que estoy haciendo funciona, lo siento ahí, de inmediato, en el set. Crecimos los de mi edad en una generación de cine espectacular, que no le resta nada al pasado, y que se trata del cine de los 80, de las películas de aventuras, los losers como héroes, del contar sin miedo a la emoción. Eso siempre me atrae. Me atraen mucho las historias de los perdedores. Siempre es lindo construir desde ese lugar: ¿quién quiere ver a un ganador en el cine? Al mismo tiempo, yo me siento influenciado por la música punk que escucho desde los 12 años, Flema, Los Violadores y otros. No se modificó mucho eso. El punk, por ejemplo, los Sex Pistols es un producto, es un movimiento y hasta tardaban dos horas en lookearse. Había trabajo en verse como que nada te importa. Pero más allá del chiste, sí hay algo en mí de confiar instinto y de confiar en algo crudo. Cuando pensas mucho una cosa, cuando la pensas demasiado, no es el camino. ¿Por qué? Porque en un momento tenes que dar el paso y salir para adelante.

—¿Qué te gusta hacer con las historias que llegan a tus manos?

—Apropiarmela. Cuando me llega un guión, porque en mi caso, en algunos proyectos y casi todas las películas, son proyectos que no nacieron de mi germen. Fueron propuestas. Una vez que te llega, necesitas ver que a nivel pulso te gusta, te habla y ver si te lo podes apropiar, ver que cosas de eso te divertirán como espectador. Desde ahí, vas creando el mundo. 

—¿Qué sentís de esos días de punk que te trajiste a estos días de cine?

—Yo fui parte del Buenos Aires hardcore, de haber ido de los 14 a los 18 años a todos esos recitales. Eso me marcó. Había algo ahí entre el público y las bandas que implicaba que no había límite entre público y banda. Te subías a tocar, a cantar y estaba todo bien. Eso para mí rompió una barrera, y te permitía animarte. En ese sentido, yo me considero una persona que se anima. Trato de contar dentro del género de la comedia, que es el que yo más amo y sé que voy a morir con las botas puestas de la comedia. Lo voy a hacer hasta que no me llamen más. Pero hay algo de aquel animarse, de buscar una diferencia entre película y película (poder hacer Cara de queso y Mamá se fue de viaje, y que yo pueda sentir que no me vendí). No te vendas, como el punk. Yo veo algo mío siempre en mis películas. También entendí que el cine es un trabajo en conjunto. Desde productores independientes que ponen guita a muchas cosas más, es un trabajo comunal. 

—¿Vos consideras tenes temas como director?

—Tengo traumas como director. No, bueno, sí me siguen interesando las paternidades, porque me pregunto cosas como padre y como hijo. Hay un tema: me gusta la idea de los personajes que pierden, del perdedor. Él que está perdiendo y no lo sabe. Seguir esas historias con esos personajes, verlos ir de un punto a otro, me permitió darme cuenta que cuando la comedia es emocional, es más fuerte. 

—¿Qué es la comedia para vos?

—Mientras peor la pasan los personajes, mejor la va a pasar el público. La comedia es tragedia, y es un canal, un modo, un género, espectacular para contar historias. ¿Viste cuando dicen “es una película para pasar el rato, la ves y te reís”? Que vos logres crear un mundo, considerando lo que es el afuera, que alguien se enganche y que alguien la pase bien es un montón. No lo veo nunca como algo menor, ni como una dispersión. Tampoco es el debate de Twitter de “se minimiza la comedia”. Pero poder hacer reír a alguien, que todos se rían en una sala de cine juntos, es algo que la gente va olvidando y que necesitas que vuelva. Todo volvió, y aunque Spider-Man la rompió, el cine no volvió con todo. Tampoco es que el cine antes de la pandemia estaba mucho mejor. Pero la gente iba a ver cosas que no fueran del mundo Marvel.

—¿Te interesa cuidar al cine?

—No me gusta subirme a ninguna bandera en ese sentido. Lees notas contra las plataformas. ¿Qué hubiera sido la pandemia sin las plataformas? Yo vi series que directamente me ayudaron. En este caso, con esta película, la bancaron, la van a dar en el cine. Eso está bueno. 

—Tu cine ha sabido entender una fórmula: escuchar y hacer comedia con nuestra idiosincracia pero hacerla algo que puede ser universal

—Sin hijos, Mamá se fue de viaje y Hoy se arregla el mundo son largos que se produjeron integralmente con Patagonik. Tienen el mismo guionista, Mariano Vera. La cabeza creativa en Patagonik es Juan Vera. Y yo creo que hay algo de oído del tema. Hay algo que no puedo creer: Sin hijos es de 2015 y no sé si una película comercial hablaba de una mujer que no quería tener hijos. En Mamá se fue de viaje pasó algo similar, con el padre que le tira todo a la madre y no se hace cargo. Había un tema, y se llegó antes, a tiempo. Ellos pueden ver ese lugar. Por supuesto hay algo de suerte, y de no buscar fórmulas si no hacerle caso a sus temas, a lo que escuchan y sienten.

Los milagro de Sbaraglia y otro

—¿Cómo fue el trabajo entre Leonardo Sbaraglia y Benjamín Otero, la pareja protagonista, respectivos padre e hijo en la ficción “Hoy se arregla el mundo”?

Leo es un actor que en Argentina no había hecho comedia. Había hecho ahora Nieve negra, más allá de su época en los 90. Hizo un carrerón en Europa, comedias, peliculones. Yo veía que tenía todos los elementos para explotar con la comedia. Te lleva a unos niveles de profundidad que te mata. La relación con Benja, el hijo, implica mencionar a María Laura Berg. Uno construye en la previa, la relación que construís en el rodaje. Peretti llevaba a mi hijo a la plaza, para llevarse bien en Mamá se fue de viaje. En este caso, como se llevan mal, nos servía que el vínculo se de durante el rodaje. Son rodajes de mucha paciencia. En este caso, nos pusimos a entender que era el conflicto. Es un pibe al que le pasa de todo. Eran muchas cosas para explicarle a un niño de nueve años. Hicimos muchos ensayos y encontramos el tono más adulto de cómo queríamos que hable él. Cuando elegís un actor y actriz niño, estas comprando un poco la personalidad. Es un combo. Y acá eso fue un lujo, muy expresivo o parecía que te iba a asesinar. Fue una película muy de rostros. De bancar el plano con la cara.