El buen desempeño del seleccionado uruguayo en el Mundial 2018 y los destacados jugadores, admirados en el mundo, son un ejemplo del talento que en este deporte el país posee y del orgullo que despierta en su pueblo.
Con las artes escénicas sucede un fenómeno similar, ya que el teatro, la danza, el circo y los títeres tienen destacados cultores con audiencias adecuadas al impacto de sus expresiones. Fuerte institucionalidad, diversidad de lenguajes temáticos y estéticos, pluralidad de formatos de producción son las características que destacan a Uruguay en estas artes.
Buenos Aires ya tuvo oportunidad de apreciar este año la mitad del foco uruguayo que el Complejo Teatral Buenos Aires, bajo la dirección de Jorge Telerman, programó en su temporada internacional. Incendios, la célebre obra de Mouawad, con la producción del Teatro El Galpón y la dirección del brasileño Aderbal Filho, realizó cuatro funciones en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín y demostró cómo una cooperativa de teatro fundada hace casi setenta años (los cumplirá en septiembre de 2019) puede proponer una brillante lectura de un clásico del siglo XX (otra característica de la escena uruguaya que no solo abreva en sus propios autores sino que está atenta a lo que se escribe en el mundo y al repertorio).
Rabiosa melancolía, escrita y dirigida por Marianella Morena, mostró otra forma de producción independiente y un lenguaje marcado por el riesgo y la sensibilidad. Luego vendrán Sergio Blanco con El bramido de Düsseldorf y Gabriel Calderón con If, también en producciones independientes y con estilos de escritura y puesta que no se parecen entre sí. Los tres ya son conocidos en Argentina por puestas propias o por sus textos representados por directores argentinos. Los tres con sólidas carreras internacionales, seguramente tenidas en cuenta por las autoridades del Complejo al realizar la selección del ciclo.
El público porteño puede ver El gato de Schrödinger, de Santiago Sanguinetti, que bajo la dirección de Pablo Seijó fue seleccionada por el Festival de Dramaturgia América+Europa, dirigido por Matías Umpiérrez, para representar a Uruguay.
Los artistas y las entidades nombrados son apenas una muestra de un movimiento que no solo se instala en Montevideo sino que se extiende con especificidades en todo el país.
En el mundo de la danza clásica, el Ballet Nacional del Sodre es un ejemplo único de desarrollo de audiencias. Fundado en un férreo trabajo que tiene como objetivo la excelencia artística, la compañía fue ganando la adhesión de un público masivo, tanto en Montevideo como en el interior del país, y un sólido prestigio internacional. Sin duda, la notable dirección que ejerció Julio Bocca desde 2010 hasta 2017 dio forma a este fenómeno que sigue hoy en manos del maestro español Igor Yebra y consolida sus triunfos. Durante el Mundial de Fútbol se estrenó La viuda alegre, que no solo agotó las localidades de las once funciones programadas, sino que festejó en el escenario los triunfos de “la celeste”.
Esto es posible gracias al talento de directores y equipo, a la adhesión y el cariño que despierta su bailarina “estrella”, María Noel Riccetto, y también a la voluntad política de brindar las condiciones para que este hecho continúe y se consolide.
La creación de audiencias de esta compañía es hoy objeto de estudio por una las principales instituciones académicas de Uruguay, la Universidad del Claeh (Centro Latinoamericano de Economía Humana), ya que demuestra una fidelización de público de diverso origen etario, económico y social y que en proporción a la cantidad de población es absolutamente singular. Veinte mil espectadores en Montevideo equivalen a doscientos mil en Buenos Aires (si tenemos en cuenta la población del Conurbano que usualmente concurre a espectáculos).
La danza contemporánea en su diversidad de expresiones, con un soporte institucional más débil porque no cuenta con compañías estables, también se desarrolla e impacta en el mundo. En la próxima Feria Transmesse de Düsseldorf, principal mercado de danza internacional, Uruguay participará con stand propio y un catálogo de numerosos artistas y obras, entre ellas Big Bang, de Andrea Arobba, que acaba de lograr, en el Auditorio Nacional del Sodre, convocar a 1.800 espectadores en una sola función. También los coreógrafos y bailarines uruguayos organizan su plan nacional de danza y participan activamente del plan iberoamericano. En esta semana se presenta en El Matadero de Madrid, destacado centro de exhibición y experimentación europeo, Trilogía antropofágica, creación de Tamara Cubas, que luego de su estreno en Montevideo ya fue exhibida en Viena.
Si bien el deporte y el arte tienen soportes económicos y formas de organización muy distintas, representan a una sociedad y le otorgan singularidad en la comunidad de naciones. Y esto sucede en el Uruguay contemporáneo, que retoma los antecedentes de su pasado brillante en ambas expresiones y los proyecta al mundo.
*Gestor cultural y abogado especializado en derechos culturales.