¡Cómo se hubiese burlado Urdapilleta de los comentarios, de los homenajes y demás mejunjes, que ante su muerte se disparan! Su práctica, su “hacer” teatro, rompió el modelo del actor intérprete, representativo, fue y lo seguirá siendo, un problema para las clasificaciones. Es poco decir, que fue el mejor. Primero por el uso del pasado, puesto que la actuación de Urdapilleta vivirá en la memoria difusa, pero intensa de aquellos que han tenido el privilegio de verlo y segundo porque al poetizar, por potencia, por talento, los “lugares” de la escritura, de la dirección, de la actuación, se convirtió sin pretenderlo en referencia y camino. Su extraordinaria personalidad escénica, generosa, amplia y contundente logró transformar los espacios más disímiles, los textos más variados, en simples excusas para mostrar su arte irreverente y majestuoso. Luminoso y querido Urda: ¡hasta la vicmtoria siempre!