Desde el 20 se puede ver en los cines La muerte de un comediante, producida por Orsai Audiovisuales, con dirección de Diego Peretti y Javier Beltramino, más el protagónico del primero: su debut como autor en la pantalla. La película fue filmada en Buenos Aires y en Bruselas y los espectdores descubrirán a la capital del cómic de la mano de un actor que admira a Bombín, otro personaje ficcional. Entre las características de esta nueva ficción hay que subrayar que se hizo con el aporte de 10.190 socios de Orsai, todos ayudaron a concretar este largo sueño.
—¿Cómo definirías a la película y cómo se te ocurrió?
DIEGO PERETTI: Es una película de autor, no es de fórmula. La trabajamos durante mucho tiempo. El resultado nos completa como creadores y la manera de gestionar con Orsai, la comunidad, es una mezcla de energía positiva muy gratificante. La idea de emparentar la actuación con la fantasía del héroe tiene que ver con lo que me pasa a mí. Tengo la necesidad de expresarme, poder comunicar mi historia. Todo eso es lo necesitamos los actores: emparentar un poco con el heroísmo. Cuando era joven mis héroes tenían más que ver con los deportistas: Carlos Reutemann, Daniel Passarella o Mario Kempes. Leía sus reportajes y los veía como súper héroes, que le dan alegría a la gente y las hace sentir mejor. Un poco el estudiar medicina también tiene que ver con ayudar a la gente. Todo fue un núcleo de cosas que terminaron siendo esta historia. Después sumamos el héroe de cómic, muy naíf, casi infantil. Por la estética de cómic logramos que el tema del existencialismo y la muerte fuesen tratados de manera celebratoria más que melancólica.
—¿Tu protagonista tiene algo de los personajes de “Los simuladores”?
D.P: Sí, porque para escribir algo tenés que saber y yo de lo que sé es de la actuación. Los simuladores son héroes urbanos, de nuestra ciudad y país. Quise que el personaje fuera un actor, pero no uno sesudo, shakesperiano, sino uno donde la gente, enseguida, se identificara. Quiere viajar entre el miedo y la nada, para transformarse en un héroe de verdad. Buscamos crear un ícono nuevo que se llama Bombín que fue medio por la sonancia con Tintín. Después los dibujantes de la comunidad Orsai fueron pergeñando finalmente al personaje de historieta que le hizo muy bien a la película y también es el motor de la historia.
—¿Por qué aceptaste ir a filmar a Bruselas?
D.P: Ahí debe haber una cantidad de espías y de operaciones de espionaje, me imagino enorme, porque está el Parlamento Europeo. Entonces nos resultaba el lugar exacto, aparte Bruselas es una ciudad huérfana: Vos decís Holanda tiene dueño, madre y padre, pero Bélgica es un lugar que tiene muchos idiomas, distintas razas, queríamos que la película respirara progresismo. Crear esta cuestión de ciudadano del mundo, que es muy políticamente correcto, algo que tienen en general los cómics. La película más que una respuesta a la actualidad tiene una mirada existencial que tiene que ver con la estupidez que significan las religiones y las guerras.
—¿Cómo desde ser un blog hoy Orsai puede producir películas?
HERNÁN CASCIARI: Orsai nació como blog de internet en el 2002. Durante muchos años fue solamente eso: una persona que escribía de forma cotidiana, sistemática y gratuita, cuentos en un blog y nada más.
—Ustedes ponen la frase: “Contar historias sin nadie en el medio”. ¿Por qué?
CASCIARI: Es la frase que define el proyecto. Busqué que no haya una intermediación entre los artistas con sus espectadores, oyentes, usuarios. El intermediario era una editorial, una casa discográfica, como lo quieras llamar. Me parece que el inicio de internet nos dio la posibilidad de que las personas podamos comunicarnos con las personas, hoy son las redes sociales.
—¿Cómo se gestiona el tema de los socios?
CASCIARI: Un producto necesita de un dinero para que se concrete, luego alguien lo compra y viene un dinero más. Por ejemplo la película La uruguaya tuvo 1.920 socios productores que pusieron entre cien y quinientos dólares, así se consiguieron los seiscientos mil para producirla. Luego la pudimos vender a Disney y todavía está en esa plataforma. Ese dinero lo repartimos entre todas las personas que pusieron el capital. Por ejemplo, La muerte de un comediante, el guión de Diego y de Javier lo veían trescientas personas por día, escena a escena y hacían preguntas. Se vota con el mismo sistema que en el Congreso de la Nación. Es una aplicación.
—¿La idea cómo nació?
JAVIER BELTRAMINO: Desde muy pequeño quería ser director de cine o futbolista. Estudié cinco carreras universitarias, que no terminé. Soy de Santa Fe y a los veintidós años me mudo aquí para estudiar cine y a mis treinta logré entrar a la industria como productor de Campanella, en Metegol. Más tarde pasé a trabajar como productor junto a Axel Kuschevatzky en Telefónica Estudios. Pude hacer el cortometraje animado, Arroz y fósforos en el 2015. Era vecino de Diego Peretti hasta que un día me atreví a acercarle el proyecto, quería trabajar con él. Él no tenía previsto dirigir y lo impulsé a que escribiera el guión, que saliese de su cabeza.
—¿Y el héroe del comic?
BELTRAMINO: Como actor, Diego me explicó que se la pasa repitiendo parlamentos escritos por otros, por eso imaginamos a este actor popular que hace al héroe Escorpión pero que su fuente de inspiración fue un comic, necesitábamos uno sin superpoderes y le propuse que fuera Tintín de Georges Remi, pero los derechos eran carísimos por eso inventamos a este Bombín. Bruselas es la capital del cómic, ellos crearon Los Pitufos, que sería equivalente a nuestra Mafalda.
—Al haber vivido en Bruselas tenías muy en claro los lugares, algo ya se había visto en tu cortometraje “Lobo solitario” que protagonizaste. ¿Cómo los elegiste?
BELTRAMINO: Sí, lo había filmado junto a mi hijo argentino Antonio en el 2021, luego nació en Bruselas, Lucca. Viví varios años allí por mi familia política y es un país muy difícil. Al ser también la capital diplomática de la Unión Europea nos permitía imaginar una intriga y conspiraciones. Tuve cinco días para buscar las diecisiete locaciones. Desde un comienzo les avisé que en Bruselas llueve mucho, por lo cual las escenas que hicimos en Buenos Aires mojábamos todos los abrigos, la vereda, las calles, fue un trabajo muy artesanal. La industria del cine de Bélgica me dio la espalda y finalmente les dimos trabajo a sesenta belgas gracias a La muerte de un comediante, entre técnicos y extras.
—¿Las secuencias del noticiero europeo son reales?
BELTRAMINO: Si, alguien estaba buscando promulgar en el Parlamento Europeo una ley anti inmigratoria muy dura. Esto fue hace ya tres años, pero creo que nos quedamos cortos, con la realidad actual. Empecé a vivir en Bruselas a los treinta y ochos años y por primera vez viví la discriminación en lo laboral. Había creído en los discursos progresistas europeos respecto a la inmigración y después me di cuenta la diferencia con Argentina. Quizás nosotros hacemos una discriminación positiva hacia los europeos, que también es lamentable. Pero allí se arman guetos, barrios súper separados del resto, así están los italianos y los árabes. La muerte está en el título, pero no en toda la película, no hay una obsesión por ella. Buscamos hablar de la posibilidad de vivir de forma auténtica y ojalá fuese no a través de volverse consciente de la finitud del tiempo. La forma de ganarle una batalla a la nada es crear algo que no exista, efímero, como la vida misma y para eso está el arte.