La noche de la tragedia de Cromañon, Callejeros cerraba un ciclo signado por el disco Rocanroles sin destino. Nunca terminaron de hacerlo. Cinco años después, muchos de los chicos que viajaron cientos de kilómetros hasta aquí creen que ese disco fue el que mejor define el estigma que pesa sobre la banda.
La gente llegó desde casi todas las provincias del país, y del Gran Buenos Aires, pero hubo pocos porteños. Se concentraron en el club Estudiantes de Olavarría por una razón con perfume existencial que trasciende su fanatismo: creen que nunca más verán a Callejeros en un escenario. “Es re importante estar acá porque ésta va a ser la última vez que van a tocar”, enseña Camila, de 17 años.
Pato Fontanet, el líder, entró al humilde escenario con un andar cansino y una botella de alguna bebida blanca en la mano, que probó tres veces antes del primer grito que inauguró el show. Parecía que en cada acorde se sentía el peso del veredicto de la próxima semana, todos hablaban de eso, todos lo decían, salvo la banda. Los invisibles fue el primer tema con que el grupo encendió a los casi 15 mil adolescentes y los escuchaban con el doloroso sabor de la última vez.
“Este es mi primer recital y vengo a ver a los Callejeros porque es el último”, confirmó Sofía de Pergamino. “Saltá, guachín”, obligó en tono amenazante a este cronista un joven que no se indentificó, como invitación al pogo masivo que comenzó antes del recital. Y se repitió unas 16 veces (que fueron contadas). Con la única defensa de los antebrazos pegados al pecho, Perfil esperó casi dos horas a dos metros del escenario para respirar la profecía de última vez de Callejeros.