Hace poco más de un año, cuando Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino le entregaron el Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera a Juan José Campanella por El secreto de sus ojos –que había batido récords de público en nuestro país–, se insinuó que había una recuperación del cine argentino.
Diecisiete meses más tarde, resulta difícil sostener algo semejante. Por lo menos, claro, en cuanto a convocatoria de público.
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