En estos días es recurrente el interrogante sobre qué pasará con la temporada teatral 2021 en Mar del Plata, obviamente sin definiciones. Creo que la situación de pandemia nos pone aquí y al mundo en una prueba de delicado equilibrio, que nos hace cambiar de estado de ánimo y de humor, también de perspectivas, incluso durante un mismo día. No está mal que eso ocurra y nos debemos permitir que eso nos pase.
Como se dijo desde el principio, estamos ante un “enemigo invisible”, un enemigo que nos hace sentirnos por momentos más fuertes y seguros, y también en otros darnos cuenta de lo vulnerables que somos ante él. Aceptar que no sabemos es lo que nos hace no tener certezas sobre lo que viene.
Sin embargo en el caso de nuestro rubro, la única certeza que tuve desde marzo de este 2020, y la hice pública, es que el año estaba perdido. Lo expliqué en aquel momento dividiendo en tres fases lo que transitaríamos, donde trataba la primera cuarentena como el inicio de la clausura, una segunda fase muy larga que tendría que ver no solo con el regreso de las actividades comerciales, donde la nuestra iría de cola, sino incluso con permitir transitar el aire libre, y una tercera fase que inexorablemente tendrá que ver con el efecto post cuarentena, desde el punto de vista del temor, pero también de una economía hogareña aún más maltrecha que la que ya teníamos a principio de año.
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La temporada de Mar del Plata me hace estar convencido que primavera define verano. La ciudad puede tener una temporada valiosa al sumar a lo de siempre, la ventaja de la distancia a los hogares primarios de los posibles turistas, incluyendo la posibilidad de llegar sin la necesidad de utilizar transporte público.
Para que eso ocurra, se necesita una Mar del Plata en marcha en primavera, en realidad un país en marcha en primavera, porque ensayar la convivencia con el virus en verano nos complicaría sin los “ensayos” en primavera, para ir acostumbrándonos a convivir con este COVID-19, que hasta que la ciencia lo derribe, llegó para quedarse.
Paradójicos resultan estos pensamientos, cuando habíamos arrancado el año con un poco más de oxígeno para la ciudad, con parámetros en las distintas actividades comerciales por encima del verano anterior. Pero tocó esto en el mundo y también en Mar del Plata.
En relación a nuestra profesión, estoy como aquel cocinero que tiene la comida marcada pero no pone la milanesa a freír hasta no ver el comensal en la mesa. Tengo una programación “marcada”, pero no me animo ni a decirla por las dudas, fundamentalmente por una cuestión de respeto. De entrada dije que “el show no debe continuar”. Esa frase tan de nuestro ambiente no es aplicable en este contexto, cuando se impone lo sanitario y se juegan vidas humanas. No es momento para la frivolidad. Hay que ir por lo prioritario. Entonces estoy listo para encarar una nueva temporada en Mar del Plata, siempre sujeta a mirar primero dónde estamos parados desde lo sanitario.
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Primavera define verano porque son demasiados los rubros que dependen de la temporada, todos en gateras, todos con una necesidad económica de paliar en parte un invierno gravísimo para la mayoría de los sectores. Sin embargo “el show no debe continuar”, aún teniendo todo listo para levantar telones, porque amerita seguir cuidándonos para ingresar luego en lo que ahora se llama nueva normalidad.
Este verano estaré cumpliendo 43 temporadas consecutivas en Mar del Plata. Lo que nunca imaginé es estar transitando el invierno 42 sin haber podido acercarme a la ciudad. Hoy lo que siento es una enorme abstinencia de Mar del Plata.