ESPECTACULOS
IvAn Magri

Con el padrinazgo de Pavarotti

El joven tenor italiano se presentó por primera vez en el Teatro Colón. Recuerda a grandes maestros y lamenta las crisis económicas que perjudican al mundo de la ópera.

Historico. Magrì protagonizó la versión de L’elisir d’amore en el Colón, con dirección de Sergio Renán.
| Gza. Magri

Ivan Magrì es siciliano pero ahora vive en Bergamo, Lombardía. La musicalidad y el amor por la ópera italiana corren por sus venas y se proyectan en su voz de tenor, que fue reconocida por el mismísimo Luciano Pavarotti. Se presentó por primera en el Teatro Colón con L’elisir d’amore, de Gaetano Donizetti, con dirección de escena de Sergio Renán, dirección musical de Francesco Ivan Ciampa, vestuario de Gino Bogani y escenografía de Emilio Basaldúa.
—¿Cómo caracterizarías esta puesta en el Teatro Colón, la labor de Renán y tu personaje?
—La propuesta es muy real y hermosa. Me gusta mucho el personaje, porque es fácil de entender lo que Renán quiere. Es la primera vez que tengo el placer de trabajar con él y creo que he entendido bien su deseo en torno a mi Nemorino, que tiene mucha gestualidad, es muy espontáneo y simple, y a la vez tiene un ánimo poético.
—También se trató de tu primera vez en el Colón. ¿Cómo lo evaluaste?
—Sí, fue la primera vez. Es un teatro maravilloso. Un templo de la lírica. Recuerdo que, cuando yo me iniciaba como cantante, mi deseo era lograr cantar, junto a otros dos o tres teatros en el mundo, precisamente aquí, por donde han pasado las más grandes cantantes, y donde además se trabaja muy bien.
—¿Cómo fue tu experiencia con Luciano Pavarotti?
—Esto fue hace varios años, cuando él ya sabía de su enfermedad. Pero hay que remarcar que, a pesar de cómo se encontraba, ha sido uno de los encuentros más importantes de mi vida. Antes de ese encuentro, muchas personas le habían hablado a él de mí pero por diferentes razones no habíamos podido conocernos. El ha sido uno de los tres mayores tenores de todos los tiempos y yo he tenido la suerte de haberlo tratado, de haber estudiado con él. El programa consistía en una serie de estudios y luego él haría una selección para hacer una puesta de L’elisir d’amore, justamente, que él estaba organizando, pero finalmente no se hizo. Todo sucedió en Modena, durante unos seis meses de invierno. En ese tiempo, recuerdo que él me enseñaba: “Hay que cantar con naturalidad. Cuando se canta, se debe ser natural, debe parecer que no se hace nada, debes ser lo más natural posible, espontáneo. Hay que lograr que las personas digan: ‘¡Eh! Esto parece natural’. Ahí está la verdadera técnica”. Y para explicarse, daba ejemplos. Era tan bello cuando empezaba: “Una furtiva lágrima…” (Magrì lo interpreta con suavidad). Era increíble… ya no cantaba exactamente, pero en ese ejemplo podían sentirse su corazón y sus emociones.
—¿Qué otros maestros o encuentros importantes has tenido en tu trayectoria?
—¡Oh, son tantos…! He tenido la fortuna de trabajar en diversas óperas, con excepcionales artistas. Como director de orquesta, por ejemplo, con Zubin Mehta, quien logra unir, poner en comunicación al cantante con la orquesta. Como intérprete, he coincidido con Plácido Domingo, un artista completo; cuando estás en escena con él, te das cuenta de que el carisma de Domingo es único.