"Máxima Zorreguieta, la reina. Estaría bueno". La que habla sobre la imitación que le gustaría llevar a cabo próximamente es Fátima Florez, la comediante (así le gusta que le digan) que saltó a la fama por su camaleónica y Saturday Night Live imitación de Cristina Fernández de Kirchner, que volvió el pasado domingo a PPT, el programa de Jorge Lanata, y que está presente en Fátima Florez es única, el espectáculo teatral que va en el Teatro Premier. Además, para confirmar su ocupadísimo presente (carteles de “Localidades agotadas” incluidos), Florez conduce Plan TV, el refrito de errores de El Trece.
¿Cómo ha hecho Florez, esa que sueña con hacer de Zorreguieta, para pegar tan fuerte en el público? “Mirá, me parece que en esto, tanto en la comedia como en el entretenimiento, el secreto es ser uno mismo y jugársela, no mirar atrás. Lo que yo hago con las imitaciones es precisamente eso: salir sin red, no me importa nada, juego al máximo y voy, conscientemente, contra el límite. Me parece que ése es el secreto de que te vaya bien en la comedia, en el humor.”
—Si la comedia es el arte de saber observar y traducir eso de una forma absurda, entonces, eso implica que vos leíste como nadie a Cristina. En ese sentido, ¿qué ha cambiado en ella desde que empezaste a imitarla?
—Me parece que este año Cristina Kirchner está un poco más conciliadora, más tranquila en su discurso: es dueña de un discurso más pausado, aunque seguramente no diría que es un discurso más ameno. No es lo que era antes, eso es cierto. Antes era como un estilo más cercano a Evita, más épico, más cargado, dueño de un color de voz bien arriba, y ahora la siento mucho más tranquila.
—¿Sentiste presión por hacer de Cristina en el programa considerado el bastión de la oposición al Gobierno?
—Yo me manejo con mucha libertad. Nunca nadie de los que uno puede creer me podía haber dicho algo, siquiera se quejó. Nunca nadie dijo nada. Es más, se me quejó gente a la cual le debería dar gracia lo que estoy haciendo. Nunca me llamó la Presidenta, ni nadie cercano a ella. Y los políticos que me encuentro me piden que los imite, ya que lo toman como una diversión. Porque hay que ser sinceros: en algún punto, la imitación es publicidad, sigue siendo difusión y creo que si no te nombran, si no te imitan, es peor porque quiere decir que no existís, y que te ignoran. Cualquier persona que sea inteligente tiene sentido del humor.
—¿Qué opinás de las denuncias que se dan en el programa?
—Lo de las denuncias ya había arrancado el año pasado: son informes y denuncias muy fuertes de las que se hace eco todo el periodismo. Son programas que al día siguiente hacen hablar al país y lo mío ahí es una sección de humor que entiendo la gente espera mucho (me preguntaban mucho en la calle cuándo iba a volver).
—¿Sentís que tenés que crear un balance entre esa denuncia y algo humorístico?
—No, yo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible y realmente me entero ahí mismo, en el programa, de lo que van a hablar, de las denuncias. No formo parte de eso previamente, sí formo parte de las reuniones de producción. De lo otro me entero los domingos, igual que el público. No sé qué decirte en la materia de balance: yo hago lo mío y de los informes prefiero no opinar porque no estoy metida ni empapada en lo que es ese tema.
—¿Por qué creés que la gente se enganchó con tu imitación de Cristina más que con cualquier otra?
—La gente a veces prefiere reírse de las cosas malas que llorar. Pero también está buena la idea de informar, o de concientizar, desde un lado más lejano a la pálida, desde un lugar divertido. La gente necesita reírse. La gente necesita mucho reírse.
—En ese sentido, ¿harías de Cristina si te lo ofreciera Tinelli?
—Yo haría de Cristina donde sea. Así que sí, totalmente. Ahora vuelvo al piso en PPT, con Cris TV, y seguramente vamos a tener mucho éxito.
—¿Hay un límite en la imitación que hacés?
—Yo tengo límites, claro. Soy muy respetuosa de las personas que imito. Obviamente no me meto en temas como las enfermedades: en eso soy muy respetuosa. Hasta podría decirse que hiperrespetuosa. Fijate que cuando a la Presidenta la operaron, dejé de hacer el personaje durante esos días que no se sabía qué tenía, lo saqué de la rutina, y cuando estuvo todo bien lo volví a incorporar. Me parece que con eso no se jode.
—¿Tuviste que soportar mucho machismo?
—Cuando abro el espectáculo de teatro cuento que para una mujer es muy difícil porque el espectáculo y la comedia en Argentina son muy machistas, los hombres se creen que son los capos y las mujeres sólo son tomadas como acompañantes, en un segundo plano. Y la verdad es que no es así: se está demostrando que las mujeres y sobre todo en el teatro, estamos pisando fuerte. Y a mí me siguen mucho las mujeres: los hombres suelen hacer humor para hombres, y yo hago algo bastante parejo, algo más universal.
—¿Te costó superar lo que pasó cuando se filtró un video personal íntimo tuyo?
—Te soy sincera: me costó menos de lo que yo creía. Pienso que me resbaló demasiado pronto. Pero también porque no miré mucho lo que decían los medios, traté de mantenerme al margen, apagar la televisión unos días. Seguí trabajando. Me jorobó dos días, me deprimió muchísimo, y hasta no sabía si largar todo. Y de repente me dije que estaba loca. Es algo que pasa, que la semana que viene fue tapado por otra noticia. Sigue en manos de la Justicia, obviamente. Esperemos que se pueda llegar a la persona que lo hackeó. No está bueno la verdad. Es terriblemente feo que se metan en tu vida privada.
—¿Fue feo estar del otro lado de la maquinaria?
—Sí. Son los gajes del oficio. Al estar en el medio, uno está expuesto a que le pasen cosas: yo no vi el video, no me interesa, digan lo que quieran, yo sigo laburando.