Desde sus orígenes, hablar del premio Oscar fue hablar de las polémicas que genera. En su mayoría, para el gran público las conflictos surgen por la justicia o injusticia de a quién se nomina y quién se queda con la estatuilla —lo que implica quién se vuelve con las manos vacías—.
No tanto para la audiencia, y sí más para la industria, las polémicas, en especial desde la década del ´90, estuvieron relacionadas con los lobbies que se realizan, procedimientos publicitarios que en algunos casos fueron desmesurados en relación al costo del film que se promocionaba.
De una forma u otra, un premio que siguen millones de personas alrededor del mundo, siempre da que hablar, y esta entrega no podía ser menos. Vayamos por pasos:
1) Desde su estreno en Estados Unidos, la Disney insistió con que Pantera Negra merecía ser candidata a mejor película. Vale recordar que ni siquiera las Batman de Christopher Nolan consiguieron meterse en el pelotón de finalistas, por lo que un film mediocre como el del superhéroe africano no parecía reunir las condiciones. Más aún en un año en que películas del mismo género como Avengers y Aquaman fueron muy superiores a las huestes de Wakanda forever. Sin embargo, presión de la Disney mediante, más la oportunidad para la Academia de dejar atrás el escándalo por los #OscarsSoWhite, la terminaron por incluír entre las nominadas sin ningún merecimiento más allá del simpático vestuario.
2) Netflix consiguió poseer una película como Roma y de esa forma tener una candidata —¿favorita?— al premio mayor. Logró de esa forma incorporarse como empresa a la Academia, aunque resta saber si la Academia la aceptará regalándole una gala entera. Cabe aclarar que en este momento Netflix necesita al Oscar mucho más que lo que el Oscar necesita a Netflix: el gigante de streaming posee cuentas en rojo, un monto sideral en inversiones que no redunda en calidad en su pantalla y la posibilidad latente de incluir publicidad en el servicio. Una dosis de prestigio supuesto como un galardón de estas características le brindarían mucho oxígeno a la empresa, en especial ante sus inversionistas.
3) Hace un par de años fue el escándalo de los #OscarsSoWhite. La Academia hizo todo lo posible por dejarlo atrás —incluso contrató a un conductor negro, que al final se desligó del asunto—, y ahora los candidatos de color proliferan como pitufos en la aldea con Gargamel como mal vecino. El movimiento ha generado que actores de color como Regina King y Mahershala Ali sean favoritos en sus categorías de reparto, y que Spike Lee sea la posible sorpresa que le quite la estatuilla de las manos a Alfonso Cuarón. Esto no significa que estos nombres no sean merecedores de los galardones —en especial en el caso de Lee—, sino que toda la movida termina por relegar a actores que quizás lo merecen más por sus trabajos puntuales pero el color pálido de sus pieles les juega en contra.
4) Como se dijo en el punto anterior, el #OscarsSoWhite fue un éxito. En esta edición no ocurrió lo mismo con el #MeToo. No hay, por ejemplo, directoras nominadas, y los films de temática feminista brillan por su ausencia entre los aspirantes al premio mayor. Dada la velocidad histórica de reacción de la Academia, las mujeres deberán esperar a una próxima edición. Con suerte, el año que viene.