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jose cura

De regreso al Teatro Colón

El tenor argentino vuelve al país para presentar Cavalleria rusticana y Pagliacci. Vive en Europa y considera que la crisis es mundial y no económica, sino moral.

Múltiple. José Cura en el Colón, en su triple rol de tenor protagonista, director y escenógrafo.
| Sergio Piemonte

El tenor argentino José Cura está radicado en Europa, y su carrera sobresale en todos los continentes. Sin embargo, en su ajetreada agenda –sus próximas citas son en Beijing, Bratislava y Estocolmo, y ya tiene asumidos compromisos artísticos hasta 2018–, hay espacios para nuestro país. En 2013 ya había venido a hacer Otello al Teatro Colón, como protagonista, director y escenógrafo. En 2015, está de regreso, también en ese triple rol, al que le suma un cuarto, el de iluminador. Está aquí para hacer cinco funciones (los días 14, 16, 17, 18 y 21 de julio) de un doblete operístico que traslada al coliseo porteño una producción de la Opera de Valonia, Lieja, Bélgica. Se trata de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni y Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo; en esta última, el propio Cura toma el papel de Canio.
—¿Cómo describiría al Teatro Colón en este momento?
—Aunque yo soy argentino, y el teatro es mi primera casa, no dejo de llegar como un invitado. Veo cambios, veo esfuerzos. Y más allá de los inconvenientes que pueda tener un teatro tan monstruosamente grande como es el Teatro Colón, el factor humano es el que siempre hace que salgan las cosas adelante. La gente del Colón quiere mucho al teatro, quiere mucho su trabajo, y son artistas de raza, hasta los maquinistas. Con respecto al 2013, siento que hay un poco más de serenidad. Además, han ajustado y actualizado los sueldos, lo cual le hace muy bien psicológicamente a todo el mundo.
—¿Qué reflexión le merece que un espectáculo como el que usted presenta realice sólo cinco funciones?
—Un teatro con la máquina que tiene el Colón tendría que hacer muchas más funciones al año. Esto no tiene que ver con una voluntad de no hacer, sino con el presupuesto. Para óperas tan populares como las que hacemos, cinco funciones son muy pocas, porque ya está todo vendido desde hace meses. Mucha gente se va a quedar con ganas de verlas. Las razones de la restricción, no las conozco.
—Hace más de veinte años vive en España. ¿Cómo son sus sentimientos hacia ese país y hacia la Argentina?
—Yo soy un hijo de la Argentina y allí donde vaya por el mundo siempre se me llama “el artista argentino”. El orgullo es siempre el mismo: que me sigan llamando “argentino” hasta la muerte.
—Y ¿cómo vive esto futbolísticamente?
—Me gusta ver el buen deporte. Ver jugar al Barcelona o al Real Madrid es un ejercicio estético: esta gente juega fútbol casi artístico. Ahora, juega la Selección y el país entero se identifica emotivamente. Argentina o España: si alguno de los dos queda descalificado, sigo con el otro.
—¿Qué opinión tiene de la tan mentada crisis en España y en Europa?
—Se habla mucho de crisis económica, pero la crisis que tenemos no es económica, es moral y no me refiero a España, sino al mundo. Es de principios. La crisis económica es una de las consecuencias de esa crisis de principios. Crisis económicas, la humanidad ha tenido y va a tener muchísimas y ha salido de ellas con mayor o menor esfuerzo. De lo que se sale con mucho más tiempo, dolor y pagando consecuencias más graves, es de las crisis morales. Y eso me preocupa mucho más.