Le encantaría hacer una obra inglesa, de Oscar Wilde, y estuvo muy cerca de quedarse a vivir en Barcelona, en 2002, pero reconoce que no pudo. “ No era de ahí, no podía ni hablar de fútbol, ni de cine... porque hasta titulan distinto las películas. En mi barrio, puedo hablar de cualquier cosa. Necesitaba el referente.” Pocas semanas después de terminar de grabar el éxito de Sos mi vida asumió la autoría, dirección e interpretación de su espectáculo Escaparate.
—¿Cómo definiría esta obra?
—Será un tríptico. Primero vino
El ojo, donde se mostraba la esquizofrenia, a través de canciones unidas por un cuento
ingenioso. Después
Escaparate, que tiene más que ver con una poética de la percepción y con el narcisismo.
Aunque no se me entienda, ni haga reír, quería presentar esto que tenía en mi cabeza. El tercero
será
Pará Noico. Siento que estamos en una sociedad vigilada, controladora y hasta el
pensamiento está observado.
—¿Hay filosofía detrás del texto?
—El primer monólogo lo escribí para la revista TXT. Mi primera proposición fue: En la
Argentina, nadie trabaja, y se opone a otra que dice: En Argentina todos trabajamos, pero no nos
damos cuenta. Por lo cual sale el tercero incluido, ninguna es falsa, pero ninguna es verdadera. En
El ojo había una persona que tenía que usar anteojos y no los quería usar, mientras que en
Escaparate hay una persona que los necesita y los usa, pero al mismo tiempo se desdobla, porque
piensa que ellos lo observan. Es como el otro yo del Señor Merengue.
—¿Cómo se llega a este planteo?
—Desde la época de “Los Melli” que decíamos Deleuze a dúo, luego para
escribir
Dr. Peuser me leí todo
Michel Foucault, basándome en su libro
Vigilar y castigar y también me ayudó 1984, de Orwell. Me resurgió la filosofía a partir
de la dirección que estoy haciendo del unipersonal
Sócrates de
Eduardo Rovner, con
Osvaldo Santoro. Sin apuro, nos reunimos y trabajamos con mucho placer. Ahí nos
metimos con los sofistas, más tarde llegó
Platón,
Aristóteles, nos volcamos a la filosofía moderna y después llegamos a la
Dialéctica de la percepción de
Merleau Ponty.
—Durante el Mundial de Fútbol se dijo que ibas junto a Oreiro y Arana a filmar escenas a
Berlín, pero te bajaste del avión porque ellos estaban en primera clase y vos no. ¿Es cierto?
—Primero no quería ir a Alemania, porque eran sólo dos días e íbamos a trabajar muy
fuerte. Me habían convencido cuando me informaron que no había más pasajes en primera clase. No
quise estar en turista, pero no sólo fue por estar cómodo, sino que iba a estar rodeado de hinchas
de fútbol, seguro barrabravas, y me hubieran molestado con la
Monita. Lo bueno es que nadie tomó represalias, pero nunca me enojé, además tengo
una representante para pelearse, si hay que hacerlo. Todos lo comprendieron y no se modificó el
diálogo con
Adrián Suar. El es uno de los pocos productores que sigue el producto y hasta te
aconseja con cada personaje. Tiene todo en la cabeza, son sus ideas y las cuida. La gente no
discute por temor a perder el trabajo. Creo que uno debe cuidar su trabajo y hacerse valer.
—¿Cambia la popularidad?
—Al principio, me molestaba que me miraran como a un mono, pero después me
acostumbré. Nadie me llama por mi nombre, o soy
Willy de
Tumberos, o soy el
Vasquito, o
Quique... hasta mi mamá me confunde con mi hermano... En realidad, me llamo
Carlos Fabián y durante años me decían Fabián hasta que me revelé y decidí aceptar
el primero.
—¿Cuál es tu próximo estreno?
—En marzo estrenamos una obra de y con
Pablo Cedrón, junto a
Marcelo Mazzarello y
Ernesto Claudio, será en Ciudad Cultural Konex, con nuestra dirección, aunque
tenemos un asesor. Desde
Campeones que veníamos gestando este proyecto, la estuvimos leyendo todo el año en los
camarines. Los diseños de vestuario y escenografía son del propio Cedrón. Se titulará
Jamel y es un código interno de estos cuatro submarinistas, que tienen una misión:
derrocar una tiranía... pero se pierden. Ocurre en la Argentina, con nuestros problemas e
historias.
—¿Más proyectos para este año?
—No haré televisión. Quiero hacer cine. Casi seguro filmaré junto a
Mirta Busnelli
La confesión con dirección de
Juan Manuel Jiménez, el mismo de
Dolores de casada (2004). Es un policial donde haré un protagónico.
—¿Qué recuerdos te dejó el teatro San Martín?
—No me convence ninguna estructura. Entré muy entusiasmado, pero sentí que el lugar me
frenó. Lo único atractivo fue el elenco, la seguridad del sueldo, el repertorio parece que lo es,
pero después te encontrás que le falta aceite a ese engranaje.