ESPECTACULOS
Carlos Belloso

Del boxeo a la filosofía

El Quique de Sos mi vida dice que nadie lo llama por su nombre. Se negó a viajar a Alemania, con Oreiro y Arana, porque no le dieron pasaje en primera clase. Este año no volverá a la tevé.

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"Al principio, me molestaba que me miraran como a un mono, pero despus me acostumbr" | Cedoc

Le encantaría hacer una obra inglesa, de Oscar Wilde, y estuvo muy cerca de quedarse a vivir en Barcelona, en 2002, pero reconoce que no pudo. “ No era de ahí, no podía ni hablar de fútbol, ni de cine... porque hasta titulan distinto las películas. En mi barrio, puedo hablar de cualquier cosa. Necesitaba el referente.” Pocas semanas después de terminar de grabar el éxito de Sos mi vida asumió la autoría, dirección e interpretación de su espectáculo Escaparate.

—¿Cómo definiría esta obra?
—Será un tríptico. Primero vino El ojo, donde se mostraba la esquizofrenia, a través de canciones unidas por un cuento ingenioso. Después Escaparate, que tiene más que ver con una poética de la percepción y con el narcisismo. Aunque no se me entienda, ni haga reír, quería presentar esto que tenía en mi cabeza. El tercero será Pará Noico. Siento que estamos en una sociedad vigilada, controladora y hasta el pensamiento está observado.

—¿Hay filosofía detrás del texto?
—El primer monólogo lo escribí para la revista TXT. Mi primera proposición fue: En la Argentina, nadie trabaja, y se opone a otra que dice: En Argentina todos trabajamos, pero no nos damos cuenta. Por lo cual sale el tercero incluido, ninguna es falsa, pero ninguna es verdadera. En El ojo había una persona que tenía que usar anteojos y no los quería usar, mientras que en Escaparate hay una persona que los necesita y los usa, pero al mismo tiempo se desdobla, porque piensa que ellos lo observan. Es como el otro yo del Señor Merengue.

—¿Cómo se llega a este planteo?
—Desde la época de “Los Melli” que decíamos Deleuze a dúo, luego para escribir Dr. Peuser me leí todo Michel Foucault, basándome en su libro Vigilar y castigar y también me ayudó 1984, de Orwell. Me resurgió la filosofía a partir de la dirección que estoy haciendo del unipersonal Sócrates de Eduardo Rovner, con Osvaldo Santoro. Sin apuro, nos reunimos y trabajamos con mucho placer. Ahí nos metimos con los sofistas, más tarde llegó Platón, Aristóteles, nos volcamos a la filosofía moderna y después llegamos a la Dialéctica de la percepción de Merleau Ponty.

—Durante el Mundial de Fútbol se dijo que ibas junto a Oreiro y Arana a filmar escenas a Berlín, pero te bajaste del avión porque ellos estaban en primera clase y vos no. ¿Es cierto?
—Primero no quería ir a Alemania, porque eran sólo dos días e íbamos a trabajar muy fuerte. Me habían convencido cuando me informaron que no había más pasajes en primera clase. No quise estar en turista, pero no sólo fue por estar cómodo, sino que iba a estar rodeado de hinchas de fútbol, seguro barrabravas, y me hubieran molestado con la Monita. Lo bueno es que nadie tomó represalias, pero nunca me enojé, además tengo una representante para pelearse, si hay que hacerlo. Todos lo comprendieron y no se modificó el diálogo con Adrián Suar. El es uno de los pocos productores que sigue el producto y hasta te aconseja con cada personaje. Tiene todo en la cabeza, son sus ideas y las cuida. La gente no discute por temor a perder el trabajo. Creo que uno debe cuidar su trabajo y hacerse valer.

—¿Cambia la popularidad?
—Al principio, me molestaba que me miraran como a un mono, pero después me acostumbré. Nadie me llama por mi nombre, o soy Willy de Tumberos, o soy el Vasquito, o Quique... hasta mi mamá me confunde con mi hermano... En realidad, me llamo Carlos Fabián y durante años me decían Fabián hasta que me revelé y decidí aceptar el primero.

—¿Cuál es tu próximo estreno?
—En marzo estrenamos una obra de y con Pablo Cedrón, junto a Marcelo Mazzarello y Ernesto Claudio, será en Ciudad Cultural Konex, con nuestra dirección, aunque tenemos un asesor. Desde Campeones que veníamos gestando este proyecto, la estuvimos leyendo todo el año en los camarines. Los diseños de vestuario y escenografía son del propio Cedrón. Se titulará Jamel y es un código interno de estos cuatro submarinistas, que tienen una misión: derrocar una tiranía... pero se pierden. Ocurre en la Argentina, con nuestros problemas e historias.

—¿Más proyectos para este año?
—No haré televisión. Quiero hacer cine. Casi seguro filmaré junto a Mirta Busnelli La confesión con dirección de Juan Manuel Jiménez, el mismo de Dolores de casada (2004). Es un policial donde haré un protagónico.

—¿Qué recuerdos te dejó el teatro San Martín?
—No me convence ninguna estructura. Entré muy entusiasmado, pero sentí que el lugar me frenó. Lo único atractivo fue el elenco, la seguridad del sueldo, el repertorio parece que lo es, pero después te encontrás que le falta aceite a ese engranaje.