Che, ¿quién queda vivo?”, bromean los actores mientras en una de las pausas de la filmación de Argentina, tierra de amor y venganza (nombrada como ATAV) se van enterando, a través de sus celulares, cómo van definiendo los guionistas Carolina Aguirre y Leandro Calderone el final de esta telenovela. La muerte anda rondando y tiene un porqué, que Frigerio justifica: “Estamos en el final de la tira, y todo se empieza a resolver a los tiros. La forma de defenderse en los años 40 –je, ahora no sé si sería muy diferente– es a los tiros”.
Esta producción de Pol-ka para El Trece se estrenó el 11 de marzo de este año y llega a niveles de rating inauditos en la actualidad (entre 12 y 15 puntos), muchos días sobre el promedio de ShowMatch en el mismo canal, y los 11-12 puntos que suele sumar Pequeña Victoria, la ficción de Telefe. El 15 de noviembre se terminará de filmar, y para fin de año se verá el último capítulo. Pero parece que no será una despedida definitiva. Adrián Suar anunció que en 2021 se vería una segunda temporada. Las acciones se iniciaron en la década de 1930, y siguen en los 40. Dentro de dos años, el argumento avanzaría hacia los 60.
Por ahora, en el elenco se cuenta a Benjamín Vicuña (Torcuato Ferreyra), Gonzalo Heredia (Aldo Moretti), Albert Baró (Bruno Salvat), Delfina Chaves (Lucía Morel Anchorena)… En particular, María Eugenia “la China” Suárez tiene un papel preponderante. Sin embargo, sobre 2021 poco sabe: “Me enteré por una nota que vi y le mandé un mensaje a Adrián: ‘Che, boludo, ¿me podés comentar de qué están hablando?’”. Sí tiene suposiciones sobre el final de su personaje, Raquel Liberman, basado en la mujer polaca (1900-1935) sometida dentro la red judía en la Argentina de trata de blancas Zwi Migdal, y que se atrevió a denunciarla: “Es una historia basada en hechos reales y en ese momento las mujeres no tenían finales felices… Eran sometidas; las dejaban embarazadas y nadie se enteraba; luego abortaban en la clandestinidad, se morían en los hospitales, y nadie hablaba del tema. Estas pobres mujeres eran enterradas con los cafishos y los rufianes, que eran los verdaderos hijos de puta de la historia. Siendo fieles a la historia que venimos contando, no me imagino un final color de rosa. No creo que la novela defraude y que todos se casen con todos y terminen felices. Caro Aguirre es feminista y abolicionista [de la prostitución]. Independientemente de que también están las historias de amor, esta tira no es liviana: está dejando un mensaje”.
Cómo se trabaja. “Para mí, ATAV es un antes y un después en la televisión argentina, y más en un año difícil como ha sido este. Les deja la vara alta a muchos: a los productores, a los actores… es un antes y un después”, avisa la China Suárez. Es que una de las marcas más reconocibles de ATAV es la minuciosidad en la reconstrucción de época. La producción ha implicado la creación de ambientes de 1.200 metros cuadrados y 100 metros lineales de calle en los Estudios Baires, que Pol-ka tiene en Don Torcuato. Asimismo, se utilizaron locaciones en los barrios de Recoleta y la Boca, en casonas antiguas de Martínez, en el Colegio Militar de la Nación, en Palomar, y en el Centro Loyola, de la Compañía de Jesús, ubicado en San Miguel. Ahora, también en la Parroquia de Parque Chas, San Alfonso María de Ligorio, edificio construido en los años 30, donde se filman escenas que remiten a un hospital.
Afuera, sobre la calle Barzana al 1500, se estacionan tres camiones/containers con materiales eléctricos, y otro más, calefaccionado, como camarín. En el edificio van y vienen unas treinta personas, entre técnicos, maquilladores, apuntadores y continuistas, además del cocinero, que alista todo para la pausa del almuerzo. Los actores se reúnen en un pasillo y repasan la letra, mientras los responsables de dirección y edición revisan las escenas recién filmadas, en el rack frente a las pantallas.
La ficción se apoya en numerosos elementos históricos. Por ejemplo, Mariano Saborido es el joven actor que, dentro de ATAV, hace una versión del famoso modisto Paco Jamandreu. El personaje de Saborido ganó popularidad: “Del Paco original me basé en fotos y cosas que leí, y también en la película Eva Perón, donde actúa Esther Goris y a Paco Jamandreu lo hace Horacio Roca. Me imaginé que Paco hablaba un poco como Mirtha Legrand y un poco como China Zorrilla. Hice ese híbrido entre algo antiguo y algo pizpireto, y se sumaron unos peinados rarísimos, exóticos. Así salió. En ATAV, con mi personaje, se muestra la homofobia que se sufría en esa época. Creo que tuvo repercusión porque es conocido, querido y polémico; era un riñón de Eva Perón, y estuvo cerca de gente del espectáculo, como la Coca Sarli y Armando Bo”.
Silencio y ¡acción! El ejército de trabajadores de ATAV llega a las 7 de la mañana para prepararse y arrancar a grabar desde las 8 hasta las 6 de la tarde, cuando se cuelgan las cámaras. Se demora al menos una hora para registrar lo que luego acaso ocupe uno o dos minutos para el televidente. Antes de eso, la maquilladora se ocupa de cada detalle, como taparle los tatuajes a la China Suárez, que no corresponden a la época ni al personaje. Alejandro Ibáñez es el director, aunque la mirada de inicio fue la de la dupla Sebastián Pivotto-Martín Sabán. Paulina “Chile” Rodríguez, asistente de dirección, avisa “Silencio” y luego dice el clásico “¡acción!”. Todos se concentran: se entregan a ATAV, hasta el 15 de noviembre. Desde el 16, todos –menos los actores– ya están asignados a la nueva producción de Pol-ka: Separadas, donde actuarán Agustina Cherri, Marcela Kloosterboer y Julieta Zylberberg. Pero hasta ese momento, está pendiente saber cuál será el destino de, entre otros, Samuel Trauman, el cafisho que, como tal, es un villano al que Fernán Mirás confiere particular ironía y violencia. “Ahora –revela sobre las escenas que está filmando– estoy tratando de casar a mi hija [Maite Lanata hace de Carmen]. Una banda francesa de fiolos franceses le metió un tiro. Yo quiero que se case con un italiano, porque así las bandas italianas no me van a venir a matar”. Por su parte, Lanata analiza el derrotero de su sufrido personaje: “Empezó con ganas de vengar a su madre y después, ser la hija de Trauman le genera un vínculo extraño con él: se enamora de su inteligencia y siente un rechazo profundo hacia sus raíces. Duda sobre si conviene matarlo o que se pudra en la cárcel. Mientras, se acerca a Julián [Toto Kirzner, en el papel de Julián Salinas]; los dos son hijos de prostitutas. Aunque empieza como algo tímido, el vínculo se irá desarrollando”.
“Ahora me dicen Ivonne”
Toto Kirzner, joven y valorado actor, hijo de Adrián Suar y Araceli González, dimensiona ATAV: “Es no solo la novela sino el programa más visto de la televisión argentina, con puntos de rating que ya no son de esta época, o que no se veían hace mucho. La gente es el motor de este suceso: se siente en la calle”. Y revela el vínculo profesional con su padre: “Yo hago la mía: voy a piso o a exteriores y luego me retiro. Mucho no me lo cruzo. Cuando lo veo me comenta algunas cosas, me hace alguna crítica constructiva, porque es mi viejo y quiere ver si estoy cómodo”.
Frigerio tiene la misma percepción de ATAV como fenómeno: “Hice tiras muy populares, como Los Roldán: 40 puntos de rating todos los días, durante un año entero. Una locura. A pesar de que ahora no es el mismo rating porque las redes cambiaron todo y se puede ver la televisión online, me pasa exactamente lo mismo. Por la popularidad, en la calle antes me decían Cecilia; ahora me dicen Ivonne”.
Entre los efectos de la masividad, es relevante que ATAV está nominada como mejor telenovela en los premios Produ Awards, que se entregarán en noviembre en Cancún, México. Allí compite con Amar a muerte (de México), Betty en NY (de Estados Unidos), Falsa identidad (de Estados Unidos) y Jesús (de Brasil). También están nominados Pivotto y Sabán como directores; Calderone y Aguirre como autores; la China Suárez como actriz de reparto, junto a Soledad Silveyra por Monzón, y Delfina Chaves como actriz revelación.
Pero ATAV impacta también fuera del circuito televisivo. En 2019, los cementerios judíos adonde prostitutas y rufianes estaban confinados han comenzado a desmalezarse, a abrirse al público, al quitarse las cadenas que durante casi un siglo pretendieron ocultar la hipocresía y la vergüenza. El de Granadero Baigorria ya ha iniciado esa apertura, y el que le seguirá es el de Avellaneda, conocido como “el Cementerio de los Impuros”. “Entre los nombres de los rufianes hay apellidos reconocibles en la actualidad, por eso es una historia que quedó muy tapada”, explica Frigerio, quien ha estudiado el tema.