Nunca habían trabajado juntos, pero al mate entre foto y foto hay que sumarle abrazo y chistes. La relación entre ellos fluye y en nada se parece a la de la ficción, donde son padre e hijo y tienen un trato pésimo. En Mis amigos de siempre, Osvaldo Laport es de los mayores en un elenco de figuras jóvenes y cuenta que “todos son chicos muy generosos y aprendo mucho de ellos, pero la relación que tenemos con Nico en la ficción nos permitió saber que nos queremos sin decirlo y disfrutar cuando jugamos una escena”. Cuando se los consulta si sus personajes se les asemejan a sus roles de padres en la vida real, lo niegan. “La única similitud que tengo es el hecho de estar separado y que soy papá”, asegura Nicolás Cabré. Para el actor uruguayo, siempre se coquetea con la realidad, aunque esté lejos de que esta sea la suya. Lo que opina es que hay muchas familias que se sienten identificadas con sus papeles. “Estaría muy bueno que lo podamos continuar con adultez, para que pueda calmar el camino de esa gente”, desea el encargado de interpretar al “Cholo”, que viene de pasar cinco años sin ver a su hijo Simón.
— Ser actor también es muchas veces estar horas grabando y ver poco a sus hijos
— Osvaldo Laport: Tuve etapas de culpabilidad con mi hija, pero lo cierto es que siempre hubo diálogo entre nosotros, más allá de las ausencias físicas. Hoy en la distancia me di cuenta que no, que fui un padre presente aunque tenga muchas ausencias por mi trabajo. Por suerte esa culpa se borró
— Nicolás Cabré: Es lo que le tocó a mi hija, tanto del lado del padre como de la madre (Eugenia “la China” Suárez). Rufina tiene seis meses, todavía no me dice “papá quedate”, pero sé que va a venir. Hay cosas en el día a día van cambiando mucho en las que no pude estar, como enterarte que hoy se quiso parar o que comió por primera vez. No lo vivo con culpa, nuestra profesión es así. Pero cada segundo que puedo estar con ella estoy. Tengo la necesidad, estoy fascinado.
— ¿Te tocó pasar por eso como hijo?
— C: No tengo deudas pendientes con mis padres, tengo una relación excelente con ellos. Mi viejo cuando yo era chico trabajaba de colectivero. El recuerdo más fuerte que tengo es cuando volvía a la noche de laburar. Yo no lo veía en todo el día y para mí ese era el mejor momento. Cuando me abrazaba y me iba a dormir.
— ¿Cómo se llevan con la actualidad de la televisión?
— L: Se está pasando por una etapa diferente, pero este género no muere. Uno tiene que amoldarse a eso. Ahora hay un bajo encendido o mayor posibilidad de hacer zapping entre el cable y el aire. Lo que siempre demando es adultez y continuidad de historia, para que el público se enganche. Por más que tengamos una carrera exitosa, sin una buena historia esa trayectoria no importa.
— C: Cambió la manera de ver televisión. Mis Amigos de Siempre lo podés ver a las dos de la mañana y eso no te lo mide nadie, como no se sabe cuánto representa internet en el público. Hoy estamos todos muy parejos en una franja entre los 10 y los 14 puntos.
— ¿No los modifica en nada el rating?
— C: Ese es un River-Boca que vive el afuera, yo no tengo idea. No pregunto ni me cambia. Viví programas con 40 puntos de rating que no me gustaban, en los que se me hacía muy difícil intentar modificar algo porque me venían con el resultado, y otros de 15 puntos que los disfruté profundamente.
— L: Al productor le importa más, y está muy bien. Lo que sí te puede llegar a modificar es en la continuidad de la fuente de laburo. Ahí sí te preguntás se levanta, no se levanta. A esta altura de mi vida tengo esa preocupación. Por suerte me pasó por primera vez en Lobo, donde nos fuimos con 11 o 12 puntos a las 23, los mismos que hacemos hoy a las 21 y es un éxito. Fue la única vez que esta empresa levantó una ficción.
— ¿Cambió la manera de trabajar a raíz del bajo encendido?
— L: Se trabaja igual que siempre. Mi única preocupación profesional es que cuando llegue a casa quede satisfecho con mi trabajo. El mío y el de todo el equipo, más allá de la cantidad de gente que lo ve. Obviamente que el corazón late más fuerte cuando sabés que estás haciendo un éxito, pero con lo otro ya está.
— ¿Y las expectativas tampoco se modifican?
— C: No cambia hasta el final. Desde el día uno hasta el último soy obsesivo con mi trabajo. Yo hablo de la calidad de la ficción, si después hace mil puntos o cinco, para mí es igual. Uno tiene que estar atento para que cuando algo viene bien aprovecharlo.
— L: Para eso existe el laburo en comunión. Como compañeros todos estamos tirando para el mismo lado para que el trabajo salga bien, que además de aportarle al producto es lo que te asegura el plato de morfi de todos los días
— Son de dos generaciones de galanes ¿Hay un tipo de mujer que les guste en especial?
— C: No creo que haya un estilo o una manera. Esas cosas te sorprenden. No sé si siempre me gustó lo mismo o si entre mis ex parejas hay similitudes. Según el momento y las situaciones.
— L: Estoy grande y me permito ciertas libertades. Yo estando en pareja con una chica mucho más joven creo que sufriría. Con mi mujer tenemos una relación de muchos años y a veces nos preguntamos con mi mujer cómo hacemos: la respuesta está en que volvemos a apostar porque nos amamos. Si eso está en la mesa, se puede enfrentar lo que no nos gusta del otro y pilotearlo.
— Las protagonistas de la tira dijeron que las parejas ahora son mucho más abiertas
— C: Lo que dijeron las chicas, lo piensan las chicas (ríe)
— ¿Cómo se llevan con la fama?
— L: Yo siempre quise ser actor, no ser famoso. Desde que era público de mi hermano y mi padre, mi única preocupación era poder comer de lo que amo. Por eso me importan tanto que se cuiden las fuentes de laburo. El éxito o el fracaso nunca dependen de uno, pero a la hora de correrse el telón siempre es mi intención de dar lo mejor.
— C: Yo elijo ser actor, no ser famoso. Ser conocido tiene sus pro y sus contras. Te abre puertas y por lo general conmigo la gente tiene buena onda, pero no me hagas que mirás el celular para robarme una foto. Ahora que estoy con Rufina eso no me gusta nada. A mí sacame la foto que quieras, pedímela, pero si está mi hija no hagas eso. No lo tolero. Por lo general, no tengo problemas con el público, sino con los periodistas que hablan de más y que inventan, no con la calle. Por mí pueden decir lo que quieran.