ESPECTACULOS
los premios gardel no marcan tendencia

El artista auténtico es el que modifica la realidad

En vivo. El músico y físico Alberto Rojo junto a Martín González, en percusión, y a Norberto Córdoba, en bajo, en uno de sus shows comunales.
| Gentileza Karina Nisinman

Pienso, en relación con los últimos Premios Gardel, que determinar quién merece o no merece un premio es complejo. Sí, me alegraron particularmente los premios recibidos por algunos artistas que admiro e hicieron trabajos formidables: Mercedes, por la colección de catálogo; Fandermole; Franco Luciani con Federico Lechner. Pero, en general, tengo la impresión de que el Gardel, justificadamente quizás, es un premio que sigue tendencia y que no marca tendencia. Y también veo en él un sesgo hacia lo electrónico. Pero los premios son, ante todo, subjetivos; son el último lugar para ir a buscar Justicia. Los premios son básicamente impulsos a la carrera y alimento para el ego. El valor intrínseco de la obra crece por otro lado. Los artistas y escritores, todos los “premiables” en general, suelen (solemos) hablar mal de los premios, ¡hasta de los que ganamos, ja! Cuando pienso en Yupanqui, no pienso en “Atahualpa, ganador del premio X”; pienso en su obra y en cómo tocó mi vida y la obra de otros.
Por lo que conozco de otros premios, su funcionamiento es cercano a una campaña de marketing. No digo que esté mal, porque al fin de cuentas el que busca un premio busca imponer su producto, su obra. Y es interesante que el reconocimiento artístico pase por ahí, por lobbies, por si tenés amigos en tal jurado, por la red de relaciones. Sospecho que los premios y la fama son como tus credenciales oficiales de que sos distinto al resto, de que tenés permisos para transgredir las normas que, al fin y al cabo, son las que te canonizaron. Hay artistas que entran en el universo de los premios y de los excesos, y otros que no. Sobre la asociación fama-éxito-excesos, no creo que haya una relación muy directa entre las adicciones y, digamos, el talento. Hay cierta compulsión y carácter obsesivo que es común a los adictos y a la gente muy motivada, a los que buscan lo nuevo, los que quieren explorar caminos distintos. Quizás por eso haya tantos artistas adictos, y no sólo músicos como Charlie Parker o Winehouse; también, escritores, como Coleridge, Poe, De Quincey. No es que el éxito te lleve a las drogas; creo, más bien, que la personalidad (o la genética, quizás) de un potencial adicto y la de un potencial exitoso tienen mucho en común. Yo pienso en la evolución musical de otro modo. Para mí, la obra va creciendo con los tiempos, va modificando los tiempos. El artista auténtico es el que sintoniza con la matriz cultural del momento y modifica la realidad. Por eso, las grandes obras van definiendo y fijando el gusto con el que luego serán valoradas. La obra va acompañando y modificando las redefiniciones éticas, e incluso las visiones científicas del momento. La gran misión del arte es plantear las grandes preguntas, que es el primer paso hacia las grandes respuestas. El arte, entonces, creo yo, persigue la disrupción.
En mi caso particular, crezco al aprender de las grandes creaciones, que no sólo están en las grandes obras o en las obras consagradas (que siempre sigo estudiando), sino incluso en las pequeñas cosas, en las frases poéticas que por ahí dice un cartero o en las preguntas de física que te puede hacer un chico de ocho años. Todo eso es una unidad dentro de mí. Asimismo, estoy convencido de que hay un gran territorio común entre el arte y la ciencia, convencido de que no son –como a veces se piensa y se dice– alternativas antagónicas en la búsqueda de la verdad. Muchos grandes descubrimientos científicos se hicieron persiguiendo menos una explicación de un experimento que no se entendía, como un horizonte de simplicidad, de elegancia, de simetría de la nueva teoría. Y esos son criterios subjetivos, más cercanos a la noción convencional de arte que a la de ciencia. Y por otro lado, hay mucho de rigor en la música y en la literatura, en el arte. Pienso en las grandes anticipaciones científicas que aparecen en textos poéticos y en textos de ficción, por ejemplo.
El arte y la ciencia son cómplices en la búsqueda de contacto con el gran misterio, la idea de expresar lo inexpresable. Y la duda, el escepticismo, son conceptos siempre presentes en la ciencia y, para mí, en el arte verdadero. Por eso, descreo del arte que postula y defiende una tesis en lugar de plantear una duda. Por eso, las grandes canciones no son canciones de enunciado político, o explícitamente partidarias, son canciones que hablan de planteos universales, desde Hallelujah de Leonard Cohen hasta Gracias a la vida de Violeta Parra, pasando por El alazán de Yupanqui o Both sides, now de Joni Mitchell o Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez, o Deja la vida volar de Víctor Jara, o Imagine o Let it be… y podría seguir con mi lista…

*Músico y físico, especialista en mecánica cuántica. Se presenta, con guitarra y voz y junto a Martín González Puig en percusión y Norberto Córdoba en bajo, los jueves 11, 18 y 25 de junio a las 21, en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177, CABA).

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