Netflix cambió el mundo del entretenimiento. Y una anécdota reciente lo deja muy en claro: más de 20 mil cristianos firmaron una petición para que Netflix cancele Good Omens, la miniserie de Neil Gaiman que juega con anticristos y otros tics de la Iglesia. ¿Lo divertido? Good Omens la produce y emite Amazon Video, uno de los rivales acérrimos de Netflix. Hasta la mentalidad miope y fundamentalista tiene como referente inmediato del entretenimiento y la producción de series a Netflix. No hay forma más simple de ilustrar cómo la compañía que comenzó en 1998 como un servicio puerta a puerta de alquiler de DVD’s formateó la cultura moderna del consumo audiovisual. Y aún así, podría decirse –no con tanto riesgo para inversores– que Netflix es el pasado de ese futuro prometido. Y eso no implica un desdén, o simplemente ignorar que hoy hay 151,2 millones de usuarios a nivel global (más de 190 países). Implica comprender que ahora el juego se ha modificado gracias a Netflix, pero que estamos a la espera de un nuevo paradigma.
En los saltos evolutivos de Netflix, que reconfiguraron hasta nuestros controles remotos (con ese botonazo que lleva directo a la plataforma de streaming que en 2004 apenas tenía 2,6 millones de suscriptores), el que realmente alteró el ADN moderno del entretenimiento fue la creación de sus propios contenidos originales, allá por 2013. Desde ese entonces, Netflix pasó de ser la papelera de reciclaje de contenidos de cadenas enormes (propiedades de Disney, Warner, Universal y canales de TV varios), un lugar donde ganar unos centavos más, a la plataforma fundadora que hizo que cientos de compañías busquen imponer su propia plataforma, lista que hoy va desde Apple a Walmart (sin olvidar, claro, al gigante Disney), y consideren su principal valor útil los contenidos originales. Aquí la nueva guerra, de la que Netflix busca desesperadamente ser parte.
¿Por qué si en Estados Unidos la mitad de la franja que va de los 22 a 45 años no vio durante 2018 ni una sola hora de televisión por cable y 35 millones de hogares “cortaron el cable” en el mismo territorio en la última década, podemos decir que Netflix ya no lidera la carrera por el futuro del entretenimiento? Es una pregunta extraña, sobre todo si consideramos que desde 2009, las acciones de Netflix se han valuado en un 8.300% por encima de su cotización original. Y aun así, Netflix enfrenta una batalla como nunca antes. Una que podría dar como resultado el fin de la compañía de Reed Hastings como pionera, como consumo global que define a las plataformas de streaming, y sumarla a una enorme lista de competidores.
Netflix cambió la forma en que vemos entretenimiento. Eso no hay duda alguna. Pero cuando otras compañías enormes se dieron cuenta de que Netflix había descubierto una América, apareció un nuevo valor: el contenido. La gallina de los huevos de oro es ahora la serie de moda, la que genera trending topics y, principalmente, la que funciona como carnada perfecta para el suscriptor, que debe decidir solo en base de contenidos si prefiere una plataforma de Apple, Amazon, Cablevisión y así la enorme lista.
Netflix lo sabe, por eso generó un 88% de contenido original en 2018 (más que cualquier otro año en su historia). Y por eso gasta 15 mil millones de dólares en este 2019 en películas y productos originales, donde se destacan la nueva temporada de Stranger Things, 4 de Julio, y el nuevo film de Martin Scorsese, The Irishman. Por eso va por premios como los Oscar y los Emmy o genera contratos de exclusividad con showrunners enormes como Shonda Rhimes, reina de la TV norteamericana mainstream, o nombres como Meryl Streep y Nicole Kidman (que están siendo sensación en la serie de HBO, Big Little Lies).
Y por ello, contra su eterna tendencia de no hacer públicos sus números, informa sus propias proezas. Así genera noticias –o publicidad gratuita–: estableciendo récords dentro de su plataforma que son imposibles de constatar. El caso más reciente de ese ridículo suceso que implica validar números internos de una compañía que solo publica cuando promociona tiene como protagonista el actor Luis Gerardo Méndez, de la propiedad de Netflix Club de cuervos, quien publicó que Misterio a bordo, la comedia de Adam Sandler donde actúa en un rol secundario, había logrado en sus primeros tres días 30.869.863 visualizaciones (que vendría siendo según la compañía “el mejor fin de semana de estreno para una película original de Netflix en la historia”). Pero claro, el dato es imposible de saber si es cierto o falso, aunque las sospechas se disparan.
2019 parece haber generado un cambio en la marea y uno peligroso: en abril Disney finalmente anunció la fecha y costos de Disney +, su plataforma de streaming, dueña del enorme catálogo de la megaempresa del tío Walt, que hoy implica por mencionar dos hitos a la película más taquillera de la historia, Avengers: Endgame, futuros sucesos como Frozen 2 y todo aquello que pertenecía a Fox (por ejemplo: todas las temporadas de Los Simpsons). Disney rebosa de franquicias: Marvel (varias series conectadas con el suceso del milenio), Star Wars (ya se anunció el primer show original de la saga para Disney+), ESPN, Pixar, la plataforma Hulu, National Geographic y encima se anunció a la mitad de precio de Netflix. La pesadilla de Netflix comienza el 12 de noviembre de 2019 en Estados Unidos y de allí al mundo (2021 en América Latina). Pero puede que ya haya empezado. Lejos de sucesos como House of Cards, Orange is the New Black o hasta sensaciones como Black Mirror (cuya reciente temporada fue criticada como ninguna anterior), Netflix recibe la tercera temporada de Stranger Things.
Los éxitos del 2019 (que también pueden ser leídos como una serie de trends generados por productos de cada cadena) pertenecen a HBO. Por un lado, la golpeada, pero aún así sensación Game of Thrones, que en términos de expectativa fue la serie del año. Y justo cuando se sospechaba que los 130 millones de suscriptores de HBOpodían mudarse a otra plataforma, Chernobyl se convirtió en sus gradualmente esperados, cinco episodios, en la serie mejor valorada de la historia en el sitio de información IMDB con un promedio de 9,7 por episodio (Breaking Bad se ubica en 9,5 y Game of Thrones en 9,4).
Entre la avanzada de Disney por poseer franquicias y HBO confirmando su trono como productora de contenido serializado que genera tendencia y calidad (lo está logrando ahora con Euphoria, la serie de Zendaya, y la segunda temporada de Big Little Lies), ¿qué pasa cuando Disney + se convierta en un hecho, y quizás hasta decida dar el próximo paso y estrenar al mismo tiempo que en salas de cine películas enormes como Avengers: Endgame?
Chernobyl demostró que nunca se sabe de dónde vendrá el próximo éxito. Pero Disney y el mundo, y sus números, muestran que la franquicia viene reinando, y HBO ya tiene Watchmen, basada en el universo del cómic de superhéroes considerado el mejor de su género, en carrera para demostrar que entendió eso. Netflix cambió todo, pero cuando Disney saque sus ases a relucir: ¿cuál podría ser el factor que lo vuelva nuevamente sensación y no algo que tenemos en los controles de las TV que ya quedaron en desuso? Esa es la encrucijada que enfrenta el gigante que redefinió el consumo de series y películas. Y es una que necesita algo para antes del 12 de noviembre dar indicios que tiene más que números tuiteados por actores de su propio estudio para combatir mano a mano con el Disneylandia que promete ser Disney +.