Días atrás, la AFIP anunció que en breve comenzaría a retener un porcentaje de lo que cobran algunas empresas sin sede constituida en Argentina. A partir de allí, la mirada de muchos se posó sobre la leyenda Netflix.com NLD que se replica en millones de resúmenes de tarjetas de crédito.
En la actualidad (salvo casos como el de Brasil, Colombia, Australia, Chicago o Pennsylvania, por poner ejemplos), el gasto en dólares que usuarios de distintos lugares del mundo le destinan a la gigante del streaming va a parar sin tributar previamente a la cuenta de su subsidiaria en Holanda, territorio con menos carga impositiva para la explotación de este servicio (según la revista Fortune, 220 de las mayores empresas estadounidenses tienen filiales allí).
“Este es un problema de toda la economía digital. Como están deslocalizadas de donde obtienen las ganancias, se les hace muy fácil evadir. Hoy se está buscando cómo cobrarles. Por lo pronto, no es un impuesto especial y las entidades pagadoras (tarjetas de crédito) serán usadas por el fisco como agentes de retención”, explica el tributarista Iván Sasovsky.
En la actualidad, son muchos los que se plantean qué hacer respecto de este tipo de empresas, cada día más dominantes, que baten récords cada año. Ya es previsible que el pronóstico de Netflix de alcanzar 128 millones de usuarios en 2022 se quedará corto. Hoy, el negocio tiene alrededor de 104 millones de cuentas, de las cuales 99 millones pagan el abono, y el 50,1% está fuera de Estados Unidos.
Si se desagrega la progresión de las cuentas internacionales al día de hoy, sólo hay que recordar que a finales de 2015 la relación entre cantidad de clientes ciudadanos norteamericanos-resto del mundo era de 60/40 y la totalidad de suscriptores internacionales tocaba los 30 millones. No hace mucho, directivos de la compañía admitieron que el plan es que, a futuro, entre el 80% y el 90% de la audiencia esté fuera de las tierras de Donald Trump, lo que marca un potencial mercado global de 450 millones de suscriptores. Entonces, lo que tribute en los distintos países donde funcione se hace cada vez más trascendental, sobre todo cuando hay indicios para creer que los ingresos superarán los 15 mil millones de dólares de acá a cinco años.
En relación con nuestro país, en su momento se había anunciado que la Ciudad iba a comenzar a cobrarles un canon pero, de acuerdo a lo que informan fuentes del gobierno porteño, “en 2014, la OCDE y otros grupos internacionales –de los cuales la Argentina forma parte– pusieron el foco en la erosión que el comercio electrónico implica sobre los genuinos ingresos tributarios de los fiscos; en ese entonces, la AGIP dispuso un régimen de retención a un sector de plataformas –entre ellas Netflix– porque entendía que debían tributar Ingresos Brutos. Lamentablemente, en ese momento, el gobierno nacional no tuvo intención de avanzar sobre el tema. Por tal motivo, se debió dejar la medida en suspenso, ya que en ese contexto el riesgo era que Netflix trasladara la retención de manera directa a los abonados. Y la intención no era perjudicar al vecino usuario de dicha plataforma. Hoy, en la medida en que la AFIP avance con la normalización, desde la Ciudad estaremos alineados y coordinados, tal como lo venimos haciendo durante el último año y medio, en la lucha contra la evasión y la informalidad. Desde la Ciudad compartimos la idea de que este tipo de actividades deben tributar tanto a nivel nacional como subnacional”.
Esto pasa la pelota al anuncio de la AFIP, que de acuerdo a lo consultado por PERFIL aún no decidió qué tipo de impuesto cobrar –si IVA o algún otro creado ad hoc–, estando bastante atado a la reforma impositiva que planea el gobierno de Macri pero sin posibilidad de estimar cuánto dinero podrían recaudar de empresas que brindan servicios online, como Netflix.
En términos generales, lo que buscan los Estados es que estas empresas muestren su estructura societaria y abonen un canon en cada país donde ofrecen su servicio. Es decir: que salgan de la zona gris de la legalidad.
Al mismo tiempo, hay otro sector que también desea cuentas más claras. La industria audiovisual busca una competencia leal –es decir, entre otras cosas, que la empresa informe cuántos usuarios ven cada producto, lo cual hoy se mantiene también en la nebulosa–, pero que además se pida una cuota de pantalla que fomente contenidos locales. En Europa, se plantea una exigencia de que al menos una quinta parte del catálogo sea de series y películas originales del viejo continente, y en nuestro país hay intenciones de pedir algo similar.
Por ahora, uno de los pocos que pueden contar la experiencia de que la plataforma ofrezca alguna de sus ficciones a nivel global es la gente de Underground. “Netflix necesita generar producciones originales. Lo interesante es que el mercado antes pedía contenidos universales y hoy los pide locales con mirada universal: hacer una de cárceles que se pueda entender en todo el mundo, pero que muestre el penal de tu región. Por eso, El marginal funciona. A la historia la entendés en cualquier parte del mundo, pero los ingleses tal vez la vean como un exotismo”, cuenta Pablo Cullel, socio de Sebastián Ortega en la productora.
Los números dejan en claro que Netflix necesita generar contenido para dominar el mercado que le disputan Amazon, HBO o SKY. Al día de hoy, los dueños de House of Cards están comprometidos a invertir unos 15.700 millones de dólares en los próximos tres o cuatro años. Para costear semejante derogación, no les queda otra que emitir deuda, pese a que para el semestre pasado la compañía anunció ingresos por 5.422 millones de dólares y ganancias netas por casi 244 millones. Ya que su efectivo no es suficiente para mantener sus gastos, Netflix colocó este año bonos fuera de Estados Unidos por 1.300 millones de euros, con una tasa del 3,6%, que vencerán en mayo de 2027. No es su primera vez. Aunque las acciones de la compañía sigan ascendiendo, ya les informaron a los inversores que planean otro año con flujo de caja negativo.
“Creemos que es prudente seguir invirtiendo”, comunicaron, pero la cuestión es cuánto de ese dinero se destina a los lugares de donde sólo recoge beneficios. Recién en este año se comenzó a rodar la primera producción original de Netflix en Argentina (Edha, dirigida por Daniel Burman). El resto son sociedades para distribuir contenidos ya emitidos en nuestro país o que aún no se habían estrenado, pero que ya estaban realizados, como el caso de Estocolmo. “Debieran pagar impuestos, si no tenemos que tener una legislación como la brasileña, que obliga a los que hacen negocios allí a tener que producir. Si no ayudan a que la industria se movilice, en países como el nuestro hoy no dan los costos y la torta publicitaria no alcanza...”, comentan en off desde una de las productoras que reclaman más acción estatal.
“Tenemos impuestos de la década del 90, ninguna ley hace referencia al mercado de la economía digital. Entonces la OCDE, de la cual la Argentina participa por integrar el G-20, dio lineamientos para que los países puedan cobrar impuestos a este tipo de compañías. El problema es que ya son obsoletos. La economía digital nos lleva años de ventaja, toda esta industria está indefinida en la mayoría de las normativas del mundo. Estamos ensayando sobre cosas que ocurrieron hace 15 años”, explica Sasovsky. Mientras, Netflix aprovecha.