Desde el jueves, se puede ver en Cine.Ar la ficción nacional El encanto, de Juan Pablo Sasiaín y Ezequiel Tronconi. Este último junto a Mónica Antonópulos conforman la pareja central de esta historia de amor. También participaron Boy Olmi, Yamila Saud, Michel Noher, Lucas Crespi, Juan Sasiaín y Andrea Frigerio. Al inicio de este año, Antonópulos dividía su tiempo entre la televisión (Separadas por El Trece) y Late el corazón de un perro, en el teatro. Hoy, respetando el confinamiento, responde desde su casa.
—¿Cómo fue trabajar con dos guionistas y directores (Sasiaín y Tronconi)?
—Hace muchos años que ellos trabajan juntos, por lo cual tienen una mirada similar. El guion también lo hicieron en conjunto. Cuando Ezequiel actuaba, Juan ponía su mirada exterior. Invitan a trabajar con el actor, son lúdicos y aceptan lo que una propone como intérprete.
—En la tira “Herencia de amor” (2009) también componías a una chef (Julia Di Salvo). ¿Qué diferencias hay entre aquella y esta?
—Hay muchos años entre ambos personajes y la experiencia siempre suma. Juliana está más consolidada en su vida y en su profesión, tiene un programa de cocina en televisión. Es encantadora, casi un estereotipo de mujer que debía ser cercana para el televidente.
—¿Podrías analizar cómo es actuar para la cámara de cine y para la de televisión?
—Es otro proceso de trabajo. Son distintos tiempos, ritmos y diferentes lenguajes. Para el cine las escenas te llevan más tiempo, porque es otra la búsqueda. En la televisión el ritmo tiene que ver con el número de escenas, en una cantidad de días. Son disímiles los procedimientos. Un arte es más artesanal y el otro, más industrial.
—Te han tocado como en esta película escenas de sexo, con desnudos: ¿cómo las encarás?
—A medida que han pasado los años las asumo y las planteo de diferente manera. Quizá con otra juventud no hacía tanto planteamiento. Con el tiempo empecé a tener otra mirada sobre estas escenas. Desde el libro, el para qué, por qué, qué rol toma la mujer en esa historia. Si hay una escena de sexo o de desnudez, pregunto mucho cómo se quiere contar con la cámara y por qué.
—¿Sos feminista?
—Me defino feminista, aun cuando no sabía que lo era. Pero me parece que no hay mujer que no sea feminista. En todo caso, nos vamos despertando y sacando velos. Creo que todas estamos encontrándonos con un mismo despertar.
—¿Cómo te sentís en esta cuarentena?
—Vamos pasando por diferentes etapas, como todos. Adaptándonos a esta nueva normalidad o régimen de vida cotidiana. Al principio fue un shock. Nadie estaba preparado. La cotidianidad se vio interrumpida en todos los niveles, como la escolaridad. Antes había un adentro y un afuera, ahora siento que se borró esa línea divisoria. En general vivo con gratitud, más allá del desacomodo y sin proyectos individuales. Siento menos resistencia. Me encontré flexible. Comprendiendo y muy movilizada por el contexto que nos toca a todos, con gente que la está pasando muy mal. Lo vivo como un gran aprendizaje, acompañando a mis hijos.
—¿Y este estreno encerrada cómo te trata?
—No me siento encerrada, me pregunto para qué saldría. Claro que iría a ver a mi familia y amigos, pero con esta gente sigo teniendo conexión, aunque sea a la distancia. Veremos cómo es un estreno de esta manera. ¿Será un puente, un límite o un nuevo umbral? Me alegra que se pueda estrenar. Fue un trabajo que hicimos hace tres años, antes de tener a mi segundo hijo, realizado con mucho corazón.
—¿Creés que se mantienen los prejuicios sobre el cine nacional?
—Los prejuicios se siguen manteniendo. Pero me da la sensación de que ahora hay mucho atracón de lo audiovisual. Antes se elegía entre lo comercial y lo independiente, mientras que ahora se pueden ver ambos.
—Estabas trabajando en Pol-ka y ahora hay un conflicto: ¿estás desilusionada?
—A nivel individual doy por cerrada esa etapa, a nivel colectivo acompaño a la cantidad de trabajadores que siguen reclamando. No sé si es desilusionada, porque la palabra queda corta. En estos momentos se caen muchos velos de estructuras que sostienen viejos formatos, que nos trajeron hasta acá. Se ven gestos individualistas, con el sálvese quien pueda, pero también aparecen humanidad y posibles nuevos paradigmas. Esta pandemia nos interpela a todos. Somos todos iguales y si me quiero salvar debemos estar todos bien. No sirve llenarse de dinero en un país pobre, con tanta desigualdad. Mi voz pública la valoro y le hago un uso responsable. En este momento elijo acompañar.
“El futuro es pura imaginación”
Mónica Antonópulos tiene como segundo nombre Ariadna, imposible no asociarlo con el mito griego, y su apellido confirma este origen. “Mi abuelo era del Peloponeso –afirma–. Pero no tuve muchas posibilidades de conocer más mi pasado”.
Filmó en 2006 el videoclip Crimen junto a Gustavo Cerati. Cuando se le pide un comentario, dice: “Fueron pocas horas de trabajo, creo que seis. Participamos en escena pero no tuvimos una experiencia muy vinculante. Me quedó un lindo recuerdo, pero no conocí a la persona detrás del artista”.
“Tenemos la intención de volver con la obra de teatro Late el corazón de un perro, de Franco Verdoia –confiesa–, pero no sabemos cuándo ni cómo. Aunque hoy tengamos un protocolo, no sé qué haríamos. El futuro es pura imaginación. No sabemos qué quedará incluso de una misma. Me genera incertidumbre saber cómo será volver a salir a la calle. ¿Lo haremos con el mismo ritmo de antes? Me parece que vivimos un cachetazo a todo, al sistema de producción, a la elección de vida y a la conciencia de consumo. Nos tenemos que preguntar qué quiero”.
Grabó Separadas desde enero hasta marzo. “Fueron semanas intensas. Se frenó y luego se levantó. Hacía mucho –diez años– que no trabajaba en Pol-ka. Me encantó el personaje y tuve grandes compañeras. Disfruté mucho. Por lo general doy muchas vueltas antes de aceptar un proyecto, pero después disfruto lo que hago. Soy un eslabón. Me siento privilegiada, tanto mi marido (Marco Antonio Caponi) como yo somos actores, con casa propia y una vida muy austera”.