Aseguran que impera la absoluta armonía en este elenco femenino. Tanto Florencia Raggi como Martina Gusmán son dos de las hijas en La casa de Bernarda Alba, la obra de Federico García Lorca, que se representa en el teatro Regina, con adaptación y dirección de José María Muscari, y con Norma Pons, Adriana Aizemberg, Mimí Ardú, Andrea Bonelli, Valentina Bassi, Lucrecia Blanco y Florencia Torrente (ver recuadro) completando el elenco. Martina anticipa que espera ansiosa el 12 de septiembre su nueva película, Sólo para dos. Por primera vez filmó una comedia romántica con el director español Roberto Santiago. “Me tuve que teñir el pelo de rubio y encaramos con Nicolás Cabré esta nueva coproducción argentina, española y venezolana.” Por su parte, Florencia también sumará un nuevo film, ya que el año que viene hará Dos euros la hora, del director italiano Andrea D’Ambrosio.
—¿Cómo encaran sus personajes?
RAGGI: Hace treinta años, mi madre había hecho este mismo papel (Angustias), y me emocionó cuando supe que me ofrecían el mismo personaje. Al leer el texto, me sentí perdida y recurrí a mi mamá, conversamos mucho, aunque la mirada de Muscari es diferente a la que había tenido el otro director (Guillermo Ben Hassan).
GUSMAN: Soy consciente de que es un clásico, pero con la impronta de José María, que es moderna y atemporal. Respeta la esencia de la obra de Lorca desde lo visceral, lo femenino, en lo bueno y en lo malo, con la falta de hombres. Pero rompe con la versión muy clásica, aquí hay toques de humor y es muy importante la música (Michael Nyman), que es bastante cinematográfica. El tenía muy en claro cómo quería hacer este texto, y es una propuesta para el teatro comercial.
—¿Por qué?
R: Es más ágil, acortó escenas largas y buscó que no fuera una propuesta elitista. Siento que la esencia de García Lorca está presente, respetó sus climas, por eso la escenografía de Jorge Ferrari es ascética, minimalista, como el vestuario de Renata Schussheim, de negro, aunque en las fotos aparecemos de rojo para el afiche. Mi personaje tiene una energía distinta, lo que estaba por debajo ahora está más expuesto.
G: En mi caso, hago de Magdalena, que junto al personaje de Amelia en el original estaban casi desdibujados, y en cuanto Muscari me llamó, me propuso construir algo juntos. Mi papel creció mucho, es la que dice las verdades, así apareció una hermana más masculina, absolutamente personal, más fuerte y para afuera. Todas tienen una energía muy reprimida y al mismo tiempo a flor de piel. El director está muy pendiente de todas, y somos nueve.
—¿Hay una mirada homosexual?
R: En mi opinión no, sí se está hablando en la obra de una sexualidad oprimida, reprimida, estas mujeres –algunas con más de 30 años– nunca estuvieron a solas con un hombre y además tienen una madre opresora. Este encierro las corroyó y las enfermó. El tipo de sexualidad me parece que es anecdótico, siento que Muscari quiere a sus intérpretes, nos cuida y nos respeta.
—¿Miedos?
R: Miedo no, porque estoy muy entusiasmada con el trabajo. Como siempre, quería más tiempo de ensayos, pero eran más las ganas de estrenar. Creo que todo dependerá de la expectativa con que vengan a vernos. Lorca se hizo muchas veces y es interesante plantearlo de otra manera.
G: Prevalecen las expectativas, tengo la energía puesta en cumplir con el director. Con respecto al público, me parece que es muy interesante lo que le proponemos.
—El director teatral Carlos Rivas declaró que no estaba de acuerdo con la participación de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en actos políticos del actual gobierno nacional. Fuiste integrante de varios ciclos de Teatro por la Identidad, ¿qué opinás acerca de esto?
R: Mi experiencia con Teatro por la Identidad siempre fue maravillosa. Lo impulsamos primero en Madrid junto a Manuel Callau y luego, cuando regresé a Buenos Aires, seguí participando del ciclo Espacio Abierto, con la lectura de textos. Me parece muy bueno que el teatro ayude a encontrar a personas que fueron apropiadas durante la última dictadura, porque nadie puede vivir en la mentira. No lo hago por política, siempre lo tomé como un tema social. Nunca lo hice de manera partidaria.
—¿Está mal expresar la ideología política?
R: No, aunque nunca tuve necesidad de hacerlo. No quiero opinar de política, hablo de temas laborales, no me meto debajo de la cama, pero ¿a quién le puede interesar mi opinión política? Más aún en este momento. No quiero estar ni de un lado ni del otro. Siento que hay hechos del actual gobierno que están bien y otros no tanto, pero no quiero que me obliguen a estar en algún vértice.
G: Me da tristeza que el país esté tan polarizado, creo que hay que respetar. No soy ni K ni anti K, y eso no significa que no sea nada. Respeto a todos, porque la democracia es eso, poder expresar lo que una piensa. No me sumo a ningún bando, me gustaría que hubiera más diálogo, pero desde ambos lados. Creo que no debemos vivir en un Boca-River permanente.
“Hay un prejuicio hacia mí”
Confiesa 24 años, aunque Florencia Torrente –hija de Araceli González– parece aún más joven con el mismo corte de pelo con el que triunfó su madre. Desde hace dos años vive con su pareja, un ex compañero de la escuela, y tiene su propia empresa de carteras (Helicia). “Hice un curso muy corto de actuación con Agustín Alezzo y luego con Horacio Acosta. Nunca tuve vocación de modelo –asegura–. Desde mis 15 años me cayeron propuestas de este tipo y quise ser independiente, algo que me enseñó mi madre. En un principio, no sabía qué rama del arte prefería, por eso estudié dibujo y fotografía; más tarde, sumé canto y actuación”.
“No conocía a Muscari, me había llamado para un reemplazo en 8 mujeres, pero no pude aceptarlo. Ahora dejé todo para poder encarnar a Adela, la más joven de esta casa. Sé que hay un prejuicio hacia mí, pero esto lo conozco muy de cerca, porque también le pasó a mi madre”.