Compartieron cuatro temporadas con la comedia Le Prenom, y eso hizo que Jorgelina Aruzzi y Peto Menahem se transformaran en muy amigos. Fueron convocados por dos productores teatrales (Pablo Kompel y Gustavo Yankelevich), quienes les dieron el texto de Fabrice Roger-Lacan –La puerta de al lado– y les preguntaron con qué director querían trabajar. Ambos eligieron a Ciro Zorzoli. Hace muy pocos días estrenaron en la sala Pablo Neruda de La Plaza, donde ella interpreta a una psicóloga y él a un especialista en marketing.
—Están los dos solos en el escenario… ¿hay presión?
MENAHEM: Hicimos por separado unipersonales, incluso con textos propios, eso nos dio seguridad, pero aquí tenemos la contención del director todo el tiempo. Nos sentimos muy acompañados.
—¿Con qué tema no se puede hacer humor?
ARUZZI: Se puede hacer humor con todo, mientras que el hierro no esté caliente para uno. El humor debe estar vacío de sentimiento, es una forma de alivianar el dolor. Si te reís de los pelados, pero te estás quedando así, ya no te causa más gracia. Se puede hacer humor de todo, pero no te reís de todo.
M: Más que con qué haces humor habría que ver por qué lo hacés. No me causa gracia gastar a otro, reírte del otro. Me da gracia el que se ríe de sí mismo. En la Argentina somos muy especiales, tuvimos inmigraciones muy fuertes como la italiana y la judía, cada uno con su humor.
—¿Cómo es la relación con los empresarios?
M: Casi de amistad, con Gustavo (Yankelevich) vamos a comer y tomamos café. Con Pablo (Kompel) también, en estas salas trabajé 12 años seguidos. Hay mucho prejuicio con los empresarios, sobre todo desde el teatro independiente. Pero no por nada ocupan el lugar que ocupan. Cuando ven un ensayo y te dicen algo dan en el blanco. Se puede aprender mucho de ellos. Aciertan sin rodeos y sin agresiones. Son firmes, frontales y te aportan.
—¿No tienen miedo de repetirse?
A: Sí, pero también temo ser mala actriz… y mala madre. En la televisión a veces te llaman para el mismo rol, pero está en una buscar hacerlo distinto, darle la vuelta… también la autogestión te ayuda.
M: Creo que el haber tenido ambos la certeza de que Ciro era el director indicado nos marcó. El nos corrió de la huella.
—¿Qué es lo que más les molesta de los espectadores?
A: Los celulares, las papas fritas y que pongan sus pies en el proscenio… Habría que ver algún sistema para que se anulen las comunicaciones…molesta la luz… pero ya es un tema cultural…
M: Acepto el celular y la comida, pero que alguien apoye sus pies o la cartera en el escenario me pone como loco… En Le Prenom nos pasaba todo el tiempo… aquí en La Plaza les va a costar más porque está muy lejos. Los celulares no sólo molestan al elenco, también es una falta de respeto para el que está al lado.
—¿Cómo son como público?
A: Le pongo garra porque entiendo lo difícil que es estar ahí arriba. Respeto mucho ya que sé que los intérpretes estamos muy expuestos sobre el escenario.
—La avenida Corrientes cambió en estos últimos tiempos…
M: El país también... Nosotros los actores vivimos con la incertidumbre, constantemente, por eso no nos daña tanto. Somos conscientes de esta realidad.
—¿Hay castigo por opinar?
M: Creo que es bastante argentino y de los últimos tiempos. Pasó mucho con peronistas y antiperonistas, con listas negras en ambos lados. Es muy triste que sea común en nuestra sociedad.
A: Creo que buscan calificar a alguien, o sos judío, radical, macrista o peronista.
M: Nadie entra en una sola calificación. Somos muy tontos.
—¿Qué es lo que más les duele del país?
M: La indiferencia en general de nuestra sociedad. Cada día registramos menos al otro y cuando esto viene desde el gobierno me llena de tristeza. Hay un montón de gente que la está pasando muy mal, el anterior gobierno fue indiferente hacia los que no coincidían. Este es un país con gente buena y mala, y ésa es nuestra realidad, pero hay que aceptar a todos por igual. También me duele cuando me veo indiferente hacia los otros. Estoy aburrido de la polarización.
A: La poca sensibilidad. A veces a los países se los ve como un negocio y no puede ser así. Cuando uno tiene un hijo no piensa si va a ir a pérdida, lo mismo pasa con un país. A veces no es fácil, con el gobierno que sea…
Los riesgos de la television
Tanto Aruzzi como Menahem tienen una intensa actividad televisiva, aunque por ahora ninguno anticipe proyecto. “Es muy difícil hacer televisión –afirma ella–. Cuando sólo la miraba criticaba de otro modo, y cuando empecé a trabajar encontré los riesgos de la inmediatez. En general te llaman para los mismos personajes. En todos los proyectos hay cosas buenas y malas. Lo importante es que haya muchas opciones, como poder filmar con Campanella y hacer una tira diaria”. “La inmediatez es excelente –agrega él– como aprendizaje. Lo único más complicado, además de madrugar, es el lugar que ocupa la televisión en la sociedad, y si vos te lo creés, te caés. La gente te trata de una manera muy especial, que te puede llegar a confundir. Hay que tener en claro que estás saliendo desde un electrodoméstico, nada más”.
El teatro los apasiona, y cuando se les piden nombres de quienes los ayudaron a mejorar en ese ámbito cada uno aporta distintos. “El haber trabajado con Ciro es una bisagra –afirma Menahem–. Lo mismo sentí cuando me dirigió Oscar Martínez. Aprendí compartiendo escenario con Jorgelina Aruzzi, Carlos Belloso, Alfredo Alcón, Guillermo Francella… Cada uno es diferente; yo soy común. Te repetís cuando no te das cuenta de que podés seguir aprendiendo”. Aruzzi suma: “Tengo varios… En cada proyecto me encuentro con alguien, como Guillermo Cacace, Ciro, compañeras de elenco que tienen algo distinto o cómo se plantan en la profesión. Supe por qué Susana Giménez es quien es cuando trabajé con ella”.