Después del fenómeno Casados con Hijos en el Gran Rex y sus 195.000 espectadores que lograron en 95 funciones colgar el cartelito de "sold out", las propuestas en calle Corrientes no se agotan y los espectáculos brindan una diversidad de género, público y distintos niveles de producciones para todos los gustos.
El mismísimo teatro donde se presentó Guillemo Francella, Florencia Peña y elenco, no descansa ya que la mega apuesta musical de Carlos y Tomas Rottemberg y sus asociados, hicieron que las boleterías vuelvan a estar encendidas al máximo con 30 mil entradas vendidas antes del gran estreno y más de 45 mil hasta el momento.
El desembarco de Matilda, el musical puso la vara muy alta para este género en Buenos Aires. La producción no sólo logró reunir a un elenco de importantes figuras del espectáculo nacional que vienen creciendo notablemente, sino que además incorporó, porque así lo requiere la historia, niños y niñas con un talento pocas veces visto. El musical tiene tres elencos de pequeños grandes artistas que van rotando ya que deben cumplir con los reglamentos de minoridad, donde los propios productores deben garantizar que los niños asistan al colegio con buen rendimiento y que no excedan las 4 horas seguidas de trabajo, esto con un periodo de descanso marcado por la ley.
En un momento de crisis económica y en medio de un año electoral, arriesgarse con una apuesta tan grande no es tarea fácil, pero el público responde satisfecho en cada función. La historia ya muchos la conocen a través del film de Danny DeVito que tomó el bestseller de Roald Dahl (1988) y lo popularizó aún más en el cine. El año pasado Netflix hizo de las suyas en su plataforma poniendo a disposición de los suscriptores su versión de la niña con capacidades mentales extraordinarias.
El éxito de Matilda también se dio sobre las tablas en ciudades como Nueva York, Londres y Madrid con más de 10 millones de espectadores. Hoy es el turno de Argentina, donde no se escatimaron en gastos para contar con imponentes escenografías que entran y salen constantemente y un vestuario muy bien realizado para darle vida a cada uno de los personajes.
Además este show marca la revelación de José María Listorti en su rol de Sr. Wormwood, donde el conductor canta, actúa y baila. A más de uno del público deja sorprendido con su talento para la comedia musical. Laurita Fernández ya viene marcando importantes pasos en los musicales pero aquí está perfectamente ubicada en el personaje de la señorita Miel. Ni hablar de la pareja, en la vida real, de Agustín Soy Rada Aristarán y Fernanda Metilli. El comediante encarna Tronchatoro y la rompe con esta figura odiada por todos. Metilli es la madre de Matilda y lleva la actuación al lado más exagerado y ridículo, fiel al papel original. Una artista con todas las letras.
El show dura poco más de dos horas, situación que muchos padres se cuestionan antes de entrar a la salida por la desatención que puedan tener sus hijos, pero luego comprueban que ocurre lo contrario. El impacto visual, algo fundamental para un espectáculo infantil, los mantiene atentos y la historia muy bien contada y actuada, hace que los adultos la pasen tan bien como los más pequeños.
Otra recomendación…
Saliendo del musical pero siguiendo las propuestas de la cartelera porteña, me encuentro con algo totalmente diferente. "Yo también me llamo Hokusai", el unipersonal protagonizado por Iván Hochman, quien recientemente tuvo el enorme desafío de encarnar a Fito Páez en la serie “El Amor después del Amor” en Netflix.
Iván, siendo Iván, cuenta en esta obra que un importante artista plástico le recomendó aprovechar la fama que le brindaría una serie tan importante como la que hizo, para lograr despegarse de ese papel y demostrar sus “verdaderos dotes actorales”.
Aquí Hochman tiene la misión junto a su mejor amigo de robar la obra "Yo también me llamo Hokusai" que se basa en la historia de un escritor sin nombre que es abandonado por su novia, ya que ella decide irse para cambiar el mundo.
La utilización de distintos recursos sonoros, la participación del público rompiendo constantemente la cuarta pared y la improvisación medida del actor, hacen pasar un buen rato al espectador. Con carcajadas y un aplauso cerrado en el final, el público aprueba los delirios artísticos muy bien encaminados de Iván, convirtiendo a este unipersonal en una propuesta distinta, entretenida y divertida.
JFJ / ED
